Tras lo ocurrido en la elección del 2 de junio y volverse un tema de amplia discusión, aunque bastante profuso en cuanto a que, en efecto, los partidos que postularon a Xóchitl Gálvez, es decir, PAN, PRI y PRD, especialmente por la fama que han venido arrastrando negativa y la actuación inadecuada de sus dirigentes en turno, que más que ello son prácticamente los propietarios definitivos de dichos partidos, o sea, los caciques, y me refiero a Marko Cortés del PAN, Alejandro Moreno Cárdenas del PRI, y Jesús Zambrano Grijalva del PRD, las notas ahora se enfocan a reiterar que ellos son, por mucho, los culpables de la derrota de Gálvez, al no haber tenido la atingencia, primero, de entender lo que debería haber sido la definición, la narrativa, la imagen y la actuación de una verdadera coalición, ya que cada partido actuó por su cuenta y no hubo preocupación alguna por establecer una conexión social con una imagen relativa a una alianza que mostrara lo mejor de cada partido con una candidata ciudadana con perfil valioso para la gente, y no supieron utilizarla, ni ayudarle a ser difundida en cuanto a su imagen y capacidad para gobernar y hacer frente al actual régimen.
Pero además, tampoco supieron, o más bien no quisieron, establecer una real conexión con la sociedad, tanto en la integración de candidaturas a los cargos legislativos federales y locales en disputa, además de la propia candidatura presidencial por la que se votó el 2 de junio, para procurar que personajes que causaran empatía en la sociedad, en la ciudadanía, fueran proclives a otorgarles el voto, sino que siguieron optando por perfiles totalmente identificados con las élites que construyen cada andamiaje partidario, es decir, los grupos, los sectores, las tribus, los gremios, los clanes, como se les identifica en cada partido, pensando en la colocación de sus afines, de sus favoritos, y viendo más por la administración de la posible derrota que al final llegó, pero tras ello quedarse con las posiciones resultantes, a pesar del mismo fracaso, como son los que entran al Senado, a la Cámara de Diputados, a las legislaturas locales, a las alcaldías, como parte de los esquemas de representación proporcional o plurinominal, y esto obviamente se reflejó en la merma de la voluntad social para votar por Xóchitl Gálvez, a la que vieron como alguien que quizá no podría quitarse de encima ese yugo de los líderes partidarios, además de haber hecho falta más trabajo de estructuras, ya que para, como dicen por ahí, ‘acabarla de amolar’, no tuvieron la capacidad para hacer que las organizaciones sociales aportaran esfuerzo coordinado en las campañas, y hubo el fallo garrafal también en la representación electoral, es decir, la falta de presencia para cuidar el voto en las casillas.
Esto que es ya un señalamiento muy propagado, ha generado además una crisis de diversa magnitud, pero al final existente en cada uno de los partidos, especialmente en Acción Nacional y el PRI. En el PAN, a mi parecer, no se genera esa ambición personal directa del actual dirigente Marko Cortés en cuanto a reelegirse, pero sí la de imponer a su sucesor en la persona de Jorge Romero, un diputado federal y dirigente del Comité Panista en la Ciudad de México, obstaculizando la búsqueda que de la propia posición dirigencial nacional han planteado otros elementos como Kenia López-Rabadán, senadora, conocida por su agudeza en el discurso., crítica, propositiva y objetiva, y de alguna forma ya fraguada en las lides del activismo partidario y en la política parlamentaria, cercana a Xóchitl Gálvez, aunque también, el otrora, aspirante presidencial y ex secretario de gobernación, y aun diputado federal, aunque con licencia, Santiago Creel, y por otro lado, un personaje etiquetado como crítico severo de la actual dirigencia, y que busca incidir en lo que podría ser un cambio radical en la conducción del PAN, y me refiero a Damián Zepeda, por citar solamente a dos personajes que pretenden el liderazgo panista.
Todo indica que la forma cerrada en que se habrá de elegir en el PAN al dirigente nacional próximo permitirá que, sin participación ciudadana y con el solo voto de las estructuras que están cooptadas por el actual dirigente Cortés, sea finalmente electo Romero. Y hay, aunque en menor medida que en el PRI, señalamientos, reclamos, exigencias de democracia.
Y el tema del PRI, donde se ha recrudecido la crítica hacia el dirigente Alejandro Moreno, por, primero, estar aún gozando de un acuerdo que fue tildado de espurio y muy criticado, por medio del cual alargó su periodo para el que fue electo como presidente del PRI hasta el fin de este proceso electoral, es decir, que estará por ahí terminando, entre comillas, antes de que termine el año, cuando debía haberlo hecho hace muchos meses.
Pero, tras haber realizado una Asamblea Nacional de polémica integración en cuanto a su legitimidad y legalidad, que ya realizó una elección, entre comillas, o una decisión tendiente a permitir la reelección hasta en tres ocasiones de un dirigente nacional y que, en todo caso, todo indica que lo hizo para buscar que en la próxima contienda que se va a realizar, por ahí al fin de año, o antes, quizá, por medio del método poco democrático de Consejo Político Nacional, esos que se hacen a mano alzada en ese partido, con dudosa claridad en cuanto a sus integrantes y la forma en que votan y, además, muy maniatados en cuanto a su integración como asamblea electiva, para elegirse nuevamente y todavía tener derecho a una reelección más y estar en total ocho años, al menos, al frente y así asegurar la posibilidad de acariciar ese anhelado sueño ser candidato presidencial en el 2030, lo que sin duda estaba en su mente para esta ocasión, pero tuvo que postergarlo.
Los reclamos acentuados ahora y que encabezan personajes que han sido presidentes del Comité Ejecutivo Nacional, secretarios generales del mismo, gobernadores, líderes parlamentarios, dirigentes sectoriales y donde resaltan las figuras de Dulce María Sauri, Manlio Fabio Beltrones, Francisco Labastida Ochoa, y de Pedro Joaquín Codwell, por citar a los más relevantes, el simple hecho de mostrar ese reclamo, a como están las cosas de antidemocráticas y de apabullantes por la férrea mano impositiva de Alejandro Moreno, les ha merecido en vez de una respuesta atingente y atinada, correcta y de una manera sustentada en la legalidad estatutaria, ha recibir improperios, acusaciones, señalamientos, escarnio, sacándole entre comillas trapos al sol a muchos de ellos de cosas que no tienen sentido y usándolos simplemente como distractores para no responder los señalamientos reales de muchos cuadros importantes y militantes activos que tildan su actuar como una asonada.
En la pasada elección el PRI perdió millones de votos y muchas posiciones ante el fracaso electoral, mismo que fue orquestado por Alito, contribuyendo ampliamente a la derrota de Xóchitl Gálvez, misma que en su momento, poco después de la elección, acusó de las malas prácticas, de manoseo de recursos financieros, desaseo en muchas de las actuaciones y que incidieron en esta derrota, sin embargo poco o nada ha influido en Moreno quien ha respondido a los ataques por ejemplo señalando, a través de sus cercanos que aun le quedan como Rubén Moreira, que Manlio Beltrones fue cómplice del asesinato de Colosio ocurrido en el año 94, que La Bastida fue un pésimo candidato y que le pidió recursos, que Dulce María también fungió e hizo cosas inadecuadas como presidenta y así, pareciera como que le estarían buscando a cada personaje que no estuviese de acuerdo y estuviera reclamando determinaciones de Alito, un señalamiento a cambio para distraer la realidad y tratando de quitar la solvencia moral a quien hace los referidos señalamientos impugnando las decisiones.
Y hablando de impugnaciones, habrá que ver si en efecto se animan, funcionan, no solamente la que se dice realizó Dulce María Sauri, la ex gobernadora de Yucatán, expresidenta del CEN del PRI, ex senadora, y ex secretaria federal, sino que pudieran ocurrir muchas más de estas impugnaciones en contra de la legitimidad y legalidad tanto de la Asamblea Nacional en cuanto a su integración, como de los acuerdos determinados por este órgano nacional y que vulneran los estatutos del propio partido.
Habrá que ver hasta dónde hay valía, valor, para tratar de frenar lo que se dice por ahí y aparentemente tiene gran sustento, que es la antidemocracia en el PRI y el intento que se antoja viable por las circunstancias de quedarse apoderados, adueñados, durante muchos años hasta quizás destruirlo o cambiarle hasta el ‘modito de andar’ por parte de Moreno y cómplices.