No se sabe si por dignidad, vergüenza, decepción, frustración, o simplemente por cansancio debido al exceso de tareas, pero lo cierto es que según reportes oficiales de dependencias federales como la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), y la Secretaría de Marina (Semar), se ha registrado en lo que va de este 2022, el mayor número de bajas entre su personal en los últimos años, según se dio a conocer la semana pasada.

No consta cuál sea el motivo real de la citada deserción, pero las estadísticas no mienten y según reporte del primer trimestre, 363 elementos de la Semar solicitaron su baja, igual que 429 de la Sedena, tratándose de la cifra más alta de salidas en instituciones que han duplicado sus funciones en este sexenio.

De acuerdo con medios de comunicación, en el caso de la Semar, las bajas pertenecen a 274 marineros, 45 cabos, 11 terceros maestres y 24 tenientes de corbeta, de acuerdo con un reporte oficial de la dependencia.

La cifra de renuncias en los primeros tres meses de 2022 representa un promedio mensual de 121 efectivos.

En todo 2021 se fueron de la Armada de México 379 elementos, un promedio de 31 elementos al mes.

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En 2020 decidieron darse de baja 223, un promedio mensual de 18 efectivos, mientras que en 2019 decidieron su baja sólo 75, un promedio mensual de 6 marinos.

Se dice también que el alto número de bajas registradas en apenas un trimestre coincide con las nuevas labores en materia de seguridad por parte del personal naval en aeropuertos, aduanas y puertos.

Por ejemplo, en febrero, mil 500 elementos fueron enviados al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), y este año se anunció que la dependencia se hará cargo de 17 aduanas, además de que se hizo del control de los puertos marítimos para evitar, principalmente, el tráfico de drogas.

Ante el alza de violencia en Morelos, un grupo de 235 marinos también fue enviado a esa entidad desde enero.

Para Guillermo Garduño, académico de la UAM y experto en temas militares, la carga de trabajo y la baja remuneración están generando las bajas.

“Hay dos asuntos aquí: la fatiga del personal, si te das cuenta la mayor parte de las bajas son de tropa, o de nuevo ingreso o que tiene un salario bajo y se desesperan, ven la carga de trabajo, no pueden, se dan por vencidos y se van”.

La Sedena también reporta bajas de su personal. En el primer trimestre de 2022, un promedio mensual de 143 efectivos decidió irse de los cuarteles del Ejército.

De acuerdo con un reporte de la Defensa, en los primeros tres meses del año se fueron 383 soldados, 15 cabos, 13 sargentos segundos, 7 sargentos primeros, 9 subtenientes, un teniente y un capitán primero, para un total de 429 renuncias.

La cifra representa un 16 por ciento más que en 2021, cuando se reportó un promedio de 123 bajas. En 2020 se registró un promedio mensual de 97 bajas, y en 2019, de 88.

Pero una razón que sería completamente justificada para zarpar, más allá del exceso de tareas y los bajos salarios, sin duda puede ser que aquellos que habiendo ingresado a las fuerzas castrenses con el anhelo de servir a su nación, de cumplir las tareas y misiones operativas en el combate y defensa de nuestro México, estén sufriendo la frustración y vergüenza de ver a esas Unidades y grupos especiales de defensa reducidos a realizar incluso trabajos de albañilería por órdenes presidenciales, pues no hay que olvidar que es el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha echado mano de los militares en funciones inéditas en México, endilgándoles las construcciones de un aeropuerto internacional, un sistema ferroviario y cientos de sucursales bancarias estatales, entre otras extrañas encomiendas.

Las burlas, el desprestigio, las humillaciones y la impotencia que padecen ya de forma cotidiana elementos del Ejército y la Marina, que habiéndose mantenido hasta hace poco como las instituciones de mayor prestigio y respeto, estén ahora impedidos inclusive de actuar con la fuerza que se les reconoce, ha sido también demoledor para algunos que no lo han podido soportar y han preferido entregar las armas antes que su dignidad.

Cada vez son más repetidas las aberrantes imágenes que se muestran en redes sociales y medios de comunicación, en donde elementos de la Guardia Nacional, La Marina y/o El ejército, son agredidos en todas las formas posibles por comandos de delincuentes integrantes del crimen organizado o de diversos cárteles, quienes los hacen huir y se observa que prácticamente les perdonan la vida, dejándoles claro que si no los asesinan, o los cuelgan de algún puente, es en razón de que tienen ciertos tipos de acuerdos con alguna autoridad.

La ya tan gastada frase de “abrazos no balazos”, los tiene literalmente atados de manos. El hecho de estar impedidos de usar las armas aún sea para defenderse, debe ser frustrante sabiendo además que su vida está de por medio por una muy cuestionable instrucción del Ejecutivo de la nación, que ciertamente podría ser juzgada como que incurre en cierto tipo de delito.

El tema es que “los abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos (…)”, como bien lo dijo Javier Ávila, líder de la comunidad jesuita en Cerocahui, Chihuahua, durante el funeral de Javier Morales y Joaquín Mora en Chihuahua, los sacerdotes jesuitas que fueron asesinados a sangre fría por un presunto sicario de una banda de delincuentes.

Y pasando a otro asunto, pero también relacionado con la Sedena, hay que decir que, el pasado miércoles, en un hecho histórico en el Campo Militar 1-A, el presidente Andrés Manuel López Obrador puso en marcha la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de los Hechos Ocurridos entre 1965 y 1990, que consultará archivos, realizará acciones de reconocimiento y búsqueda en instalaciones militares del país para esclarecer las violaciones graves a derechos humanos que se cometieron en ese periodo, como desaparición y tortura, en la llamada guerra sucia.

Y no es que no interese aclarar esos hechos, pero sería más oportuno quizá que se dedicara a trabajar y a ocupar a sus funcionarios en asuntos más urgentes  por resolver, por ejemplo:  el amainar el terror y el caos que impera en el país con tantos desaparecidos, ejecuciones, violencia, terror y sobre todo nulo crecimiento socioeconómico.