Así es mis estimados lectores, arranca la bonita temporada alta en la aviación, que comprende desde aquí hasta mediados de enero. Y con ella, será muy recurrente toparnos con lo que se está volviendo “deporte nacional”: las quejas de innumerables pasajeros, sobre todo en redes sociales.
Empezando por la tradicional sobreventa de boletos de avión, una práctica que se lleva a cabo en todas las aerolíneas del mundo y no es exclusiva de nuestro país, y no, tampoco es culpa de la 4T por cancelar el NAIM.
También quiero recomendarles que se vayan mentalizado ante las muy probables cancelaciones de sus vuelos o “solamente” de sus demoras, si bien les va, pues con la temporada alta de invierno comienza la época de neblinas en los aeropuertos de nuestra gran metrópolis, ya sea en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), o el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), incluso el Aeropuerto Internacional de Toluca (AIT).
Verán largas filas, para documentar su equipaje, y también en migración y aduanas. Si usted es un verdadero viajero frecuente sabrá que este fenómeno es cada temporada alta en todos los aeropuertos del mundo. Y de verdad queridos lectores y pasajeros, no crean que los trabajadores disfrutan verlos pasar las de Caín en las terminales aéreas; la gran mayoría de los que trabajamos dentro de la industria aérea, odiamos como ninguno esta temporada, y si me equivoco, les pido que lo manifiesten así en los comentarios a esta columna.
En mi sistema de creencias es impensable viajar en temporadas altas; detesto tanto las aglomeraciones, que cuando iba a Europa lo hacía a finales de enero, principios de febrero, para no ver turistas veraneando. Igualmente evitaba los viajes de placer en cualquier puente, o en la semana santa.
Una vez -trabajando- me tocó pernoctar en Acapulco los días sábado y domingo de la “semana mayor”, y aunque ustedes no lo crean, preferí no salir del cuarto ni para comer; pedí room service, porque me estremecía simplemente ver desde la ventana, saturada la alberca del hotel. Ni siquiera intentar ir a la playa. Yo sé, es una de esas experiencias que, dicen, hay que hacer por lo menos una vez en la vida, como ir a la lucha libre, o comer insectos… pero sigo sin juntar la voluntad necesaria para hacerlo.
Que exista “la temporada alta” es clara señal de que no todos piensan como yo, y es perfectamente válido que aprovechen estas fechas para salir de vacaciones o visitar a la familia. Si hay dos aeropuertos del país que serán un completo caos son el AICM y el de Cancún; estas dos terminales aéreas son las que más turistas internacionales captan, casi el 12%; les sigue de cerca el Aeropuerto de Los Cabos.
Nuestros principales turistas provienen de los Estados Unidos, casi el 50% de ellos vienen a vacacionar en Cancún. El Instituto Nacional de Migración informó que ingresaron a México 22.7 de millones de personas a nuestro país, provenientes de 214 países. Después de Estados Unidos, le siguen países como Canadá, Colombia, Reino Unido, España, Argentina, Perú, Brasil y Francia, entre otros.
Para enfrentar la alta demanda de vuelos, en esta temporada las aerolíneas suelen contratar personal de manera temporal, y esto es un arma de doble filo, pues cada año en estos empleos han ido ofreciendo menos salario, por lo que se vuelven menos atractivos. Por ello no es tan fácil disponer de personal que trabaje durante la temporada alta.
Este fenómeno ya se presentó durante la temporada alta de verano en los aeropuertos europeos; desde el mar de maletas en la terminal de Heathrow (Londres), o las largas filas tan solo para acceder a la terminal aérea de Schipol (Amsterdam), lo mismo que en Barajas (Madrid) o en el famoso Charles De Gaulle (París).
Para ser clara, y explicarles este caso de la mejor manera déjenme usar un ejemplo, si quieren “chabacano”, pero que funciona. Durante este mes, por diversas circunstancias he tenido que ir a comer o desayunar a Sanborns. Al ser una franquicia del Grupo Carso, uno pensaría que lo mismo da un establecimiento que otro, y que sin importar a qué restaurante de la cadena acudas, siempre vas a obtener lo mismo, dado el control de calidad en el servicio, pero en los hechos no es así.
Me llama poderosamente la atención que a los tres diferentes restaurantes que he ido, la constante es la falta personal en la cocina, ¡ojo!, no faltan meseras, pues hay de sobra y hasta galopinos y hostess en entrenamiento. Pero en las tres ocasiones -en horarios distintos- la situación ha sido la misma: la comida tarda mucho en salir, y se nota mucho la diferencia entre uno y otro establecimiento con respecto a la comida, aunque se pida el mismo plato.
Así como en la aviación, el sector alimentario y restaurantero fue duramente golpeado por la pandemia, causó estragos de los que no es sencillo salir, y no dudo que se haya recortado al personal de cocina, y ahora con sueldos menos atractivos, sea difícil conseguir los cocineros suficientes para elaborar la comida, por lo que se ven rebasados, trayendo como consecuencia un servicio deficiente.
Esto mismo sucede en la aviación; en aras de no quebrar por las restricciones que hubo a los viajeros durante la pandemia, las compañías aéreas de todo el mundo optaron por quedarse con el personal estrictamente necesario para operar, y el que se quedó sufrió una serie de recortes a sus derechos laborales e incluso a su salario, todo en aras de sortear la situación tan apremiante que se vivía.
Aquí el problema real es cuando comienza la recuperación, las empresas de aviación se ponen muy contentas y venden boletos como si no hubiera mañana, pero “se les olvida” contemplar que ya no cuentan con el personal suficiente, y cuando buscan contratar, es ofreciendo menores prestaciones y salarios; esto hace que la gente no acepte sus ofertas y los cargos queden vacantes.
Tenemos que ser conscientes que volar cuesta. Yo sé que todo mundo -o casi todo el mundo- busca buenas ofertas para viajar, pero hay que decirlo, al final de la historia todos tienen una parte de responsabilidad en el caos. Mientras los pasajeros demandan vuelos más baratos, los dueños de las aerolíneas aceptan en aras de no sacrificar sus ganancias, pero lo hacen recortándole los sueldos a sus trabajadores. Esto hace que los que prestan sus servicios no se sientan con la camiseta puesta, y no den lo mejor de sí.
Un círculo vicioso que se verá aún más acentuado en plena temporada alta de invierno, más si ese personal solo está por un breve lapso y mal pagado. No olviden que lo dije, esto mismo se verá en los aeropuertos del todo el mundo; algunos se verán afectados por nevadas, otros por falta de personal, lo que es un hecho es que la pandemia dejó al desnudo la parte más vulnerable de la operación, y esa es el personal aeronáutico.
Recomendación: sí usted piensa viajar en estas fechas, anticípese al caos, pero no lo padezca, no luche pensando “esto no sucedería si estuviera el NAIM”, créanme que en ese aeropuerto el fenómeno iba a ser el mismo, no importa la infraestructura aeroportuaria si lo que le falta a las aerolíneas es gente que atienda la alta demanda de pasajeros en los vuelos.
Le sugiero que para conservar en mejores condiciones su hígado, mejor saque de su cabeza ese pensamiento. Guárdelo para cosas más importantes en su vida, lleve zapatos cómodos, agua y algún snack que le hagan más llevadera la espera; debe ir dispuesto a perder muchas horas de su vida, con un libro si le gusta leer, buena música si es usted melómano, o con la serie de TV descargada en el celular, por si no funciona bien el WiFi. Viva su viaje como una aventura; volar siempre es una experiencia maravillosa.