El panorama educativo en México se torna cada vez más complejo, y genera preocupación ante la proximidad del término de un gobierno que se propuso alcanzar la excelencia educativa.
Aunque se reconoce el esfuerzo del presidente Obrador por implantar un nuevo modelo educativo que replanteará la forma de entender la escuela mexicana, sus liderazgos en la materia han enfrentado dificultades para cumplir los objetivos deseados, en la lógica de revertir una situación que se ha venido agravando en los últimos años.
Si bien, el problema educativo en México no es reciente y menos consecuencia de los ajustes de la actual administración, se esperaban mejores resultados a partir de una legislación prometedora, pero en lo que van de estos cinco años no se ha logrado abatir ni frenar un rezago creciente, principalmente por falta de presupuesto y capacidad de arreglo con los actores involucrados.
La Reforma Educativa propuesta en 2019 llamó la atención, ya que planteaba cambios profundos a nivel filosófico, laboral-sindical y, especialmente, en lo pedagógico-curricular. Empero, en la práctica, la situación ha desmejorado: maestros insatisfechos con sus condiciones laborales, un rezago educativo agudizado luego de la pandemia, y un SNTE dividido en dos facciones, ninguna de ellas con propuestas concretas y capacidad de ayuda.
En este contexto, los resultados de la evaluación internacional PISA subrayan las deficiencias del Sistema Educativo Mexicano, que obliga a reflexionar profundamente sobre sus hallazgos; descartarlos por una ideología política es válido, pero no contribuye al debate por la mejora educativa. Al final, todo parámetro de evaluación es necesario para la toma de decisiones.
Además de lo anterior, las crecientes manifestaciones magisteriales, como la reciente suspensión de clases en más de 300 escuelas de la Ciudad de México por maestros de la CNTE en busca de mejores salarios, acentúan esta crisis.
Este panorama educativo convulso en México debería alertarnos. La estrategia educativa actual no está funcionando como se esperaba, y es urgente atender las necesidades del magisterio para lograr las metas propuestas. Pues, quién mejor que este gremio para garantizar el éxito o fracaso de toda política educativa.
Cierto es que el problema no se resolverá de la noche a la mañana, pero es crucial entender que sin tener en cuenta la visión docente y la de los padres y madres en la tarea educativa, incluso los proyectos más vanguardistas no generarán resultados, como se ha evidenciado en anteriores reformas educativas fracasadas.
Ergo, las candidatas presidenciales y sus equipos deben primeramente comprender el tamaño de la crisis educativa, y atenderla desarrollando propuestas prácticas, novedosas y vanguardistas que vean a la educación como un medio de transformación nacional.
En particular, el equipo de la doctora Claudia Sheinbaum, por su vocación de científica y con una visión educativa única, tiene la gran responsabilidad de construir y deconstruir el proyecto educativo actual y agregarle elementos propios que impulsen un profundo cambio nacional en el ramo, como lo ha expresado en su reciente documental.
Más allá de la controversia política generada por los resultados PISA 2022 y en los albores de la llegada de un nuevo gobierno federal, es esencial que las nuevas propuestas educativas que habrán de ofrecerse sean tan atractivas que inviten a la comunidad a analizar juntos la importancia de proporcionar la mejor educación a nuestras generaciones futuras.
Este legado perdurará a lo largo de nuestras vidas y sentará las bases para construir una sociedad mejor de la que les estamos entregando. Ese es y será el reto de la próxima administración y posiblemente los cimientos del segundo piso en materia educativa de la Cuarta Transformación.