Es mi opinión que el atentado contra la vida del ex presidente y actual líder en las encuestas, Donald J. Trump, fue real y no una “falsa bandera” o “auto atentado” como algunos demócratas estadounidenses y conspiranoicos presuponen.
Por azares del destino, me encontraba viendo el canal CNN prácticamente en el momento de los hechos, por lo cual me sorprendí como muchos al escuchar los disparos del tal Thomas Matthew Crooks, tirador de 20 años, un personaje radicalizado rápidamente porque hace apenas un par de años todavía era un adolescente estudiante y ayer, día del intento de magnicidio, portaba ya ropa con distintivos de una milicia y camuflaje estilo militar.
Cualquiera que viera la expresión de miedo y confusión en el rostro de Donald Trump difícilmente puede argumentar que al republicano le volaron media oreja solo para hacer un “montaje”. Ni siquiera un personaje que fue estrella de reality shows y la WWE es capaz de eso. Para lo que si le sirvió su experiencia cómo mercachifle de los mass media gringos fue para levantar el puño de manera desafiante después del atentado, dándole a los fotorreporteros algunas imágenes que prácticamente sellarán, si no pasa algo más grave en los meses de campaña que restan en EU, su aplastante triunfo por encima del débil y senil Joe Biden.
Lo que abre la puerta a las sospechas de que el tal Matthew Crooks habría tenido, por acción u omisión, apoyo dentro del equipo de seguridad de Trump, tanto del Servicio Secreto, como de policías locales, mejor explicado por el ex marino estadounidense y ahora analista geopolítico Brian Berletic, quién en su cuenta de X (@brianJberletic) expone las severas fallas de ese equipo de seguridad que las cintas basura de Hollywood pintan como “rambos” y que ayer fallaron miserablemente, o les ordenaron fallar:
“La enorme bandera estadounidense que ondeaba sobre la cabeza de Trump servía como la bandera ideal para el viento, indicando para un potencial asesino la velocidad y dirección del viento; tales indicadores se utilizan en todos los campos de tiro militar/de seguridad, dichos indicadores deberían haber sido prohibidos por seguridad”.
“Casi con certeza se evaluaron todas las posiciones potenciales para un asesino, la evidencia en video sugiere que la seguridad tenía francotiradores apuntando en su dirección, pero aparentemente el acceso a estas posiciones quedó sin vigilancia”.
“Si la audiencia vio al asesino moverse hacia una posición de tiro obvia, los francotiradores entrenados con miras telescópicas ciertamente también lo hicieron.
Es difícil creer que el Servicio Secreto de EE.UU. fuera tan sistemáticamente incompetente”.
“El propio asesino actuó de manera muy poco profesional, tomando una posición de tiro a campo abierto, lo que garantizaba que su misión fuera un viaje sin retorno, garantizado”.
“El hecho de que lograra herir al expresidente Trump significa que obviamente tenía experiencia disparando un rifle, pero poco o ningún entrenamiento táctico”.
“Si las fallas de seguridad fueron intencionales, no me sorprendería que alguien como el FBI se le hubiera acercado, guiándolo a través de todo el proceso, como a muchos “sospechosos de terrorismo” de baja calidad que el FBI ha entrenado, proporcionándoles armas/explosivos, a menudo arrestándolos en el último momento, pero de vez en cuando “accidentalmente” fallando en hacerlo antes de un ataque en vivo”.
Para concluir el excelente análisis de Berletic, solo me resta agregar que Donald Trump tuvo suerte. Si los movimientos de su cabeza en pleno discurso hubieran variado o si el ángulo de disparo hubiera variado un centímetro, estaríamos hablando de otro magnicidio en la larga historia de violencia política en los Estados (des)Unidos de “América”.