Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es un genio político-electoral. Su genialidad se fue forjando con el paso del tiempo, con las décadas; y es consecuencia de múltiples campañas políticas, de la experiencia; de haber experimentado tanto el fracaso, como el triunfo; como también la trampa.

El lopezobradorismo es la puesta en escena del discurso inagotable de AMLO. Por eso denominamos a su forma de hacer gobierno como la mitocracia.

La brillantez del tabasqueño en materia electoral se manifiesta en la paulatina usurpación del imaginario colectivo de millones de mexicanos. Mediante la repetición sistemática de un mensaje, el presidente de la república ha construido una realidad alterna, donde sus simpatizantes encuentran cobijo y sosiego. La entelequia erigida con el ruido incesante de la voz lopezobradorista es el refugio para quienes buscan esconderse de lo que realmente es este país.

Al haber logrado suplir con palabras a los datos, López Obrador garantizó su popularidad. Porque la gente lo juzga por sus intenciones, por sus promesas, por su pregón; y no por los resultados. s

Otro gran triunfo de la prédica oficialista ha sido la polarización; pues al imponerse una visión binaria y maniquea de la realidad nacional, el oficialismo ha logrado acotar a su auditorio. De esta forma ya sabe a qué sector de la sociedad dirigir sus soflamas, para atizar ánimos y emociones, para cautivar y capturar sus conciencias.

Las columnas más leídas de hoy

Así México se volvió estridencia. La polarización ha devenido una orquesta que Andrés Manuel dirige a su conveniencia. Polarizó inmediatamente después de su triunfo promoviendo entre los suyos un animo revanchista.

Luego polarizó a los medios de comunicación. Toda opinión que no fuese un panegírico al liderazgo de Obrador, debía considerarse como calumnia. Ha polarizado las industrias, a la sociedad, a la política. Ahora polarizó a su propio movimiento entre simpatizantes de Sheinbaum y simpatizantes de Ebrard.

Hoy en día pareciera ser que la sucesión presidencial únicamente ocurre en el espectro oficialista.

Las oposiciones no logran salir de ese trance, de ese estado obnubilado en el que se quedaron desde hace cinco años. No logran organizarse ni despertar.

Para que las oposiciones despierten, primero deben salir del embrujo en el que las tiene AMLO, que ha logrado hacer eco de la crítica opositora.

A López Obrador le conviene que los opositores se mantengan en la orquesta de la polarización. Para que los pueda seguir conduciendo.

AMLO conduce a la orquesta de la polarización dictando agenda.

Si las oposiciones postularan candidaturas que contrasten, polaricen y hostilicen con el oficialismo, estarían cayendo en el juego de Andrés. Le estarían yendo a jugar a su cancha, de visitante, dirigiéndose inexorablemente a una derrota por paliza.

Ya es momento que las oposiciones entiendan que para poder hacer frente a los oficialistas deben romper el paradigma implantado, salir de la espiral de polarización. Tendrán que hacerlo, en primer término, buscando candidatos entre la ciudadanía; las dirigencias y cúpulas partidistas de los partidos opositores deberán delegar la organización de la sucesión presidencial a la sociedad civil. Si no lo hicieran, jamás convencerán.

Para que un candidato opositor pueda ser competitivo debe ofrecer una postura conciliatoria. Sobre todo, frente al electorado. No puede insistirse en el insulto a los simpatizantes del lopezobradorismo; pues la popularidad del presidente es innegable y más grande de lo que se piensa.

Una candidatura opositora que contrastase intensamente, sería vilipendiada. Además, abonaría a la narrativa oficialista polarizadora. Con ello, se cerraría las puertas cognitivas de millones de electores susceptibles a cambiar de opinión.

Una candidata o candidato que polarice con el lopezobradorismo dejaría el tablero preelectoral tal y como está actualmente. Es decir, con una clara ventaja del oficialismo rumbo a los comicios federales de 2024.

Si se insiste en una alternativa divergente, se dependerá única y exclusivamente de los indecisos; y si no se lograra emocionar, sacar a la gente a las calles, como un fenómeno político sin precedente, la oposición encaminaría su campaña a una derrota escandalosa.

Sin duda vencer al abstencionismo es un reto para las oposiciones; empero no pueden depender de ello. Si no de esto y más.

Para ganarle al oficialismo, las oposiciones deberán hacer magia. Y replicar el modelo lopezobradorista es todo menos mágico. Es postizo y absurdo.

Mientras Andrés Manuel López Obrador se le siga anticipando a la oposición, seguirá prediciendo cada jugada encausada a quitarles la presidencia.

Así no podrán ganas las oposiciones. Deberán ponerse creativos y esperar el milagro.