Lo dijo y lo cumplió. Donald Trump impuso aranceles del 25% a los productos mexicanos que ingresen a la Unión Americana a partir del 4 de marzo. Esto ya es un hecho consumado y por la vía de la realidad el T-MEC terminó. ¿Qué sigue? ¿Cómo enfrentar esta decisión que va en contra de cualquier racionalidad económica, pero que satisface el ego y las promesas electorales de Trump?

¿Es este el peor de los escenarios posibles? No, pero casi. En 2020, ante la pandemia de COVID-19, la economía retrocedió, perdió diez puntos del PIB, dos millones de empleos y el precio de nuestro petróleo llegó a estimarse en cero dólares por barril, además de la lamentable pérdida de cientos de miles de vidas. A pesar de estas circunstancias, la economía se repuso.

Ante los aranceles de Trump y su permanencia, podrían perderse un millón de empleos, además de generar un impacto inflacionario y presiones sobre la paridad peso-dólar. Ya lo sabremos el domingo. Conoceremos la respuesta mexicana, cuando la presidenta Claudia Sheinbaum, en el Zócalo de la Ciudad de México, anuncie las acciones arancelarias y no arancelarias del gobierno para enfrentar esta coyuntura.

En este contexto de presión económica y de posible guerra comercial, no perdamos de vista el problema que supuestamente dio origen a estos aranceles.

Es falso que México haya fallado en “frenar la peligrosa actividad de los cárteles mexicanos y el flujo de drogas”, como afirma, a manera de justificación, el presidente Donald Trump.

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Es falso porque, en los cuatro meses del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, se han obtenido logros históricos en materia de seguridad. No solo se ha extraditado a Estados Unidos a 29 capos del narcotráfico, sino que también se han incautado 90 toneladas de droga y decomisado casi 5,000 armas, el 80% de ellas fabricadas en Estados Unidos e introducidas de manera ilegal a nuestro país. Además, más de mil personas relacionadas con el narcotráfico han sido detenidas y se ha desplegado un operativo sin precedentes de las Fuerzas Armadas de México a lo largo de toda la frontera con Estados Unidos.

En realidad, debemos señalar claramente que el gobierno estadounidense no ha respondido a la oportunidad que le dio su propio pueblo para combatir a las principales organizaciones que distribuyen la droga en su territorio, conocidas como brokers, los clubes de motociclistas y bandas urbanas, lo que se ha convertido en un problema de salud pública.

El trabajo soterrado y silencioso de los cárteles de la droga en Estados Unidos es más letal que la denominada “brutalidad” de los cárteles mexicanos. Desafortunadamente, prevalece la máxima del capitalismo, la llamada ley del mercado: la oferta depende de la demanda.

A lo largo de la frontera, hay que admitirlo, como dice Jesús Esquivel en su libro ‘Los Narcos Gringos’, en México y en Estados Unidos tiene lugar uno de los comercios más perniciosos, aunque con implicaciones desiguales. Mientras de un lado quedan la sangre y la violencia, del otro imperan la logística y la insaciable avidez de miles de consumidores. Todo ello envuelto en un manto de corrupción que, en más de 60 años, nunca se ha combatido en Estados Unidos. Esa es la verdad. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.

X: @onelortiz