La adversidad y la incertidumbre son compañeras de quien hace de la política oficio y destino. Beatriz Paredes y Marcelo Ebrard son ejemplos paradigmáticos cuando las cosas no resultan como se esperaba. Para Beatriz ha sido más ingrato el proceso, pero su fortaleza personal y reciedumbre le significan una batalla más en un horizonte en el que hay mucho más que el cargo, la misión lo trasciende y es una tarea que bien llevada nunca ocasiona infortunio. Por eso la traición de Alito malito no la dobló; persistió en el principio de que no sería un pacto la razón de su decisión, sino una realidad. Actuó con entereza y lealtad a sí misma y al objetivo superior compartido. Hoy Beatriz vale mucho más que siempre.
Ebrard ha vivido los privilegios del poder. Gobernar la Ciudad de México fue una experiencia política única; su gestión se vio empañada por el fracaso de la obra emblemática de su gobierno, la línea 12 del Metro. Marcelo también cosechó la buena siembra de Manuel Camacho, un hombre de virtud consumido por el engaño de Salinas. Seguramente Ebrard esperaba de su sucesor, Miguel Ángel Mancera, un trato complaciente; no había margen, como tampoco lo ha tenido Claudia, las deficiencias de la línea se volvieron tragedia criminal.
Marcelo se ha entendido bien con AMLO. Podría haber sido peor. Como quiera Marcelo es un sobreviviente a partir del magnicidio de Luis Donaldo en 1994, hace casi treinta años en el que jugó un triste papel.
Efectivamente, para Beatriz la situación ha sido más ingrata. Su trayectoria, ejemplar y trascendente, por igual en menesteres agrarios, en la organización campesina, en el PRI, en el gobierno, en la diplomacia o en el legislativo. Su castigo es el deterioro reputacional del tricolor por la desbordada corrupción de sus gobernadores y de Peña Nieto, quien resolvió alejarla del país. Ellos con el botín, Beatriz luchando con la dificultad por la venalidad ajena.
El proceso interno del Frente Amplio por México oportunidad para que Beatriz acreditara lo que es. Muchos ahora le reconocen la calidad y el talento que le regateaban. Es el mejor activo del tricolor y tiene mucho por delante a pesar de no buscar cargo de elección en 2024. La elegancia con que enfrentó la embestida de las dirigencias de los partidos es una lección de alta política. El miedo infundado y la desconfianza de un lado y de otro llevó a la conclusión anticipada del proceso, decisión que afectó al Frente y a Xóchitl e hizo de los impresentables Moreira y Moreno los componedores para el ungimiento de Xóchitl.
En política no hay deudas, premisa básica del oficio. Marcelo debió entender a AMLO. Salinas engañó a Camacho, López Obrador no lo hizo con quien fue su canciller. El suelo estuvo disparejo porque la continuidad tenía nombre y plan B, nunca fue él. El proyecto ha sido y es López Obrador; no hay nada más; como tal le atañe resolver y decidir la determinación más delicada y definitoria sobre su futuro, por lo que ha luchado y logrado: la presidencia de la República. Siempre habrá lugar para Marcelo, pero él está dispuesto a complicar el guion presidencial sucesorio a partir de la convicción de que si no pelea no gana. A diferencia de Beatriz que optó por privilegiar la causa común, Marcelo lucha por sí mismo y el daño que causa no es menor. Su destino está resuelto y no es promisorio.
Más han hecho por el país quienes no llegaron a la presidencia; entre otros, Carlos Castillo Peraza, Diego Fernández de Cevallos, Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Clouthier, Jorge Carpizo. Beatriz Paredes es de esa misma pasta.
La conducta ante la adversidad es la medida de los políticos. En Beatriz hubo entereza, dignidad y firmeza. Para Marcelo, un desafío mayor; la encuesta la tenía perdida y tuvo la audacia para cuestionarla antes de que se conocieran los resultados. No optó por la retirada decorosa, en su lugar enfrenta a López Obrador y complica lo que parecía ya resuelto. Su exigencia de repetir la encuesta conlleva el modificar las coordenadas de una decisión tomada desde hace tiempo. Difícil que transite con éxito. La historia está escrita y no es a su favor.