En los últimos años, el gobierno mexicano ha impulsado incrementos al salario mínimo, con la intención de mejorar la calidad de vida de los trabajadores y reducir la desigualdad, como lo fue el anuncio que, a partir del 1 de enero de 2025, el salario mínimo general se incrementara de 248.93 a 278.80 pesos diarios y en la Zona Libre de Frontera (ZLFN) se incrementara de 374.89 a 419.8 pesos diarios. Sin embargo, al mismo tiempo, la productividad laboral en México sigue siendo de las más bajas en América Latina. El país enfrenta un dilema económico: el aumento salarial, aunque beneficioso a corto plazo, podría no estar siendo acompañado por un aumento en la eficiencia laboral, lo que amenaza con crear un ciclo vicioso de costos elevados y crecimiento económico estancado. A esto se suma la reciente discusión sobre la posible reforma para reducir la jornada laboral, lo que genera aún mas incertidumbre sobre el impacto de estas políticas en la productividad del país.
Aumento del salario mínimo: ¿aumento real del poder adquisitivo o aumento de los costos?
En 2024, el salario mínimo en México alcanzó los $207.44 pesos diarios, lo que representa un incremento del 20% respecto al año anterior. Esto ha sido aplaudido por los organizaciones sindicales y trabajadores, que celebran la mejora en su poder adquisitivo. Sin embargo, este aumento no parece estar acompañado de un crecimiento proporcional en la productividad, lo que ha generado preocupación en el ámbito empresarial.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la productividad laboral en México sigue siendo extremadamente baja en comparación con otras economías de América Latina. En 2023, la productividad laboral de México fue aproximadamente de $18,000 USD por trabajador al año, muy por debajo de países como Chile y Brasil, que superan los $25,000 USD. Además, de acuerdo con datos de la OCDE, México ocupa el lugar número 34 de 37 países en términos de productividad laboral, con una tasa de crecimiento muy lenta en las últimas dos décadas.
Este desajuste entre el aumento salarial y la productividad plantea una seria amenaza para la competitividad de la economía mexicana. Los costos laborales más altos, sin un correspondiente aumento en la eficiencia del trabajo, pueden llevar a las empresas a trasladar esos costos a los consumidores en forma de precios más altos o bien a reducir su fuerza laboral, lo que aumenta la informalidad y limita las oportunidades de crecimiento.
Indicadores clave para medir la productividad en México
Es común escuchar que la productividad laboral en México esta “mejorando”, pero como suele suceder, las buenas intenciones no siempre se traducen en resultados. No lo digo yo, lo dicen los datos. Estos son algunos indicadores mas usuales que se usan para medir la productividad:
- Productividad por hora trabajada: según el INEGI, la productividad por hora trabajada en México es considerablemente baja en comparación con otras economías de la región. En 2023, esta cifra alcanzo los $7.68 USD por hora, una de las mas bajas de la OCDE. Esto se debe a diversos factores, incluyendo la baja inversión en tecnología, la informalidad laboral y la falta de capacitación de los trabajadores.
- Índice de Competitividad Global (ICG): este índice mide no solo la productividad, sino otros factores clave como la infraestructura, la educación y la eficiencia del mercado laboral. México ocupa el puesto 56 de 141 países en el Índice Global de Competitividad, lo que refleja una eficiencia baja en el uso de los recursos humanos y materiales para generar crecimiento económico.
- Crecimiento de la Productividad Total de los Factores (PTF): la PTF, que incluye no solo el trabajo, sino todos los factores de producción (capital, recursos naturales, etc.) ha mostrado una desaceleración notable. En 2023 el crecimiento de la PTF fue de solo 0.3%, un nivel insuficiente para generar avances en la competitividad internacional.
En medio de este panorama, se ha propuesto una posible reforma para reducir las horas de la jornada laboral. La idea detrás de esta propuesta es que una jornada laboral mas corta podría mejorar la calidad de vida de los trabajadores y a su vez aumentar su productividad al prevenir el agotamiento y fomentar el bienestar general.
De acuerdo con estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la reducción de la jornada laboral puede mejorar la productividad en aquellos sectores en los que los trabajadores están sobrecargados. Sin embargo, en economías con baja productividad estructural, como la de México, esta medida podría tener efectos adversos. La falta de infraestructura adecuada, la baja capacitación y el escaso acceso a nuevas tecnologías podría hacer que la reducción de las horas laborales aumenten los costos sin generar una mejora en la producción.
¿Qué dirían los economistas?
Como buen economista, todo depende, en este caso depende de la corriente o la teoría con la que se analice, como puede ser que para los economistas clásicos, un aumento en el salario mínimo sin un incremento en la productividad laboral puede resultar en un desempleo mas alto, ya que las empresas no podrán pagar salarios más altos sin generar un retorno proporcional en productividad. Esto es particularmente cierto en países con economías subdesarrolladas o en vías de desarrollo, como México, donde la elasticidad de la demanda de trabajo es mas sensible a los aumentos salariales.
Caso contrario que si se le pregunta a un keynesiano, que para ellos un aumento salarial podría ser positivo si se considera como un estimulo a la demanda interna. Al tener mas poder adquisitivo, los trabajadores consumen mas, lo que podría generar un aumento en la producción. Sin embargo, este aumento de la demanda solo tendría efectos positivos si las empresas logran aumentar su capacidad productiva de manera eficiente.
Y aquellos seguidores de Mincer y Ofek, tienen una perspectiva del capital humano donde un aumento del salario mínimo puede incentivar a los trabajadores a invertir mas en su educación y formación profesional, lo que a largo plazo generaría una mejora en la productividad. No obstante, esto solo ocurriría si existiera una infraestructura adecuada que apoyar la capacitación y el acceso a nuevas tecnologías.
En mi opinión el dilema que enfrenta México es claro ¿puede el país aumentar los salarios sin comprometer aún más su baja productividad? Si el gobierno no toma medidas estructurales que mejoren la competitividad, la educación y la infraestructura., es posible que la solución fácil del aumento salarial termine siendo una trampa inflacionaria y un freno a la competitividad. La propuesta de reducir las horas laborales, si bien podría tener algunos beneficios a corto plazo, necesita ser evaluada cuidadosamente, ya que podría tener un impacto negativo sobre la productividad si no va acompañada de un plan de inversiones en capital humano y tecnología.
El camino hacia un crecimiento económico sostenible en México no pasa solo por subir el salario mínimo o reducir la jornada laboral, se requiere más que reformas populistas. Es imperativo que se invierta en la mejora de la productividad laboral, el fortalecimiento del capital humano y el aprovechamiento de la tecnología para evitar que el aumento salarial termine siendo solo una medida popular que, al final, no logre los objetivos de bienestar y crecimiento económico esperados.