A inicios de esta centuria y milenio se tuvo a bien el aprobar en el Congreso federal la iniciativa de ley de los fines de semana largos, que son en México tres: uno el cinco de febrero (día de la Constitución), el 21 de marzo (día del natalicio de don Benito Juárez) y también el 20 de noviembre (inicio de la Revolución mexicana), los cuales el día de asueto se recorre al lunes anterior más cercano, garantizando así (cuándo menos) tres fines de semana largos, esto con la finalidad primera de estimular el turismo doméstico en todo México, abonado así a una mayor redistribución del ingreso en el país, además de evitar ausentismo tanto laboral como escolar al impedir hasta cierto punto el que la gente “se tomará el puente”, es decir, no acudir a su respectivos centros de trabajo y/o estudios en el día o días intermedios al fin de semana en cuestión.

Ahora bien, en México hay dos fechas que ni siquiera son oficiales, pero que no pocas escuelas/colegios/universidades y también comercios, cómo por ejemplo, los bancos, se toman como día libre: el 10 de mayo (día de las madres) y el 12 de diciembre (día de la Virgen de Guadalupe). Bien se pudiera pensar en otorgar uno de estos dos días, o bien ambos, de manera oficial, abonando así a robustecer la industria turística nacional, qué de todas maneras cada año la gente se toma ese par de días cómo libres. Más fácil sería, antes de replantearse una reforma laboral para disminuir en horas la semana de trabajo, en agregar uno o ese par de días al calendario oficial de asuetos, con lo cuál también se favorecería a una mayor y mejor convivencia entre las familias mexicanas.