Hace unos años anticipaba el peligro inminente que la figura de la revocación de mandato podría representarle a quien quiera que suceda a Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de la república. Porque es un hecho que el tabasqueño cuenta con una inmensa popularidad que se traduce en prácticamente quince millones de votantes que conforman el voto duro del lopezobradorismo. Esa cantidad de electores claro que pueden revocarle el mandato a cualquiera.
En primer lugar, porque quienes participarían en un ejercicio como tal serían los entusiastas del obradorismo. La oposición no ha abonado al debate en torno a este tipo de consulta.
Por otro lado, es evidente que las huestes de AMLO saben que pueden fungir como una herramienta política para presionar al presidente en turno.
Bajo la amenaza de la revocación, Andrés Manuel podría imponer su agenda a su sucesor o sucesora. Tanto en lo legislativo como en lo político.
Sin embargo, los escándalos de corrupción protagonizados por los hijos de López Obrador, sus hermanos y allegados, podrán servir de blindaje a la próxima presidenta a efecto de protegerse de una posible intimidación que pretendiera ejercer Andrés Manuel mediante la figura de la revocación de mandato.
Ahora, tanto Claudia como Xóchitl, podrán protegerse de AMLO con la fiscalía. Si las llega a amedrentar o presionar, bien podrían repeler el ataque abriendo expedientes a sus familiares y amigos que se han cansado de transar.
Los sobres amarillos, las mansiones, los contratos millonarios, los audios y el descarrilamiento del tren son actos de corrupción e inmoralidad que seguramente quedarán impunes durante este sexenio. Pero el próximo, quién sabe.
Los últimos presidentes de México han iniciado sus administraciones afianzando su legitimación encarcelando políticos o familiares de políticos. Si el actual presidente no quiere acabar en Fiyi como su mentor, o con parientes en lugares mucho peores, tendrá que saber dejar el poder y cumplir su palabra de retirarse en “La Chingada”.
X: @HECavazosA