El autedenominado fenómeno político internacional, Javier Milei, presidente de Argentina, no es más menos de lo que fue como candidato: un payaso de pésimo gusto; una botarga que hunde aún más en el descrédito a una nación otrora considerada como digna del respeto internacional. Pero su clase política, que ha recorrido todo el espectro político durante décadas, desde los gorilatos militares más sanguinarios y crueles hasta el populismo más caricaturezco como el de Eva Duarte, muchos de ellos por cierto (una excepción, Milei) tras el escudo de un más que desgastado estandarte llamado peronismo, no ha hecho sino hundir cada día más al país austral en el descrédito (y aun la burla) internacional y la inviabilidad político/económica, que se ve pues, coronada por un Javier Milei, reducido a bufón mundial, que no atina siquiera a su principal objetivo que era el de reducir la inflación.
Muchos no podrían creer que el país de marras no cuenta con un banco central autónomo y que esta institución depende directamente de las decisiones del ejecutivo, como un simple apéndice de su ministerio de hacienda.
Esa misma clase política ha encontrado en el futbol a un tesoro para mantener al pueblo argentino sometido al (nunca mejor dicho) opio de los pueblos, en el que la gente confunde a tal grado al futbol con los temas torales para una nación, que unos de sus presidentes más nocivos (Mauricio Macri) llegó a la primera magistratura vía una exitosa gestión en el Club de futbol Boca Juniors y que por hilar un puñado de títulos el pueblo argentino lo juzgó de inmediato como la carta idónea para ¡la presidencia de la República! De ese tamaño es la enajenación a ese deporte que tienen los argentinos, adorando a un instrumento promovido por una casta que mantiene al país hundido en la postración.
Tristeza por un país hermano, que fue en otra época tierra de premios Nobel, de literatos y científicos, con recursos de todo tipo, y que hoy vuelve a ser blanco de las risas del resto del mundo, con el fraude provocado por su presidente Milei, al facilitar (con premeditación o sin ella) un fraude de ralea piramidal, en el mundo de las criptomonedas (el terraplanismo del mundo financiero), lo cuál en la mayoría de los países se configura el supuesto como un delito de punibilidad penal.
En fin, ojalá que pronto el pueblo argentino despierte, porque al parecer no hay más Dios para ellos, ya que Messi no es tal, es más, el muchacho nunca vivirá en la Argentina (así como nunca jugó en ese país) sencillamente porque le da mucho miedo vivir en su propio país.