En la historia de Francia el general Charles de Gaulle ocupa uno de los más altos pedestales entre los héroes franceses por los servicios que como militar y Jefe de Estado realizó en la defensa de la soberanía, la libertad, la democracia y el desarrollo socioeconómico de Francia.
No ocurre lo mismo con otro personaje, el general André Maginot; a pesar de que en menor medida, al igual que Charles De Gaulle, fue un héroe militar en la defensa del pueblo francés ante la invasión nazi alemana.
Al general Maginot se le recuerda, lamentablemente, por ser el impulsor y constructor de la famosa y fallida línea que lleva su apellido; una mega obra de ingeniería militar de poco más de 400 kilómetros que pretendía emular la “Muralla China” en su función de defender los territorios de Francia de una eventual invasión de Hitler o de Benito Mussolini; tal y como ocurrió finalmente.
Sin embargo, su diseño geográfico territorial dejó al descubierto las densas zonas boscosas de la amplia región de las Ardenas, y Hitler, en forma por demás astuta, puesto que contaba con muy eficientes servicios de inteligencia y espionaje, detectó ese inmenso hueco de las montañas en las Ardenas y por ahí inició la invasión y ocupación de los territorios franceses en unas cuantas semanas.
La línea Maginot en su construcción costó, a valores de hoy, según los expertos, más de 6 mil millones de dólares; el joven coronel Charles De Gaulle en ese tiempo, nunca estuvo de acuerdo en su construcción y en esa gigantesca inversión de recursos.
La línea Maginot nunca fue utilizada y no se realizó un solo disparo desde ahí en contra de los ejércitos alemanes.
Andrés Manuel López Obrador y Delfina Gómez están construyendo su propia línea Maginot, contra un enemigo mucho más elusivo puesto que no es visible y que ataca en forma inmisericorde y masivamente a los mexicanos; esta estrategia de defensa que están proponiendo AMLO y Delfina Gómez para un regreso a clases; será sin duda, su casi seguro pase a la historia, pero quizá no como Charles De Gaulle, sino en el caso de AMLO, más probablemente como el general que no supo interpretar el contexto tan complejo de su realidad, por subestimar dicha complejidad.
En el momento más difícil y álgido del azote de la pandemia del Covid y su variante Delta entre nuestra población, Andrés Manuel y Delfina están tomando decisiones de Estado que tendrán graves y profundas consecuencias en el corto, mediano y largo plazo en el futuro de la vida biológica de millones de niños, adolescentes, jóvenes y familias completas en el país; debido a las consecuencias que los eventuales impactos de los contagios, hospitalizaciones y fallecimientos que seguramente habrá en estos grupos de poblaciones más vulnerables por no estar, en su mayoría, aún vacunados.
La estrategia del regreso a clases de la SEP está soportada en diez puntos que son:
1. Creación de un Comité Participativo de Salud en cada escuela
2. Filtros de Salud en casa, escuela, y salón de clases
3. Lavado de manos
4. Uso de cubrebocas
5. Sana distancia
6. Uso de espacios abiertos
7. Cancelación de Ceremonias y reuniones
8. Aviso de casos de Covid-19
9. Cursos de apoyo socio emocional con apoyo del IMSS
10. Carta compromiso de corresponsabilidad
Exactamente todo lo que se supone debería hacerse en el país, pero que no realizan, ni promueven con el ejemplo las propias autoridades federales; tal como lo demuestra la ceremonia relativa a los “500 años de resistencia indígena”; un evento masivo realizado en el Zócalo de la CDMX durante cada uno de los últimos días y que ha congregado a miles y miles de mexicanos sin ninguna de las prevenciones que ahora se piden a la sociedad en la estrategia de los 10 puntos del regreso escolar.
Los expertos en enfermedades infecciosas, epidemiólogos y académicos; consideran en buena parte, que no es conveniente aún volver a clases en el actual contexto de la pandemia de Covid-19; donde cada día estamos alcanzando máximos históricos de contagios con una tendencia a la alza, así como el aumento en las hospitalizaciones de nuevos y amplios grupos de la población en condiciones de una gran vulnerabilidad, jóvenes, adolescentes y niños.
Pero todos los puntos del decálogo presentado por las autoridades pudieran, al igual que la línea Maginot, quedar intocados debido a varios factores que al parecer no están considerando:
Primero, hasta ahora, ni AMLO ni Delfina Gómez, han presentado algún presupuesto estimado de cientos o miles de millones de pesos para apuntalar la implementación efectiva en todas las escuelas del país de su decálogo para el regreso a clases.
Recordemos que durante 18 meses un importante número de escuelas en todo el territorio nacional no tuvieron los mantenimientos mínimos en su infraestructura material, eléctrica, hidrosanitaria y demás; además muchas fueron vandalizadas y saqueadas, según han denunciado muchos directivos y colectivos de maestros en varias entidades del país.
Un segundo aspecto es el gran incremento de la movilidad e interacción social de las personas que implica la apertura de las escuelas; aún y que estas operen bajo un formato híbrido; tanto por lo que respecta al transporte público, como el privado.
Niños, jóvenes y adultos se transportan por las ciudades para llegar a las escuelas, en esos trayectos, dado el aumento de personas que habrá debido al regreso a clases, existe el riesgo de que se contagien, no importa la calidad de los filtros que haya en casas y escuelas.
Por otra parte, los maestros a pesar de estar vacunados, estarán en una condición de riesgo permanente de ser contagiados al ser quienes interactúen con niños y adolescentes que regresarán a las aulas.
El magisterio, pese al cierre de escuelas, es un grupo laboral que ha registrado cifras significativas de bajas por defunción debido al virus, y, al abrir las escuelas, seguramente habrá más.
El SNTE, su sindicato, sin embargo, les pide que “justifiquen” su salario; como si los docentes durante los últimos 18 meses “no hubiesen laborado”; cuando en la realidad el magisterio nacional, en todos sus niveles educativos, ha trabajado el doble o el triple de su jornada laboral ordinaria; en muchos casos con el nulo o muy escaso apoyo de las autoridades educativas locales y federales; con su inversión de gasto personal en el pago de los costos de los servicios de tecnología, internet, insumos, papelería y cuadernillos para sus alumnos.
Al igual que la línea Maginot original, la de AMLO y Delfina presenta otro gran hueco: durante el ciclo escolar 2019-2020 alrededor de 41 mil 423 escuelas no tuvieron agua potable y 47 mil 566 carecieron de servicio para el lavado de manos, según datos oficiales publicados por Mejoredu.
“Seguramente” ya se están tomando las previsiones para dotarlas de todo lo necesario en instalaciones hidrosanitarias para el regreso a clases.
Por si fuera poco, parece que se establecerán políticas públicas diferenciadas para el regreso escolar, ya que mientras las universidades públicas del país intentan proteger a sus estudiantes y, amparadas en su autonomía, continuarán con sus clases en línea, en tanto que algunas de las universidades privadas, intentan tímidos avances en modelos híbridos.
No conocemos los argumentos científicos sobre los cuales se considera que los niños y adolescentes son menos vulnerables que los jóvenes universitarios ante los embates de la variante Delta del Covid.
Tampoco sabemos cómo piensan las autoridades educativas federales y locales sufragar los gastos derivados de la higiene de manos y los cubrebocas de los alumnos, ¿cómo harán para dotar a las escuelas del gel, alcohol, jabón y demás productos necesarios para que los niños y jóvenes mantengan sus manos limpias con el objeto de prevenir contagios?
¿Tendrán el presupuesto necesario para ello? A menos que estén pensando que los maestros y padres de familia deban cargar con esos gastos no se ve la forma en que el presupuesto alcance para ello.
Lo mismo sucede con el caso de la sanitización de espacios y mobiliario de las escuelas, ¿habrá presupuesto para ello o simplemente los maestros y los padres de familia deberán gastar sus exiguos recursos en ello?
Claro está que siempre cabe la posibilidad de que las autoridades estén pensando en que lanzar la idea equivale a llevarla a la práctica, o que ellos “tengan otros datos”; que muchos de nosotros ignoramos.
Por otra parte, las autoridades sanitarias de todo el mundo, destacadamente la Organización Mundial de la Salud, han insistido en que debe haber una ventilación cruzada o trabajar en espacios abiertos, al aire libre, para aminorar el riesgo de los contagios vía aerosoles en espacios cerrados; cabe preguntarnos si en el norte del país; en Nuevo León, Sonora, Baja California por ejemplo, con temperaturas cercanas o superiores a los 40 grados centígrados, ¿cómo será eso posible?
Ni qué decir de la forma en que se guardará la sana distancia entre los alumnos de preescolar y aquellos que cursan los primeros años de la primaria, no habrá personal suficiente para vigilar que todos y cada uno de ellos se mantenga alejado de sus amigos, será casi imposible evitar la natural tendencia de los niños hacia el contacto personal y físico; precisamente ese tipo de contacto cercano puede propiciar que, si alguno de ellos es portador asintomático del virus, sea fuente de contagio para el resto de los alumnos o de su maestro.
Se establece en uno de los 10 puntos del decálogo de la SEP, que se apoyará a los alumnos y maestros que así lo requieran en aspectos socioemocionales.
La realidad es que durante el tiempo en que las escuelas han estado cerradas, no se prepararon para atender en este rubro a nadie, ni alumnos, ni maestros, mucho menos a los padres de familia.
Es digno de reconocimiento que una importante cantidad de maestros, motu proprio, han tomado algunos cursos en línea sobre temas de educación socioemocional para aplicarlo en su práctica docente en meses pasados; más que un esfuerzo programático institucional para subsanar en forma emergente este déficit profesional del que adolecen en su formación la mayor parte de los docentes, según lo han manifestado a través de las diversas encuestas los mismos maestros; la SEP y las autoridades educativas locales siguen sin ofrecer un programa específico de formación continua en educación socioemocional.
Peor aún, así como en la línea Maginot original se pensó en los distintos pertrechos necesarios para evitar la invasión, aquí debió haberse pensado en las pruebas masivas escolares con la finalidad de detectar aún a los portadores asintomáticos del virus; tanto de alumnos como de los docentes; pero la postura constante de las autoridades ha sido que las pruebas no son necesarias, ni útiles; toda una proeza verbal ante el cúmulo de evidencias en contrario.
En caso de que se detecten alumnos positivos a Covid:
¿Cuáles van a ser los criterios para suspender actividades? ¿Se hará la suspensión en el aula en que se detectó el contagio o se cerrará toda la escuela? Y ¿Cuáles serán los criterios para reabrir dicha escuela o aula?
Pero, hay que subrayarlo, parece existir un toque de perversidad en esta estrategia de regreso a las aulas, ya que las autoridades saben que los contagios aumentarán en mayor o menor medida, que no habrá manera de evitarlo; por ello es por lo que están solicitando una carta de corresponsabilidad, la cual es, simplemente, un subterfugio mediante el cual pretenden evitar toda responsabilidad jurídica en caso de que los contagios, las hospitalizaciones y los fallecimientos se disparen.
No vaya a ser que en el futuro puedan ser demandados ante tribunales nacionales e internacionales, tal como ya lo han hecho miles de familias en distintos países de Europa, Brasil, Estados Unidos y Ecuador, por citar a algunos.
En conclusión, resulta claro que en algún momento habrá que volver a las aulas, pero también es necesario decir que no es este el mejor momento para hacerlo, ya que la tercera ola de contagios, que se está presentando en varias partes del mundo debido, principalmente, a la variante Delta, hace que el riesgo de contagio sea demasiado alto.
También es necesario decir que las condiciones materiales, de infraestructura y presupuesto, hacen inviable que se regrese a clases en un ambiente en el cual los altos niveles de riesgo no sean correctamente administrados. No podemos regresar a ciegas y simplemente correr el riesgo de propagar aún más el virus.
México es un país muy grande, con diferentes condiciones sociales, económicas y de infraestructura a lo largo y ancho de su territorio, por ello no es conveniente tomar decisiones generalizadas y sin tomar en consideración a los actores principales: esto es maestros, directivos y padres de familia.
En la medida en que las condiciones lo permitan y la tecnología necesaria se encuentre disponible, algunas regiones del país podrían intentar modelos híbridos de regreso a clases, siempre y cuando el consenso entre los miembros de la comunidad educativa así lo consideren, no son tiempos ya de que la sola palabra de Andrés Manuel o de Delfina basten para volver a clases.
Solo en la medida en que podamos administrar con cierto nivel de certeza los riesgos, tomando todas las providencias y utilizando los recursos necesario; las comunidades escolares pueden decidir si vuelven o no a las aulas y bajo qué modalidad; o si lo hacen más tarde; subrayando que el apoyo de las autoridades federales y estatales es fundamental; ya que la sociedad no puede en estos momentos solventar los costos; no hay que olvidar que en los pasados meses por lo menos 2.1 millones de personas cayeron adicionalmente a la categoría de pobreza extrema y otros 3.8 millones pertenecen ahora a la categoría de nuevos pobres. Ello sin contar que millones más de habitantes han visto reducidos sus ingresos como resultado de esta pandemia, tanto en el sector formal de la economía, como en el informal.
Si se quiere encontrar el cómo sí volver a las aulas, habrá que consultar a los maestros, directores y padres de familia no con encuestas que generalicen resultados; sino a través de procesos específicos para cada comunidad educativa; para cada contexto y situación socioeconómica particulares; no olvidemos que en una misma ciudad puede haber localidades de altos ingresos, en tanto que otras estarán enclavadas en zonas de pobreza extrema.
No, ni AMLO ni Delfina tienen hoy la última palabra. La última palabra la tienen los maestros, sus directivos y los padres de familia de cada escuela.