El lunes pasado se celebró el Día del Maestro. Aprovecho estas líneas para expresar mi reconocimiento a los maestros mexicanos que con su trabajo y dedicación diarios contribuyen al forjamiento de un mejor futuro para los niños y jóvenes de México. No hay duda que entre las filas del SNTE existen valiosos hombres y mujeres que merecen toda la admiración pública. Sin embargo, desafortunadamente, el sindicato de maestros, como gremio, ha servido más a intereses políticos que al mejoramiento de la educación.

El SNTE es un poder fáctico, es decir, si bien no se trata de una autoridad legítima del Estado mexicano, sirve en los hechos como una herramienta de presión política. Así ha sido el caso desde su fundación, en consonancia con la mayoría de los sindicatos mexicanos en el México posrevolucionario. Ante el vacío de poder y la ausencia de gobernabilidad provocados por años de lucha, los sindicatos fueron utilizados por los presidentes en turno y por los gobernadores para sacar adelante sus agendas políticas.

Los sindicatos, por su parte, en su alianza tácita con el Estado, ejercieron el poder de su influencia y los votos de sus agremiados para chantajear a los gobernadores con el propósito de designar las plazas de maestros, nombrar a secretarios de educación de las entidades, y con ello, controlar de facto la política educativa.

El lector seguramente recordará cómo Felipe Calderón ganó las elecciones presidenciales de 2006 gracias, en buena medida, al apoyo de Elba Esther Gordillo y con los votos del SNTE. Acto seguido, con Josefina Vázquez Mota instalada en la Secretaría de Educación, el gobierno federal no movió un dedo en contra de los intereses del sindicato.

En el marco del Día del Maestro, Morena, populista hasta la médula ósea, circuló en sus redes un vídeo en el cual acusa al PRI, a Enrique Peña Nieto y a Claudio X. González de haber buscado, con la Reforma Educativa de 2013, la privatización de la educación pública. ¡Nada más lejano a la verdad! Yo invito al lector a echar un vistazo a la reforma al artículo tercero constitucional y a las leyes secundarias surgidas de aquella reforma, e identificar un elemento ¡uno solo! que pudiese sugerir que el Estado mexicano buscaba entregar la educación a particulares.

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Por el contrario, la Reforma Educativa de 2013 tenía el objetivo de devolver al Estado mexicano la rectoría de la educación, despojando al SNTE de su poder de designación de las plazas de maestros, y con ello, con el tiempo, ser capaces de introducir cambios sustantivos en las aulas.

Esta narrativa lopezobradorista, mañosa y mentirosa, ha estado cínicamente dirigida a ganar el apoyo del SNTE y los votos de sus millones de agremiados. Así lo hizo en 2018, y sin costo político alguno, desmanteló la Reforma, abrogó la Ley del Servicio Profesional Docente e hizo desaparecer al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación del artículo tercero constitucional.

Con estas acciones, sumado al nombramiento de la impresentable Delfina Gómez al frente de la Secretaria de Educación, AMLO asestó el golpe fatal a una reforma bien intencionada, que fue el resultado de un consenso entre los principales partidos políticos, y que además, contaba con la aprobación de la mayoría de los mexicanos.

AMLO y el SNTE no son aliados de la educación. Por el contrario, han dado muestras de su desdén hacia la importancia de la calidad educativa, y han priorizado sus agendas políticas en detrimento del interés general de los niños y jóvenes de México.