El presidente López Obrador, quien cuenta con el programa completo de vacunación y refuerzo, dio positivo a Covid-19 por segunda ocasión. Seguramente será con síntomas leves y, como lo comunicó el mismo presidente este martes. Ojalá tenga una pronta y plena recuperación. Mientras el secretario de gobernación, Adán Augusto López, toma la representación pública.
Ya un año antes, el 24 de enero, el presidente había tenido los síntomas del Covid-19, lo que le llevó a interrumpir actividades públicas por 15 días. La entonces Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero le reemplazó en actividades informativas.
El acontecimiento revela que el contagio puede ocurrir a pesar de tener el cuadro completo de vacunación, el refuerzo y de haber tenido contagio previo. México ha tenido un manejo criminal en la gestión de la pandemia: minimizando la gravedad, generando falsa confianza en la población, con resistencia a la vacunación, sin promover medidas preventivas estándar recomendadas por la ciencia médica y la OMS como son el cubrebocas.
Este día la OMS en Europa afirma que en dos meses habrá de contagiarse más de la mitad de la población por la variante Ómicron. Señala que los más afectados en cuanto a su salud y gravedad serán los no vacunados. Nada hay que indique que tal situación pueda presentarse en México. El gobierno y su presidente deben alertar a la población.
La enfermedad del presidente no es un dato aislado ni excepcional. La suspensión de más de trescientos vuelos en días pasados, por contagio de la tripulación da cuenta de su magnitud. La información que se recibe es de un disparo generalizado de los números del contagio, afortunadamente no está asociado a las hospitalizaciones o defunciones.
La cepa Ómicron ya es dominante y eso explica las estadísticas. La insuficiencia de vacunas y la resistencia de Hugo López-Gatell para una política pública preventiva y de monitoreo basada en la vacunación, hace que no se cuente con información precisa, confiable y oportuna sobre la evolución de la pandemia y, particularmente, de la nueva cepa; hasta la información oficial son conjeturas; no hay que confiarse ni asumir que es menos agresiva. La única respuesta responsable, aunque no concluyente, es la vacunación y el fortalecimiento de la capacidad institucional pública y privada para su debida atención. Ya hay mucho conocimiento para un buen manejo.
El contagio del presidente debe servir para alertar a la población sobre la necesidad de vacunarse y, también, del uso del cubrebocas y la sana distancia. Las autoridades deben hacer lo suyo para la adquisición de vacunas y ampliar su disponibilidad en todo el país. 57 por ciento de la población con dos vacunas después de un año de campaña es un dato bajo y pone en alto riesgo a una parte importante de los mexicanos. De continuar el contagio es cuestión de días para que el sistema hospitalario nuevamente entre en crisis.
70 por ciento de los hospitalizados por Covid-19 no está vacunado afirma la Jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Dos datos adquieren relieve: que 3 personas vacunadas de cada 10 estén hospitalizadas lleva pensar no en la ineficacia de las vacunas, sino en que se requiere el esquema completo para estar en condiciones de resistir el contagio; en sentido contrario, que 7 sin vacunarse de cada 10 se encuentren en hospitales, revela la urgencia de acelerar la vacunación al límite: de por medio está la salud de los mexicanos. Nada hay por encima de tal objetivo. Esta grave situación hace recuperar la propuesta de suspender la consulta para la revocación de mandato y destinar todos esos recursos y energía al programa de vacunación.
La respuesta gubernamental preocupa. Se advierte que no se aprendió de los errores del pasado. Son los mismos con la misma prepotencia y desdén por la gravedad de la situación. El pronóstico es que este año habrá de transitarse de pandemia a endemia. Todavía no sabemos el costo humano que llevará tal proceso, mucho mayor si autoridades y sociedad no actúan responsablemente.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto