Guatemala, El Salvador, Honduras y Cuba están en el primer círculo de la seguridad nacional de México. La visita del presidente AMLO a estos países no es una gira internacional más. Es un viaje al corazón de los principales desafíos de la seguridad nacional de nuestro país.
Los discursos públicos y conferencias de prensa del presidente de México enfatizaron pasajes de la historia de nuestros vecinos centroamericanos y del Caribe. AMLO también subrayó la importancia de la cooperación en dos programas consentidos del gobierno de la 4T: “Sembrando Vidas” y “Jóvenes Construyendo el Futuro”. Pero los temas centrales de las conversaciones fueron migración y lucha contra la delincuencia organizada. Seguramente también estuvieron los temas de la presencia, cada vez más intrusiva, de Rusia y China en la región.
El presidente AMLO quisiera hacer política exterior desde su plataforma de la 4T. Pero la realidad geopolítica es un desafío ineludible. Aunque la Cancillería se esfuerce por diseñar una política exterior razonable, la ejecución es cosa aparte.
Tal vez hay temas puntuales sobre los que deberíamos reflexionar ante este viaje del presidente:
- No se debería personalizar la política exterior. El “encanto” que podría tener AMLO entre sus colaboradores y simpatizantes en México no es trasladable a la política exterior de un país.
- AMLO ha dado saltos mortales. Pasó del “pensamiento analítico”, cuando se preparaba para ser candidato, al “pensamiento político”, cuando estaba en campaña. Pero ahora está en el pensamiento soberano: “yo soy México”. Y esto entraña un alto riesgo.
- Tal vez AMLO cree que los jefes de estado con los que se reúne tienen mucho en común con él. El presidente de México cree que las mismas habilidades que tiene para conducir la política interna pueden aplicarse en política exterior. No es así.
- Las relaciones personales pueden ser engañosas. Cuando un jefe de estado cree que la fuerza de su personalidad logrará desviar la atención de los líderes de otras naciones de lo que son sus propios intereses, es una receta para el fracaso.
- En política exterior, hay respeto a los principios; hay respeto al poder real o imaginario de un país. Pero no hay necesariamente respeto al carisma doméstico de un jefe de estado.
- Aunque el equipo de AMLO crea que los líderes de los países centroamericanos y del Caribe tienen los mismos instintos que los del jefe de estado mexicano, ellos se ven limitados por sus propias políticas e intereses internos, a pesar de lo que se diga en las conversaciones y discursos. Se van a distanciar de México cuando así lo necesiten.
- En política exterior, la retórica y las decisiones de un jefe de estado deben alinearse y corresponderse. Una línea dura de discurso sobre los principios, que no se corresponda con las acciones, generará desconfianza.
- Si AMLO decide marcar líneas rojas en el discurso, estas deberán mantenerse. Su equipo no deberá tropezarse con ellas.
- No conviene ser ni conflictivo ni complaciente. La incoherencia entre la retórica y las acciones es interpretada por amigos y enemigos como una debilidad.
- AMLO no debería esperar que otros hagan el trabajo de liderazgo por él. Tiene una gran tarea por delante. Se retiró de lo que ocurría en el mundo durante la primera mitad de su gobierno. Insistir que lo único importante era la política interna resultó insostenible. Ahora tiene que ponerse al día.
- En política exterior, el liderazgo en la región no se puede subcontratar. Es esencial lograr el apoyo multilateral para las políticas propuestas por México.
- Se requiere un idealismo pragmático, ser flexible, hablar con los adversarios y cambiar el rumbo cuando sea necesario.
- Aunque el discurso de la 4T se base firmemente en valores, tendrá que apreciar la complejidad del escenario internacional real. En el primer círculo de la seguridad nacional de México hay un mundo de decisiones difíciles y concesiones dolorosas. Este es el mundo real en el que el gobierno tiene que vivir, decidir y actuar.
- México es una potencia cultural. Nadie en Centroamérica o el Caribe podría desafiar nuestra fortaleza. La forma en que México use este poder determinará si la preeminencia de nuestro país continúa durante muchos años. México debería sentirse cómodo usando su poder cultural, su poder suave, en la región. El continente está cambiando rápidamente. Si no lo hacemos nosotros, otros sí lo harán.
- Sin embargo, el poder de México es limitado. Aunque quisiéramos, no podemos ofrecer toda la cooperación económica que necesitan nuestros vecinos del sur. No podemos resolver todos sus problemas. La migración es producto de la realidad económica, social y de seguridad de esos países.
- Aunque siempre es preferible actuar de manera coordinada y multilateral, México debe estar preparado para actuar unilateralmente cuando la situación lo requiera. Nuestros intereses vitales estarán en juego en los próximos meses y años.
- México no puede aislarse de la región. Necesitamos aliados confiables. Los conflictos se solucionarán con coaliciones. No bastará el liderazgo personal de un jefe de estado. Se requiere mucho trabajo en reuniones bilaterales y en foros de cooperación multilateral. Es momento de pensar en algunos otros mecanismos novedosos.
- México debe usar todos los medios a su alcance para hacer frente al reto de la migración y las actividades de la delincuencia organizada.
- Tenemos principios de política exterior. Somos consistentes. Los valores son muy importantes, pero no es lo único que tenemos. Se requiere flexibilidad. No podemos aferrarnos a las analogías de la historia mal usadas. Cuando la realidad cambia, debemos estar preparados para hacer los ajustes necesarios y cambiar.
- No vivimos ni en un mundo perfecto ni en una región perfecta. Por eso tenemos que lidiar con regímenes autoritarios. Debemos estar preparados para hablar con todos.
El apoyo interno, el consenso, la unidad nacional, son vitales para cualquier política exterior exitosa. El realismo y el idealismo siempre tienen límites. Debemos tener profundas convicciones. Pero también debemos ser pragmáticos.
El desafío de la seguridad nacional de México es monumental. El presidente AMLO no puede darse el lujo de tomar decisiones de política exterior de la misma manera que lo hace en las mañaneras. Se requiere consistencia estratégica. Lo que diga el presidente AMLO en su viaje se tomará mucho más en serio en el exterior. Un paso en falso grave cometido puede poner en riesgo al país.
El proceso de toma de decisiones en materia de política exterior y seguridad nacional, importa, y mucho. Si hay un proceso efectivo de toma de decisiones, su política de seguridad nacional será exitosa. Si el proceso es disfuncional se echan a perder los planes y objetivos mejor intencionados desde la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Cuando nos adentramos en el mundo de la seguridad nacional, el papel del presidente es tan determinante y la influencia personal es tan amplia que la responsabilidad no puede recaer en ningún otro lugar. Su personalidad supera todos los demás factores. Se requiere una política exterior y de seguridad nacional que funcione con el estilo de gestión del presidente. El presidente es quien decide, y el proceso tiene que ser uno que se adapte al presidente.
Los presidentes toman decisiones de vida o muerte. Sus propuestas pueden cambiar la práctica internacional de la región; pueden afectar la economía y la seguridad de nuestro país. Un mal proceso de toma de decisiones echa a perder una potencial buena política pública. El presidente es el dueño del proceso.