México vive una transformación, guste a algunos inconformes y cegados, principalmente por pérdida de algunos ilegítimos privilegios ó algunos por prejuicios y sentimientos mezquinos, otros más por una profunda ignorancia política, qué por cierto, en la mayoría de las universidades privadas en México no hace más que acentuarse, tristemente, cómo si de clubes privados de ricos se tratase, instituciones mismas, en no pocos casos, se convierten en fábricas de jóvenes incultos pero lo medianamente funcionales, y en ocasiones, con relaciones personales ventajosas cómo mayor logro académico.
Lo anterior se refleja teniendo una clara expresión en la música; si en 1971 un grupo de jóvenes visionarios, si bien miembros de una clase privilegiada, pero cultos y “alivianados” organizaron un mega concierto en el valle de Avándaro, en el Estado de México, al cuál acudieron cientos de miles de jóvenes (algo que rebasó cualquier prospección), en su mayoría de clases populares aunque los hubo de todo origen, dónde gozaron “un toquín” de proporciones épicas, pero lo cual asustó mucho al gobierno en turno, el de Luis Echeverría, dado la cercanía con el movimiento estudiantil de 1968 y también de la masacre de estudiantes en una marcha justo a principios de junio de ese mismo 1971 en la Ciudad de México, el llamado halconazo; a partir de Avándaro, prácticamente los conciertos musicales estuvieron prohibidos en México debido a un pavor, que rayaba en lo irracional, a las muchedumbres reunidas que no fueran organizadas bajo, la férula del Estado corporativo de entonces, no fue hasta el sexenio de Salinas de Gortari cuándo ese asunto se fue relajando en buena parte por la apertura comercial acelerada, sellos de su administración, pero en la que se tenía todavía un dejo de conservadurismo qué rayaba en lo ridículo, lo cuál se vio en el intento de censura a la agrupación española Hombres G, ya que uno de sus éxitos mencionaba la palabra “mamón”, y que afortunadamente lograron vencerla, dando un paso importante para salir de esa absurda mojigatería anacrónica y rancia qué prevalecía todavía en plena década de los años 80.
Luego de Avándaro el régimen tuvo pues, pavor a la música, cómo potencial detonante de reuniones masivas, en un estado de paranoia irrisoria, en en cual el rock y sus conciertos (y de uno que otro género musical más) fue prácticamente una actividad clandestina. Hoy, el concierto masivo de año nuevo del grupo sonidero Polymarchs viene a dejar en claro la derrota del conservadurismo lo mismo que el retorcido dogma neoliberal, no sólo en materia política y económica sino que en el ámbito cultural, quizás muchos no caigan en cuenta que dicho concierto que logró aglutinar a cosa de 300,000 mexicanos es una de las derrotas más duras para la hoy oposición que llegó al abierto insulto clasista y a la ofensa hacia el pueblo y su inalienable derecho al sano esparcimiento, ya que semanas antes lo tomaron cómo bandera política, una de tantas que han tomado y que no les ha funcionado sino que al contrario se han vuelto en su contra, teniendo una respuesta popular de proporciones inimaginables, y la gran diferencia con Avándaro es que el actual gobierno no intentó esconder y/o estigmatizar, ni amedrentó a sus organizadores, sino que esta vez fue el gobierno mismo, de CDMX, el que lo financió e impulsó.
Avándaro en el 71 y Polymarchs en 24/25 tienen mucho en común: eventos dirigidos al pueblo de México, y en los cuales no hubo ni un sólo desmán qué lamentar, sino al contrario, gente de todas las edades niveles socioeconómicos y gustos mezcladas, en paz y hermanados por la música, la libertad (bien entendida) y la alegría, disfrutando uno de esos momentos que la vida puede, de vez en cuándo, regalarnos. Y no tengan duda alguna en algo: el reciente concierto Polymarchs en la CDMX quedará en la memoria colectiva cómo un triunfo cultural enorme del pueblo de México, su nuevo régimen y sus políticas sociales, y lo mismo de la cultura popular misma, que además de salir a las calles por el concierto, lo hicieron también para reivindicar su triunfo político en democracia, a defender su dignidad y a la cultura misma, a su vez de suponer un golpe durísimo contra la, ya de por si, languideciente oposición moralmente derrotada.