“Te pareces tanto a mí

Que no puedes engañarme

Nada ganas con mentir

Mejor, dime la verdad…

Crees que no me daba cuenta, pues ya ves que no es así

Hace tiempo que lo sé

Y yo jamás te dije nada

Y a pesar de tu traición

Te di la oportunidad

De que recapacitaras.”

ALBERTO AGUILERA VALADEZ

“El 4 es 4 para todos?

Son todos los sietes iguales?

Cuando el preso piensa en la luz

es la misma que te ilumina?

Has pensado de qué color

es el Abril de los enfermos?

Qué monarquía occidental

se embandera con amapolas?”

Pablo Neruda

No tomar partido es tomarlo. Quedarse en la medianía es reprobable. Aducir que la postura oficial mexicana sobre lo que sucede en Israel tiene que ver con la “autodeterminación” de los pueblos es una patraña. Máxime cuando sí se pudo pronunciar sobre los asuntos internos de Perú y meterse en la vida de los bolivianos.

Digámoslo con claridad: AMLO se rehúsa a condenar a Hamás.

‘Divide y vencerás’ reza el refrán; razón por la cual López Obrador nunca rechazará el actuar de Hamás. Mismo tratándose este de un grupo terrorista y no de un Estado nación o de una población.

¡Vamos, hasta hay identificación con ese grupo! ¿Exagero? Para nada. Ambos utilizan la división, las diferencias y los problemas sociales, políticos, religiosos y económicos para fragmentar a la ciudadanía. Disfrutan al ahondar las discrepancias, azuzar los odios. Una terrible manera de mantenerse en el poder.

Así que no, López Obrador no condenará a Hamás. Sus estrategias y justificantes para aplicar estas se parecen demasiado. Ambos utilizan el odio, la división, las diferencias para destruir, para instigar a una mayor separación social y para culpar al otro, a los de enfrente, al pasado para justificar sus acciones en el presente. Y luego, de manera cínica sacan ventaja de esa división.

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Hamás desea instaurar un Estado con tintes religiosos, donde quienes gobiernen sean ‘los hombres del islam’. En nuestro país, López Obrador se conduce más como un mesías/líder moral. Uno que se encuentra a gusto con que le rindan culto (de ahí sus sermones diarios, besamanos incluido). Lo prefiere a tener que gobernar como todo un estadista.

Los problemas que hay en México, López Obrador no los arregla ni los soluciona; solo los clasifica. Hace una tipografía de ellos: de Calderón, de los “fifís”, del neoliberalismo, de los aspiracionistas, y demás. Su mantra se ancla en el “nosotros contra ellos”. Dividir para mantenerse, pero nunca para construir nuevos puentes.

Hamás en Israel hace lo propio. Todos los problemas que enfrentan tienen un único responsable: los israelitas; no se paran a pensar (como para qué) que hay musulmanes, cristianos, judíos y agnósticos. Ni todos los israelitas los odian ni todos los palestinos los apoyan. De hecho, Hamás es un grupo terrorista que nada tiene que ver con el actual gobierno palestino.

Hamás y la 4t son fundamentalistas, no permiten el pensamiento diferente al de ellos mismos. Atacan y fustigan con furia a todo aquel que ose señalar las diferencias y autonomías de los poderes. Más que gobiernos parecen sectas (NO estoy hablando de Palestina, sino del grupo terrorista Hamás.)

López Obrador dijo en la mañanera que no condenaba los actos terroristas (de hecho, ni los mencionó) pues “más que condenas se necesitaban soluciones pacíficas al conflicto”. Sigue sin entender que para lograr cualquier solución se requiere empezar por aceptar que hubo atroces agresiones y que debe condenarse ese hecho. Cuando se matan niños y toman rehenes, no hay justificación que valga. ¿Quizá demasiados años de tomar pozos petroleros le han hecho perder a Andrés Manuel la noción del bien y de mal?

No es culpa de la ONU la violencia y tampoco de Israel que Hamás secuestrara a civiles y matara a quienes solo acudían a un concierto. O que amenace con matar a los secuestrados si Israel trata de capturarles.

Ante la timorata respuesta de López Obrador (ni siquiera tibia), la embajada de Israel hizo pronunciamiento a modo de justificado reclamo. Su mensaje fue duro y certero: “mantener una posición neutral en lugar de tomar partido implica, en última instancia, respaldar y apoyar al terrorismo”.

Si de verdad López Obrador quiere que México actúe como mediador y sea parte de la solución, no puede hacerlo siendo subjetivo. ¡Pero lo está siendo!

Los extremos se juntan: tomar partido y patear el bote viene siendo lo mismo. Una condena a actos barbáricos —de quien vengan— no quita objetividad; por el contrario, la da. Pero, ¿qué podemos esperar si el obradorismo pide abrazos para los criminales?

Si AMLO quiere que México —a través de su gobierno— sea mediador en la solución al conflicto en la región, debe ser objetivo con respecto a las acciones de Hamás (que nada tiene que ver con los reclamos y posicionamientos de los gobiernos de Palestina y Israel).

Lo que sucedió: un grupo terrorista atentó contra la vida de cientos de personas, de sus bienes y hasta de sus perros con el fin de dinamitar las negociaciones y acercamientos que se estaban dando entre Israel y Palestina.

¿Ven ustedes la ironía? México se declara mediador sin condenar/desechar/evidenciar los actos de terroristas que tienen por objeto dinamitar los acercamientos entre ambos pueblos a través de sus autoridades.

La actitud de AMLO implica también el igualar a un Estado con un grupo terrorista, además de contribuir con su propia dosis de división y de falta de entendimiento sobre un conflicto que data desde antes de 1948.

Ahora que, si la apuesta que hace nuestro presidente es hacer un guiño a Hamás por todas su similitudes, solo señalaría lo lejos que se encuentra de la hermandad universal que tanto proclama la 4t.

No, López Obrador jamás logrará ser mediador para arribar a una solución pacífica si continúa rehusándose a condenar a Hamás.