Primer mandamiento para no perder la objetividad en política: No minimizar ni tergiversar las protestas. Desgraciadamente lo han hecho la ministra Lenia Batres y su equipo de comunicación, y se equivocan. Ojalá no cometan la misma falta el presidente Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo. Porque es real —es decir, “tiene existencia objetiva”, según la definición de la RAE— la inconformidad, sobre todo entre la gente trabajadora del poder judicial, por la reforma que viene. Si no se operan correctamente los cambios tal disenso podría crecer y convertirse en una crisis.
Dos fuertes advertencias no pueden ser ignoradas. Primero, la de los mercados. El peso se ha depreciado ante cada anuncio de que la reforma del poder judicial se concretará solo por la fuerza de la mayoría, no por la fuerza de la razón. La economía nacional ha resistido porque, la verdad sea dicha, Andrés Manuel ha sido muy responsable al respetar las leyes impuestas por el odiado pero inevitable capitalismo. Y, sin duda, ayudó bastante a recuperar la estabilidad el anuncio de Claudia de la primera parte de su gabinete, que a todo el mundo agradó. Pero no es conveniente estar siempre jugando con la lumbre, ya que en cualquier descuido el jugador o la jugadora se pueden quemar.
La otra advertencia ayer fue nota en los diarios digitales y seguramente hoy lo será también en los impresos. En un foro sobre la reforma judicial organizado por el Instituto Nacional de Formación Política de Morena, dirigido por Rafael El Fisgón Barajas, a la ministra Lenia Batres la increparon, con bastante violencia verbal, trabajadores y trabajadoras de la judicatura. Ella y su gente dijeron que no pasó nada, pero el hecho ocurrió y debe ser tomado muy en cuenta: hay videos que evidencian la furia de gente que se dedica a interpretar leyes y que, ni hablar, como prácticamente toda la abogacía mexicana, considera dañina la iniciativa de reforma del presidente AMLO.
Para el mejor diagnóstico de lo que está pasando y, sobre todo, de lo que podría pasar, recomiendo la lectura del artículo de ayer de José Agustín Ortiz Pinchetti publicado en La Jornada. Antes de comentarlo diré que el autor es no solo un jurista brillante y un gran politólogo, sino un humanista de amplia cultura y, lo sabe todo el mundo, uno de los constructores de Morena. Pocos colaboradores más leales ha tenido Andrés Manuel. Desde luego, Claudia conoce la calidad profesional y ética de José Agustín y deberá aprovechar su sabiduría integrándolo a su equipo como consejero princial y, mejor todavía, principialista.
A la científica Sheinbaum y al líder social López Obrador les aclaro que he utilizado la expresión principialista tal como se entiende en bioética: un paradigma ético que sirve de “referencia o marco moral ante determinadas situaciones de conflicto, así como a la hora de prevenirlos durante la práctica clínica”, esto es, la “corriente de pensamiento que se plantea como base para prevenir y resolver los dilemas éticos” que puedan surgir en la medicina.
Ignoro quiénes sean las personas asesoras del presidente y la presidenta electa en el tema de la reforma judicial, pero me atrevo a afirmar que nadie en la 4T posee más conocimientos sobre el derecho aplicado con humanismo que José Agustín Ortiz Pinchetti. ¿Ya lo consultaron?
En su artículo de ayer en La Jornada —”La democracia que ¿llegó?”—, Ortiz Pinchetti recuerda que hace 35 años escribió el libro de ficción política La democracia que viene. En su obra, redactada cuando era impensable la derrota del PRI, José Agustín platicaba a un imaginario nieto “cómo sería la democracia mexicana en 2029″. Uno de los escenarios posibles que concibió era el del respeto al sufragio efectivo, esto es, que se habría dado una pacífica transición a la democracia. Cito al colaborador de La Jornada:
“Aunque faltan todavía cinco años para 2029, año para el que imaginé se produciría este escenario, los cambios en nuestro sistema político son evidentes. Después de la elección del 2 de junio, podemos afirmar que el partido hegemónico (PRI) se encuentra muy debilitado y necesitado de una renovación profunda para sobrevivir en el mapa político mexicano, pero lo más relevante es que la oposición se ha hecho del poder con gran fuerza capaz de llevar adelante un nuevo proyecto político que deberá ser conducido con responsabilidad y sensatez”.
Responsabilidad y sensatez son las palabras clave. Pregunto sin ganas de molestar al presidente López Obrador y a la presidenta electa Sheinbaum: ¿Quiénes elaboraron la iniciativa de reforma del poder judicial lo hicieron con responsabilidad y sensatez o solo motivados por la fuerte disputa ideológica y política que se dio a lo largo del sexenio que ya termina entre el poder ejecutivo y la Suprema Corte de Justicia de la Nación?
Cito de nuevo a José Agustín Ortiz Pinchetti: “Los ejercicios que realicé en La democracia que viene hace más de tres décadas pueden servir de método para todos aquellos que quieran imaginar cómo será el avance de la democracia en los próximos años, pero sobre todo pueden ser útiles para vislumbrar el presente y evaluar si la democracia ha llegado o no a nuestro país”.
Andrés Manuel, Claudia, ¿ayuda a la consolidación de nuestra democracia una reforma del poder judicial que, según todas las voces de gente experta en el tema, quitará independencia a las personas juzgadoras porque las hará dependientes de votantes que invariablemente defienden intereses legítimos ajenos al derecho? Ojalá esta pregunta la responda el sereno conocimiento objetivo que caracteriza al presidente y a la presidenta electa, y no la pasión política.