AMLO, para infortunio de los mexicanos, entremezcla conceptos . Entiende a la jefatura del Estado como el púlpito presidencial para descalificar a sus opositores o cualquier voz o pluma contraria a los principios que él jura enarbolar. En este contexto, la querella mediática entre el presidente mexicano y el periodista Carlos Loret de Mola ha puesto nuevamente de manifiesto la corta estatura de Estado del presidente mexicano.

El pasado lunes AMLO, en su mañanera, difundió información sobre una supuesta propiedad de Loret. Se trata de un departamento en la colonia Polanco, cuyo valor ascendería, según el presidente, a más de 120 millones de pesos. Los ataques de AMLO contra Loret se insertan en el contexto de la guerra mediática desatada a partir del reportaje de Latinus y Mexicanos contra la Corrupción en torno a una supuesta casa rentada en Texas por el hijo mayor del presidente. El lector recordará que los ataques públicos contra Loret iniciaron con el despliegue de los supuestos ingresos de Loret como periodista.

El objetivo de AMLO es, a todas luces, descalificar a Loret, pues justamente es lo que mejor sabe hacer el presidente: descalificar moralmente a sus opositores (tachándoles como corruptos, ladrones, traidores a la patria) con el propósito de menguar su credibilidad pública, y a partir de ello, aludir a su “ausencia de autoridad moral” para buscar sacudirse sus críticas.

Se trata, en otras palabras, de una cobarde estratagema populista: hacer uso del púlpito presidencial, aprovechándose de su propia popularidad, para denostar a periodistas. Así, una vez que Loret u otro periodista haya publicado una nota contraria a los intereses de AMLO, el tabasqueño replicará con un embate contra la integridad personal del opositor. De esta forma, el contenido de la nota (trátese de un reportaje sobre algún supuesto caso de corrupción del presidente, de su familia o de algún integrante de su administración) habrá perdido credibilidad, y AMLO saldrá ileso del escándalo.

AMLO es el genio de la distracción. El avión presidencial, las consultas populares, los reclamos al rey de España, el penacho de Moctezumo o la guerra contra Loret de Mola son muestras tangibles de un jefe de Estado que rehusa asumir sus responsabilidades, y ante el fracaso y la impotencia, opta por desviar la atención pública.

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El presidente AMLO se supera a sí mismo. Sus ataques contra Loret traslucen una enana jefatura de Estado. En vez de repartir acusaciones contra aquellos que osan poner en duda su integridad o de miembros de su familia, el presidente está jurídica y moralmente obligado a asumir plenamente el honor que le fue conferido por el pueblo de México, y trabajar para resolver los innumerables problemas que aquejan al país.

José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4