Mientras estoy viendo llorar a medio México tras el resultado del partido, aquí, como suelo estar cuando reflexiono y permito que los recuerdos fluyan, leo diferentes comentarios en chats y en portales de noticias sobre la marcha de mañana en la Ciudad de México para conmemorar los cuatro años de este gobierno de la Cuarta Transformación.

De aquí, de Veracruz, saldrán en pocas horas varios camiones con cientos de personas que van por gusto, por convicción, a acompañar al presidente en tan importante evento.

A pocos o nadie le importa que les critiquen por “chairos” o acarreados.

En honor a la verdad no conozco quien me diga que le dieron dinero o van obligados.

Andrés Manuel ha llenado el Zócalo capitalino desde hace muchos años y la gente que lo sigue lo hace con gusto, y quién no lo crea, lo mismo da.

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Desde temprano tengo todo listo para viajar.

No podría dejar de asistir al evento más importante para quienes estamos convencidos que Andrés Manuel López Obrador ha tenido un gobierno de aciertos.

Voy contenta y emocionada, porque allá me reuniré con mi hija, ya una señorita de 18 años que dejó la casa materna hace meses para estudiar en la capital y mañana marchará conmigo .

Fátima, desde muy pequeña ha sido partícipe de mi simpatía y aprecio por el hoy presidente de México.

Iba a cumplir dos años de edad cuando  viví el dolor y frustración ante el fraude del 2006, cuando el impresentable Felipe Calderón se robó en forma descarada la elección.

Aún recuerdo su carita cuando exigimos a gritos el “voto por voto, casilla por casilla” y cómo, dentro de su inocencia, ella aplaudía y bailaba cuando las llamadas Adelitas, con mi querida amiga Julia Klug al frente, entonábamos el conocido estribillo: “Andrés, Andrés, qué tienes Andrés”.

Por los ojos de una niña, hoy ya una mujer, pasaron años de lucha del actual presidente de México y aunque no sé de cierto si seguirá mis pasos, si será simpatizante de gobiernos humanistas que sucedan a Andrés Manuel o tendrá otras preferencias políticas, mañana se une con nosotros en la marcha y está feliz por apoyar y convivir con el contingente de jóvenes obradoristas que nos acompañan y con los cuales tiene una buena amistad.

Perdone usted, amable lector, que la emoción me gane.

Pero ver en paralelo los años de lucha del presidente López Obrador con el crecimiento y desarrollo de mi hija, me conmueve y entusiasma.

Nosotras dos, madre e hija, somos solo una pequeña parte de millones de ciudadanos que con seguridad tienen una historia que contar.

La nuestra, como la de Andrés Manuel, es una historia de lucha y de amor.

Amor a México, a la familia, a la unidad, al respeto, al prójimo.

Y el amor junto a la perseverancia solo da por resultado el éxito.

Finalizo estás líneas con unas palabras extraídas del inmortal Don Quijote de la Mancha, y que creo, sin temor a equivocarme, encajan perfectamente en la celebración que viviremos en unas horas, donde celebraremos el triunfo de un gobierno representado por un hombre que ha sido respaldado por millones de personas que aún lo apoyamos:

“Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos y, sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén”.