Segunda parte

Una vez que ha culminado la gesta olímpica de París 2024, inexorablemente se precisa proceder a realizar un análisis, una revisión de los resultados obtenidos por la delegación mexicana, y encontramos lo que sin duda representa un trago amargo; me refiero a la exigua cantidad de medallas, solo cinco y ninguna de oro, habiendo terminado en el lugar 65 del medallero, siendo superados por países como Santa Lucía, Uganda y Guatemala, que pudieron conquistar al menos una presea dorada.

La pobre cosecha de metales para los mexicanos en París, siendo que solo se lograron tres de plata y dos de bronce, apenas supera los cuatro bronces de hace tres años en Tokio. Y por donde quiera que se le vea, se tiene que reconocer existe un dejo de fracaso en el deporte azteca bajo la égida del actual régimen encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

Por más que podamos señalar, quizá sin mayor elemento que lo visual y lo emocional, la falta de claridad en algunas decisiones de los jueces en ciertas disciplinas, y enojarnos, y rasgarnos las vestiduras y pensar que actuaron de tal forma porque odian a México y por ello mostraron amonestaciones, expulsiones, y calificaciones injustas, lo cierto es que no se puede cerrar los ojos ante lo evidente y pretender justificar con excusas quizá hasta infantiles, que no se puede ganar lo que no se trabajó para lograrlo. Y aquí quiero ser muy preciso y contundente; no me refiero a los atletas, esto es una crítica y un reproche a quienes administran y dirigen el deporte de alto rendimiento en nuestro país.

No se puede seguir consintiendo lo que ocurre en la administración federal en torno a la autoridades del deporte. Y hablo concretamente de la titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, Ana Gabriela Guevara, quien para desgracia de los atletas mexicanos, asumió el cargo habiendo sido designada por el presidente Andrés Manuel López Obrador en diciembre de 2018.

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Lo que más indignación provoca es que sea ella, justamente, quien haya tenido actitudes reprochables para con los atletas, siendo que fue una de ellos. Retirarles apoyos económicos; estímulos, becas, viáticos, apoyo multidisciplinario, quitarles a sus entrenadores, y una serie de bajezas, son actos de una persona resentida, amargada, y que, como lo escribí en una colaboración anterior; “Ana le perdió el amor al deporte y se dejó llevar por el oro”.

Guevara gozó en su momento de todo el reconocimiento de los mexicanos. Se convirtió en orgullo nacional. Los días en que tenía participación en alguna justa deportiva de carácter internacional el país se paralizaba para verla.

Fue en el año 2000 cuando ingresó a la élite mundial de los 400 metros planos.

En la final de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 obtuvo el quinto lugar y cuatro años después, en los Juegos de Atenas 2004 se convirtió en la primera mujer en la historia de México que conquistaba una medalla olímpica en los 400 metros lisos, al obtener el metal plateado, justo un año después de haberse proclamado campeona mundial en París 2003.

Tras su retiro del atletismo, incursionó en la política. Fue candidata del Partido de la Revolución Democrática (PRD) a jefa delegacional en la Miguel Hidalgo en la capital del país en las elecciones de 2009. Fue senadora por su natal Sonora para el periodo 2012-2018, electa por representación proporcional por el Partido del Trabajo (PT). Fue diputada federal por el PT por Sonora desde septiembre hasta diciembre de 2018 fecha que dejó el cargo tras ser nombrada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, directora de la CONADE.

Y si bien ya su actuación en la política había causado cierto escozor por decisiones y posicionamientos polémicos, su llegada a la CONADE y su desempeño han provocado un descontento y repudio casi generalizado.

En la columna “Ana le perdió el amor al deporte y se dejó llevar por el oro”, ya me refería a ella como “quien se ha revelado como la peor enemiga del deporte en México”.

“La corredora de pista debe ser quizá la más inoperante, ineficaz y la más señalada por los mexicanos como indigna dirigente del fomento deportivo en el sector gubernamental de la historia mexicana, principalmente porque habiendo sido ella atleta y habiendo recibido los mayores apoyos, ella se los ha venido negando a las nadadoras y los nadadores que participan con la representación del seleccionado mexicano”.

Salvador Cosío Gaona

Ana carga con el fardo de la acusación de malos manejos financieros. Los múltiples señalamientos de corrupción, o por decirlo de una manera menos severa ‘el señalamiento de desorden administrativo’ por cómo lleva las finanzas de la comisión, lo que es de dimensiones escandalosas.

Pero el tema es que la sonorense nos ha mostrado su peor cara -y vaya que son muchas- al no solamente haber fallado incumpliendo su responsabilidad como funcionaria y más como deportista, si no al menoscabarle o hacer nulo el respaldo a los deportistas integrantes de la delegación mexicana, habiendo muchos de ellos tenido que sufragar sus gastos para llegar a la competición.

La sonorense ha llegado al grado de la burla. Nadie puede olvidar sus palabras para con las integrantes del representativo de nado sincronizado, a quienes textualmente las mando a vender calzones y Tupperware para soportar gastos.

Una vez que no se alcanzaron las nueve medallas que pronosticó se conquistarían en París, se ha vuelto a mostrar altanera, egoísta, inhumana, insensible y prepotente.

Fue una buena atleta pero es una pésima funcionaria pública y la más aberrante dirigente y líder del fomento deportivo del sector público.

En las cuentas, Ana Guevara nos sale debiendo. Y queda de manifiesto la urgencia de una modificación sustancial en la política pública del fomento deportivo y en revisar cómo dejar de lado las corruptelas de que han sido víctimas deportistas y promotores deportivos. Ojalá la próxima presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, no comenta el error de ratificarla en el cargo, porque sería un golpe al deporte del que ya sería muy difícil recuperarse en el corto tiempo.

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