Siempre es vendible para la prensa enterarnos de los pormenores del mapa criminal en un territorio, y más si constituye un lugar estratégico como México, por su atractivo como frontera hacia el mercado de consumo más grande del mundo, además de que por su extensión territorial y densidad de población, de suyo nuestro país también se ha convertido en un lugar atractivo para producir y comercializar estupefacientes. En ese sentido, la información detallada sobre quiénes y cómo se disputan un territorio o un mercado es fácilmente convertida en narrativa de suspenso e intriga, y no es casualidad que ya haya hasta telenovelas inspiradas en ello. Empero, es útil dar un paso atrás y ver el fenómeno, en lo posible, desde una cámara aérea, más que de primera persona.

El incidente de los trabajadores de la SSC de Chiapas secuestrados es un ejemplo, de libro de texto, de algo que “se le salió de control” a los captores. Fue una estupidez ejecutarlo, y que los hayan liberado sin daño a ninguno de ellos, y sin que les cumplieran ninguna de sus peticiones, fue el mejor control de daños posible, no solo para el Estado, sino para ellos. Desarrollamos: los tipos de delincuencia y de violencia no tienen el mismo impacto ni el mismo significado en el imaginario político. Podemos estar de acuerdo en que todas las vidas humanas valen igual ese no es el tema; aquí es, insisto, un tema de representación simbólica. En ese sentido, no es lo mismo, en término de desafío al Estado, el homicidio de un civil afuera de un cajero, que el homicidio de un policía en un tiroteo, que el homicidio de un policía saliendo de su domicilio con su familia un domingo.

Los sujetos que interceptaron un camión de la SSP estatal y bajaron a todos los trabajadores, llevándose a los hombres tranquilamente, mandaron un mensaje, lo hayan querido así o no: aquí gobernamos nosotros. Posteriormente, cuando publicaron un video haciendo una serie de peticiones a la autoridad política: que obligara a otro grupo delictivo a que liberara a la cantante; que destituyeran a 3 mandos específicos de la SSP. Cuando hicieron eso, cuadraron exactamente en el tipo penal de terrorismo, incluso con el agravante de los rehenes. En México no le van a llamar terrorista a nadie, porque en el momento que se reconociera la comisión de ese delito, la relación bilateral con Estados Unidos cambia radicalmente, en perjuicio del gobierno mexicano y de las fuerzas armadas mexicanas en particular. Pero eso fue, un acto terrorista de acuerdo con el Código Penal Federal.

En estas condiciones, y al haber hecho ese desplante los captores, y una vez mediatizado el asunto, se pusieron en la mira del gobierno federal y las fuerzas armadas. Ellos mismos, en su video, dijeron “no queremos problemas con las autoridades federales”. Pero no es de que quieran, su acción no dejó de otra a nadie. Convirtieron su problema en un asunto de Estado. Sin exagerar. El gobierno mexicano no podía ceder a ninguna de sus peticiones y además no podía aceptar ninguna condición por la liberación de las personas. Es decir, no podía negociar con terroristas.

Ha dejado de ser relevante la discusión sobre la naturaleza inherente del narcotráfico, y sobre lo que legítimamente debe ser considerado un problema de seguridad nacional, por oposición a seguridad pública. La generalización de la violencia descarada y mediatizada, además de la expansión de la influencia o el dinero criminal a todas las actividades de la vida comercial y pública de México, hace inevitable el cambio de las coordenadas de clasificación.

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En concreto, el crimen organizado, en México, sí es un tema de seguridad nacional, y una arista del problema es la posible imposición de autoridades políticas electas por parte de algún cártel o grupo criminal. Se está bosquejando, de esta manera, un mapa de riesgos bilaterales que puede dar lugar a golpes en la mesa por parte de EU o de algún gobierno mexicano en el futuro cercano. Específicamente, es posible el regreso a una estrategia de guerra frontal en México, que en EU se considere como una especie de guerra contra el terrorismo. Las implicaciones que eso tendría en el país son múltiples e impactarían la vida cotidiana de todos, además de que es una estrategia que también ha demostrado su fracaso.

Los grupos criminales en México se han vuelto demasiado poderosos y visibles para su propio bien, y se han puesto en el radar de actores a los que nunca se han enfrentado. Una cosa es que seas un objetivo de los más buscados de interpol para arrestarte; otra, que seas un objetivo marcado como asesinable por parte de alguna agencia de inteligencia contra terrorista, de fuera de México.