El Estadio Azteca, la catedral del futbol mundial, ha sido escenario de muchos de los momentos más sublimes e históricos en la historia de las Copas del mundo, y ratificado con ese galardón el estadio por referencia ni más ni menos que por el presidente de la FIFA, el señor Infantino en una visita realizada hasta su sagrado césped hace unos pocos meses, pero aún tiene páginas mundialistas en blanco por ser escritas y aguarda el coloso su tercera ocasión como sede mundialista, esto en el próximo campeonato mundial (el T-MEC) organizado entre Canadá, Estados Unidos y México para el verano del 2026.

Dos de las epopeyas ahí vividas tienen que ver con futbolistas clave para sus selecciones y lesionados en partidos vitales y que decidieron jugar lastimados, dejando escritos sus nombres para la posteridad en el libro de leyendas indelebles del futbol mundial. El primero de ellos fue durante el campeonato México 1970, se jugaba la semifinal entre Alemania e Italia, que a la postre fue denominado el partido del Siglo XX, habiendo una placa conmemorativa de bronce desde entonces en una de las entradas al estadio. El partido, de volteretas inolvidables en el marcador y exquisito nivel futbolístico, fue ganado por marcador de 4 a 3 por los italianos ya en tiempos extra. El futbolista que que debutó con veinte en el mundial de Inglaterra 1966 llegando hasta la gran final y perdiendola contra el local ‘equipo de la rosa’, se dislocaba un hombro en un choque con el contrario de la escuadra ‘azzurra’ (a la postre subcampeona, perdiendo la final contra el Brasil de Pelé) Giaconto Facchetti, teniendo que salir del campo a ser auxiliado por el cuerpo médico de ‘la mannschaft’, viendo el mundo atónito cómo volvía al campo (no tenían cambios disponibles, al haber agotado las dos sustituciones permitidas hasta hace no mucho tiempo), con un cabestrillo improvisado con vendas y disputando el cotejo hasta el último segundo.

Desde 1971 ese acto heroico le sumó a su característico liderazgo, ganándose el gafete de Capitán, con el cuál levantaría por fin la copa FIFA, en su país, la entonces Alemania Federal, en la siguiente edición mundialista en 1974. A la postre, en el Mundial de México 86, Franz Beckenbauer sería de nuevo protagonista, ahora cómo el director técnico de la selección germana, llegando hasta la final dónde recibió su tercera medalla mundialista, ahora de plata (en el 66 fué también de plata, en el 70 fue la de bronce, al ganar el partido por el tercer lugar contra Uruguay; la cuarta y última sería aúrea, en Italia 1990, dónde llevó a su selección a la consecución del Título, también casualmente cómo en el mundial anterior, contra la Argentina de Bilardo y Maradona). Cabe destacar que los dos únicos personajes que estuvieron acreditados cómo participantes por alguna selección para los dos mundiales celebrados en México fueron el mismo Franz Beckenbauer y el mexicano Mario Velarde (QEPD), también este cómo jugador en el 70, y ya para el 86 cómo auxiliar técnico del entrenador serbio Bora Milutinovic.

Otra epopeya mundialista escrita con letras de oro en el Estadio Azteca, fué protagonizada por el defensa José Luis Brown, quien por cierto falleció en el año 2019 a causa de una enfermedad neurodegenerativa a los 62 años, que junto con José Luis Cuccifo, fallecido en el 2004 al dispararsele accidentalmente un arma en un día de caza y el del mejor futbolista de todos los tiempos, Diego Armando Maradona, acaedida su muerte en el reciente año 2020, conforman las tres dolorosas ausencias del grupo de futbolistas que se alzó con la victoria en ese mundial de 86 (Maradona, por cierto, también tiene su placa de bronce en las afueras del estadio, junto a la del llamado partido del siglo del 70, por su gol contra Inglaterra, considerado cómo “la jugada de todos los tiempos”).

El también apodado como ‘El Tata’ Brown llegó a México cómo parte del conjunto argentino para el Mundial cómo un suplente, pero a escasos días de su primer partido en el estadio olímpico de C.U. contra Korea del Sur se vió sorpresivamente cómo titular, dado la baja del anterior capitán y campeón del mundo en el mundial de su país en 1978, Daniel Pasarella, quien cuenta una leyenda urbana habría sido “envenenado” por ser un factor de conflicto hacia dentro del seleccionado albiceleste, todo por la pugna encarnizada por el gafete de Capitán ya por ese entonces transferido por el D.T. Carlos Salvador Bilardo a Maradona, yendo a parar al hospital español por una severa gastroenteritis (provocada por beber agua no potable, según la versión oficial), que a la postre lo dejó no sólo sin la capitanía, sino sin disputar un sólo minuto en todo ese mundial de México 86, pero siendo, eso sí y hasta la fecha, el único argentino con dos medallas de campeón del mundo en su haber.

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Bien, José Luis Brown jugó absolutamente todos los minutos de dicho Mundial, llegando hasta la final, en la cuál alzarian la ansiada copa, sumándose al ataque al minuto 23, rematando un balón servido por el delantero Sergio Burruchaga (que anotaria el tercer y definitivo gol), empujando para apoyarse en su salto al mismísimo “10″, Diego Armando Maradona para así abrir el marcador. Faltando cosa de 15 minutos para terminar la final, en la cuál habían sido alcanzados en el dos a cero por los alemanes, que había puesto Jorge Valdano al minuto 10 de la segunda mitad, tuvo una severa lesión (luxación de hombro), llevado por el legendario doctor Raúl Madero (también futbolista mumticampeon en su época) a atenderse hasta su banca le espetó: “¡ni se te ocurra sacarme!”, ya que a ellos si les quedaba cambio disponible, al tiempo de morder su camiseta para hacer dos agujeros y meter ahí sendos dedos, improvisando el mismo otro cabestrillo para inmovilizar su maltrecha extremidad y contunuar el partido hasta el final. Así, Brown además de anotar el primer gol de esa final, único en todos los que en su vida disputó cómo seleccionado, por cierto, pudo dar batalla exitosa luego del tremendo choque con el alemán Dieter Hoeness (hay quienes dicen que a raíz de esa lesión nunca pudo recuperar su nivel futbolístico), pudiendo alzar la copa y festejar a toda voz en la cancha del Azteca y poco después en las instalaciones del Club América en Coapa, muy cerca del estadio, su lugar de concentración durante más de tres meses para el mundial (fue la primer selección en llegar y la última en irse) con la Copa FIFA en las manos y también una figura de la Virgen de Luján que los acompañó desde Argentina, misma copa de oro que fue entregada por el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado al capitán de la albiceleste, el “marciano” Diego Maradona. Dicha camiseta agujereada, es uno de los Santos griales del balompié en todo el mundo y la conserva la Familia del ya desaparecido Brown en la Argentina.

Estos son solo dos de los muchos momentos épicos en la historia del futbol mundial vividos en el Estadio Azteca. ¿Cuántas de estas historias doradas esperan a ser escritas en el próximo Mundial? En poco más de tres años, lo podriamos conocer.