La 4T es una entelequia orgánica. Por eso se mueve, se metamorfosea. Siempre entorno a la entidad que encarnó, al líder, al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador; quien tiene como propósito y destino la creación de un mito a través de la promoción e impulso de esta corriente política. Una ficción que funge como esencia misma del régimen y del movimiento que encabeza el tabasqueño.
La fuerza de Morena radica en su propia fábula. De esta quimera del lopezobradorismo prorrumpió la mitocracia obradorista. Se trata de una nueva forma de hacer propaganda. Estamos hablando de un leviatán del populismo cuyos tentáculos llegan a la maquinaria electoral, a la censura, al culto a la personalidad, a la neo inquisición, al tribunal cibernético, a la reiteración incesante del discurso, a la manipulación de las masas, al clientelismo, a la hegemonía partidista, al totalitarismo y a la militarización.
El único obstáculo o reto genuino al que se enfrenta esta ola, esta idea, es la sucesión presidencial. Los antecedentes históricos de este tipo de fenómenos políticos siempre dictan que en todas las ocasiones se dinamitó todo tipo de principio democrático por considerarse estorbo. Sin embargo, esta vez será la excepción. López Obrador no se reelegirá. Habrá relevo. No sólo por lo disuasorio que pueda ser la historia, ya que sabemos que desde la segunda vez que se postuló la máxima de Sufragio Efectivo, No Reelección, quienes han intentado contrariarla, han tenido destinos funestos. No. Creo que el cansancio y el desgaste también son factores. Es lógico que el presidente esté cansado, agotado. El camino ha sido largo y recorrido todo a pie descalzo.
¿A quién se le entregará la estafeta para continuar con esta epopeya selvática?
Creo que será a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Lo creo así por múltiples y distintas razones. La primera y más simple: porque así quiere que suceda Andrés Manuel; porque Sheinbaum Pardo le genera confianza fraternal y López Obrador le tiene afecto paternal. Además, que al anecdotario se le sume la reivindicación feminista, haría de esta historia una parábola más romántica. Andrés Manuel López Obrador sería el arquitecto y propulsor de la culminación de la lucha de género y del empoderamiento de la mujer en el país.
Sheinbaum sería la primera mujer en llegar a la presidencia de México. Colofón espectacular. Transformación tangible e histórica.
Por otro lado, considero que Claudia Sheinbaum podría silenciar un poco la política. Al no ser una figura tan politizada como AMLO, un eventual gobierno divorciado de la grilla aplacaría un poco la actual estridencia social y podría ayudar a que se transite a la tan necesitada reconciliación nacional. Vendría bien un contrapeso técnico e intelectual a tanta demagogia. Urge callar tanto ruido.
Aunado a lo anterior, la jefa de gobierno de la Ciudad de México ha logrado entregarle a los capitalinos resultados palpables y ciertos en dos materias que preocupan y angustian a los mexicanos: seguridad y educación. Así como en ciencia y tecnología y en conciencia ambiental.
Ahora bien, Sheinbaum se enfrenta a dos retos titánicos: el primero, al dilema del proselitismo lopezobradorista. En primer lugar, porque le resultará complicado encantar a AMLO y al mismo tiempo persuadir a detractores de la actual administración. Esto significa un embrollo complejo y laberíntico, ya que debe hacer campaña para un presidente polarizador y al mismo tiempo convencer a todos los mexicanos. Por otro lado, el lopezobradorismo le afecta con la sombra de una suerte de nuevo Maximato. A quienes no simpatizan con el tabasqueño les aterra que su sexenio se prolongue disfrazado de otro presidente o presidenta. Y el machismo mexicano juzga más vulnerable a la mujer. Gatopardismo al estilo Elías Calles en el siglo XXI. Con tintes tropicales. Y quizás eso también mueva a Andrés.
Otro gran problema para Sheinbaum es que en su desapego a la grilla idiosincrática no ha logrado darse a conocer en el país. Eso la obligará a tener que dejar el cargo anticipadamente y promocionarse en el territorio nacional. Esta decisión debilitará al oficialismo en la Ciudad de México. Pero será crucial que Claudia la tome si aspira a ser la candidata de Morena y no nada más de López Obrador.
Así las cosas, opino que, aunque Sheinbaum llegase con amplias posibilidades de triunfo sí acabara siendo erigida como la candidata presidencial del oficialismo. No obstante, en el camino deberá despojar de cualquier mancha de sexismo su mérito; darse a conocer, lo que implicará seguir literalmente los pasos de su antecesor; tendrá que saber medir con exactitud los tiempos políticos para que una vez habiendo logrado la gracia del presidente, inmediatamente deslindarse de él sutilmente, pero de forma clara. Imitar a AMLO no le servirá para la segunda etapa de la campaña. Porque 15 millones de votos pueden ser muchos, pero pueden no ser suficientes. Contará con la estructura de Morena, operarán más de veinte gobernadores y gobernadoras a su favor, la maquinaria electoral trabajará a todo vapor. Pero no podrá dormirse en sus laureles.