Un presidente convocando a sus seguidores a un informe en el Zócalo, una de las plazas públicas más grandes del mundo, a un informe para conmemorar la mitad de gobierno. Cientos de miles de personas que atienden su llamado, a mitad de la semana, desde todas partes de la república e incluso de los Estados Unidos. Un discurso en partes incendiario... y una oposición que a tres años y medio de una derrota brutal en las urnas, sigue sin entender nada.
Tendríamos que remontarnos casi un siglo para encontrar un fenómeno similar en México, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas del Río. Un presidente con una amplia base popular (más del 70% de aprobación, de acuerdo a encuestas recientes) y en contacto constante con sus gobernados.
Mientras tanto, la oposición se desdibuja entre distintos “frentes” y “asociaciones” integradas por los mismos rostros de siempre, cartuchos “quemados” que difícilmente atraerán nuevos seguidores y cuya “propuesta” opositora consiste únicamente en decir “no” a todas y cada una de las propuestas del actual mandatario.
No existe en la historia reciente un antecedente de un presidente que ponga a disposición de sus detractores su propia cabeza en un ejercicio democrático como lo será la consulta de revocación de mandato. Y el antecedente que se sentará (es prácticamente imposible a estas alturas que AMLO sea echado por los ciudadanos) es sumamente importante: no tendremos que sufrir más sexenios desastrosos como los de Fox, Calderón y EPN, por señalar únicamente los más recientes.
El presidente y sus seguidores mostraron este miércoles que su “músculo” político está intacto pese a dos años de una durísima pandemia y una crisis económica en el 2020. La oposición, carente de argumentos, no tendrá otro argumento más que inventar supuestos “pagos” a los “acarreados” que llenaron un “Zócalo a medio llenar”, sin importar lo descabellado y contradictorio de estos argumentos.
Pobres de ellos. Al paso que van, no recuperarán el poder en 20 años, o más.