A los oficialistas se les nota frustrados. El proceso de nominación para la candidatura presidencial de la oposición ha suscitado furia e indignación entre los entusiastas del oficialismo. El colofón del sumario que devino en la postulación de Xóchitl suscitó desesperanza en Palacio Nacional.
Andrés Manuel López Obrador deseaba que la priista Beatriz Paredes hubiese resultado la ungida.
Había motivos para justificar ese deseo, que tampoco se antojaba un sueño guajiro.
La última encuesta extraoficial que salió publicada, mostraba a Gálvez y a Paredes en un empate técnico.
Si bien en los estudios demoscópicos las probabilidades de la tlaxcalteca frente a la hidalguense eran pocas; sin embargo, en la consulta que habría de llevarse a cabo el 3 de septiembre la priista podía vencer a la senadora valiéndose de la estructura de su partido y de artimañas tricolores de antaño en materia de movilización de votantes.
Al final se tuvo que apelar al pragmatismo. Porque si Xóchitl Gálvez hubiera salido vencedora en la encuesta, pero perdedora en la consulta, la unidad dentro del bloque opositor hubiese flaqueado.
La declinación de Beatriz Paredes garantizó la cohesión en el Frente Amplio por México.
Era arriesgado concluir el proceso de selección de la candidatura presidencial opositora. La consulta estaba en riesgo.
Por un lado, a cinco días de que se hubiera llevado a cabo la elección interna, no se tenía conocimiento de dónde se instalarían las tres mil casillas.
Aunado a lo anterior, siempre existió la posibilidad de que los lopezobradoristas reventaran la elección.
Era factible hipotetizar que la maquinaria electoral del oficialismo habría registrado votantes para que pudieran participar en la consulta y votaran en contra de Xóchitl Gálvez.
Además, no hubiera sorprendido a nadie que golpeadores profesionales hubieran intimidado a la ciudadanía cuando ésta se encaminara a emitir su voto en los mil quinientos centros de votación que se habrían colocado.
En cuanto a las teorías menos catastrofistas, se tenía el escenario de una baja participación ciudadana. O una mala organización del comité. Es el caso que a la fecha no se tenían contemplados ni funcionarios de casilla.
Así las cosas, se persevera en que la oposición apeló al pragmatismo. La decisión de adelantar la nominación afianzó la armonía en el proceso y la unidad entre sus protagonismos.
Que a los oficialistas les haya molestado tanto que se haya adelantado la unción de Xóchitl Gálvez como la próxima candidata presidencial opositora los pinta desnudos. Ese arrebato, ese furor, solamente pueden suponer buenas noticias para los liderazgos del Frente Amplio por México. Que a AMLO le haya dado coraje, nada más puede interpretarse como una buena decisión lo que se ha determinado en torno a Xóchitl.
Nadie puede decir que fue un dedazo. No son iguales, diría Andrés.
Xóchitl hace dos meses se enfrentaba contra vientos y mareas para persuadir a la ciudadanía y a las cúpulas partidistas para que se le concediera la posibilidad de contender para ser la candidata opositora a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
Xóchitl Gálvez ha reivindicado la ofuscación del triunfo del ciudadano contra el militante. Al final, la senadora no milita en ninguno de los partidos políticos que la postularán. Si eso no es un triunfo de la ciudadanía, no entiendo qué otra cosa puede considerarse como tal.
Yo sé que Cervantes jamás escribió nada de perros ladrando y caminantes. Pero bien podría aplicarse a esto. Si los lopezobradoristas ladran, es porque Xóchitl sigue avanzando.
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