El día de ayer el presidente AMLO encabezó una ceremonia conmemorativa al Día de la Maestra y del Maestro (olvidando nuevamente las reglas sobre el uso del masculino genérico en el español) en la Secretaría de Educación Pública. Acompañado por la secretaria Delfina Gómez, el jefe de Estado expresó su apoyo al magisterio y prometió mejorar sus condiciones económicas. Desafortunadamente, el apoyo al magisterio se ha alejado progresivamente del interés verdadero de la educación. Enseguida, hago un breve repaso.

Con motivo del término de la Revolución Mexicana y del afianzamiento del PRI como partido de Estado, los sucesivos presidentes buscaron perpetuar la presencia del Revolucionario Institucional con la consolidación de alianzas sindicales que sirviesen como base electoral. Eso se tradujo, a la postre, en el forjamiento de un pacto perverso que ha tenido de rodillas al sistema educativo nacional.

A raíz de la creación del Sindicato Nacional para Trabajadores de la Educación (SNTE) en 1943, el gobierno federal y los gobiernos estatales buscaron incesantemente utilizar al gremio magisterial con fines políticos. Ante el vacío provocado por las fallas estructurales de Estado, grupos subversivos dentro del SNTE utilizaron la presencia de su sindicato para chantajear a los gobiernos. A través de su ejercicio de “cabildeo” los líderes sindicales “negociaban” ante los gobernadores el nombramiento de funcionarios de las secretarias de educación estatales a cambio, quizá, de votos, o simplemente, de jugar un papel principal en la conducción de lo que ellos interpretaban como “política educativa”

La reforma educativa de 2013 buscaba justamente brindar orden al sistema educativo. Mediante a Ley del Servicio Profesional Docente el Estado recuperaba la rectoría de la educación. A través de los concursos de evaluación, se valoraba la idoneidad de los postulantes para obtener una plaza docente, a la vez que se ofrecía a los maestros en activo la oportunidad de hacerse merecedores de una promoción.

Esta reforma provocó, desde luego, reacciones negativas en aquellos maestros que no querían someterse a la evaluación, y aún más, a los docentes negligentes que consideraban que las plazas eran hereditarias o que eran el resultado de una promesa hecha por la cúpula sindical.

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Desafortunadamente para los intereses de la educación, AMLO, apoyado incondicionalmente por la mayoría morenista, decidió en 2019 optar nuevamente por las viejas recetas. Es decir, con la reforma al artículo 3º. Constitucional y con la abrogación de la Ley del Servicio Profesional Docente, el SNTE recuperó sus capacidades para imponer a los gobiernos de las entidades sus decisiones. De esta forma, los intereses gremiales (muy lejanos de lo que mejor conviene a los niños y jóvenes de México) ganaron nuevamente terreno.

Los intereses de la cúpula magisterial y de los maestros disidentes no coinciden con la buena fe y la genuina dedicación de todos los docentes que creen verdaderamente en su profesión y en el colosal impacto de su trabajo sobre millones de niños y jóvenes mexicanos que cursan la educación pública.

El presidente AMLO dio la espalda a la educación en 2019 con la renovación del pacto perverso con el SNTE, con la CNTE y con los poderes fácticos que han mirado únicamente hacia sus propios intereses, en detrimento del futuro de los niños y jóvenes de México.