Entiendo y aplaudo la necesidad periodística de destacar los hechos que parezcan muy negativos. Pero me pregunto qué tiene de indebido la decisión de un hijo de dedicarse a la misma profesión de su padre.

En mi opinión eso es algo que no tiene nada de ilegal. Lo comento por la noticia principal de hoy viernes en el diario Reforma: " Destapan para Morena a hijo de López Obrador”.

En la misma edición del periódico de la familia Junco, abajo a la izquierda en su portada, la dirección editorial decidió, en un acto de justicia, subrayar en tono de homenaje que después de 30 años de presidirlas el señor Joaquín Vargas Guajardo ha dejado la presidencia de dos empresas: el grupo de comunicación MVS y la Corporación Mexicana de Restaurantes.

Joaquín Vargas es un gran empresario que heredó, supongo que desde muy joven y aun desde niño, la vocación por los negocios de su padre, Joaquín Vargas Gómez, y en 1994 el control de las compañías familiares.

Cualquiera que vaya al directorio del Grupo Reforma encontrará que el Consejo de Administración lo preside Alejandro Junco de la Vega y que la dirección general la tiene su hijo Alejandro Junco Elizondo. Otro caso de herencia de vocación y de patrimonio. Por cierto, los dos Alejandros, a pesar de ciertos excesos en sus publicaciones, han hecho un excelente trabajo.

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La herencia, en el derecho e inclusive en la genética, es no solo legal sino natural e inevitable y hasta muy positiva para el desarrollo de las personas, las comunidades, la cultura y en general todas las manifestaciones de la existencia.

La gente de empresa hereda a sus hijos e hijas bienes tangibles, como dinero o propiedades, y bienes intangibles, como la vocación, los principios, la moral, las convicciones políticas.

Sobran casos de políticos que heredaron de sus padres la vocación, que yo calificaría de intangible o inmaterial, y el nombre –incluidos los apellidos, desde luego–, algo mucho más tangible porque la buena reputación sin duda tiene un valor medible.

Luis Donaldo Colosio Riojas está apuntado ya para buscar la presidencia de México en el 2030 porque heredó de su queridísimo padre Luis Donaldo Colosio Murrieta tanto la vocación como el nombre y el prestigio de político idealista, comprometido con México y honesto.

La izquierda mexicana no habría llegado a la presidencia sin el liderazgo que la organizó después de décadas de fracasos, el de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. En mucho ayudó al movimiento que muchos años después hizo presidente a López Obrador y presidenta a Claudia Sheinbaum que el ingeniero Cárdenas fuera hijo de uno de nuestros próceres más respetados, el general Cárdenas. Hoy un hijo de Cuauhtémoc, que tiene el mismo nombre de su abuelo, Lázaro Cárdenas, ocupa uno de los cargos de mayor relevancia en el gabinete de la presidenta.

El hombre que ha cambiado para bien la percepción de inseguridad en la Ciudad de México, que por cierto tanta confianza inspira por colaborar en esa tarea en el actual equipo de Sheinbaum, Omar García Harfuch, es hijo y nieto de personalidades recias del viejo sistema político de nuestro país.

Entre la comentocracia brillan por su talento, pero también por sus nombres heredados de personas relevantes, Jesús Silva-Herzog Márquez, de Reforma, y Federico Reyes Heroles, de Excélsior.

Un analista que sí sabe de diplomacia, Jorge Castañeda, es hijo de otro Jorge Castañeda. El mayor fue secretario de Relaciones Exteriores en el sexenio de José López Portillo y el menor en el gobierno de Vicente Fox.

¿Por qué el escándalo si Andrés Manuel López Beltrán ha decidido, y no de ahora sino desde hace bastantes años, participar como su padre en actividades políticas? Por la miseria que tristemente a veces caracteriza a nuestro periodismo.

Si a Andy se le cuestiona se debe, nada más, a que la prensa de derecha lleva bastante tiempo acusándolo de un delito que inventaron columnistas ruines como Carlos Loret de Mola: el delito de portación de padre prohibido.

(Por cierto, Loret también heredó el apellido de su padre, que fue un periodista mucho más correcto).

PD. Claudia Sheinbaum heredó dos vocaciones de su madre Annie Pardo: la científica y la política desde el idealismo progresista de izquierda.