Es evidente la pérdida total de brújula que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien para satisfacción de su enorme ego llamó a celebrar el quinto aniversario de su victoria electoral de 2018 como le gusta y como acostumbra; un acto suntuoso en el Zócalo de la capital del país con acarreados de todos los rincones del territorio mexicano, principalmente traídos desde sitios donde su partido es gobierno; aunque su discurso más que festejo reflejó un desproporcionado de enojo y una descomunal furia que se podría interpretar como la frustración ante los escasos logros qué presumir y el escozor que le provoca el hecho que sus adversarios hayan podido redondear un Frente Amplio Por México que evidentemente ya le está causando al menos dolores de cabeza, y vaya usted a saber qué más.
Absurdamente, el presidente convoca a una fiesta en la que el festejado es él. Nadie le discute su perseverancia para después de tantos años finalmente haber alcanzado su mayor sueño de convertirse en presidente de la República Mexicana. Efectivamente, una porción de mexicanos le concedió el privilegio (30 millones 113 mil 483 sufragios) de catapultarlo presidente, pero conforme ha transcurrido el tiempo, quienes no votaron por él y no pocos de los que sí lo hicieron, nos seguimos cuestionando ¿para qué exactamente quería llegar al poder? Porque lo que se observa es que o no supo o no pudo o no quiso gobernar.
Si hacemos un somero repaso entre sus principales propuestas de gobierno, veremos sus fracasos:
El sistema de salud no está como el de Dinamarca.
Por el contrario, desapareció el Seguro Popular en detrimento de 15 millones de personas que se encuentran sin acceso a servicios de salud públicos.
Generó el mayor desabasto de medicamentos en toda la historia de nuestro país. Hoy hay 5 veces más recetas sin surtir que en 2018.
El gasto privado en medicamentos de los mexicanos se elevó 40% entre 2018 y 2021.
Dejó a miles de niñas y niños sin vacunas.
Propició la muerte de niños, niñas y mujeres al suspenderles sus tratamientos para el cáncer.
Prometió “Primero los pobres”.
Y en los primeros dos años de su sexenio ya había incrementado la pobreza de 51.9 a 55.7 millones de mexicanos y la pobreza extrema pasó de 8.7 a 10.8 millones, de acuerdo con resultados del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) 2022.
Fortalecer la educación pública en todos los niveles escolares.
Canceló la Reforma Educativa que permitía evaluaciones de alumnos y maestros.
Desapareció Escuelas de Tiempo Completo dejando a 3.7 millones de estudiantes de escasos recursos sin desayunos escolares, sin clases extracurriculares y a maestros sin trabajo
Regresar a los militares a los cuarteles y disminuir los homicidios dolosos hasta en 50% fueron algunas de las promesas de este gobierno en materia de seguridad.
Contrario a ello militarizó al país.
Su sexenio es ya el más violento de la historia con cerca de 160 mil asesinatos con un promedio de 95 por día.
Suman más de 35 mil desaparecidos en sus 5 años de gobierno.
Adicionalmente, de acuerdo con el más reciente reporte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en materia de desarrollo humano, hasta antes del actual gobierno México tenía un desarrollo humano ascendente que se cayó con la llegada de la Cuarta Transformación al perder 12 lugares, cinco años en esperanza de vida y el PIB per cápita descendió 6.5% por primera vez desde 1988.
Su legado hasta ahora se limita al hecho de haber puesto en la Constitución la entrega de la pensión del bienestar, aunque ni siquiera se le puede considerar inobjetable, toda vez que es una desproporción que se entregue sin lineamientos y que lo mismo la reciba un persona acaudalada que alguien que quizá es su único ingreso.
Lo mismo ocurre con las becas para estudiantes siendo que la reciben tanto alumnos de excelencia como los que ni siquiera asisten a clases.
De sus obras faraónicas, habrá que decir que se han significado como fiascos mayúsculos; un aeropuerto en el que ni aerolíneas ni pasajeros quieren volar y al que hay que subsidiar siendo que pierde en promedio casi 5 millones de pesos por día
Dos Bocas es hasta ahora la mayor farsa; se inauguró sin estar terminada, se prometió que en 2022 comenzaría a refinar, después que el 1 de julio de este año estaría procesando 170 mil barriles de petróleo crudo, y a la fecha no ha producido un solo barril, su costo que se proyectó en 8 mil millones de dólares ya va en 18 mil y contando, y no se ve para cuándo estará terminada.
Y ni hablar del Tren Maya que no derrumbaría un solo árbol, y a su paso ha devastado kilómetros de selva causando graves daños a flora y fauna y arrasando cavernas, cenotes y todo lo que encuentra a su camino.
Pero su caso es tan patético, que llama a un festejo para mostrar músculo, aunque todos sabemos de dónde sale la gente, la torta, el frutsi, el pago por estar, el movimiento de camiones, el pago de combustible para transportarlos, y la recompensa económica tanto para aquellos que asisten como para quienes se encargan de movilizarlos. Todo pagado con los impuestos de la gente, obviamente, incluidos los gastos del templete, sonido, ambientación, y todo los que conlleva este evento millonario con cargo al erario.
Y en todo este contexto, el presidente sigue dándole vueltas al único tema que a él interesa; es decir, la sucesión presidencial en donde sus corcholatas juegan un papel fundamental.
Y cuidado con que algún reportero de los que no reciben ‘chayote’ le cuestione sobre algún tema de su gobierno porque entonces se desata la furia y comienza a despotricar sus ya cotidianos ataques a periodistas y a la oposición.
En su discurso en el Zócalo, en lugar de fijar ruta y hablarle a los mexicanos -a todos los que gobierna-, de lo que hará en el último tramo de su administración, se dedicó solamente a denostar a vituperar, a agredir, a exhibir su enorme enojo contra todos los que no están en su misma forma de pensar, a todos los que difieren, y todos los que no coinciden con su estilo de gobernar.
En su cabeza pues, no hay espacio para otros asuntos que no sean los relacionados con el 2024.
AMLO sigue siendo un pobre candidato que no llegó ni llegara a significarse como un jefe de Estado que gobierne para todos. Él es su propio enemigo; él solo vuelve a pintarse, vuelve a auto denigrarse limitándose a que lo perciban como jefe de campaña de su partido, -porque es suyo-, y su única aspiración es perpetuarse como el jerarca, el mandamás, al que todos se le tienen que cuadrar, congraciarse y rendir pleitesía para recibir sus premios.
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