¿Fue tan significativa e importante la fecha de elecciones intermedias en México? Desde luego que no, por mucho que nos quisieron hacer sentir lo contrario los medios de comunicación y los partidos políticos, con estridencias y catastróficas advertencias, nada grave sucederá.
¿México será distinto en función del resultado electoral y nos hemos jugado con ello, el futuro del país? No, México seguirá igual: con los problemas estructurales que tiene, las urgencias y apremios actuales y los procesos positivos y negativos que hemos vivido estos últimos años.
¿Fue importante votar? Claro, se renovaron la cámara de Diputados, bastantes gubernaturas, alcaldías y congresos locales. Son, sobre todo, elecciones muy importantes localmente. Cada alcaldía, gobernatura, congreso local y diputado que llega al Congreso del país, ha sido votado por la ciudadanía que corresponde a su localidad.
Nos quisieron vender la idea de que estas elecciones representaron escoger entre democracia y dictadura. Una descarada mentira y una patraña más de los enemigos del actual presidente. Algunas reflexiones:
1. México vive un régimen presidencialista que constituye hoy, el mayor reto para el desarrollo del país en el futuro. Es quizá, de fondo, el más grave de nuestros males: centralizar en una sola persona enormes facultades que impiden el control y supervisión de un verdadero gobierno democrático. Tener elecciones democráticamente aceptables no significa tener una país con funcionamiento democrático.
2. Desde el sexenio de De la Madrid empezó una incipiente sublevación del poder legislativo; con Zedillo iniciaron los atorones que se convirtieron en tapones legislativos cuando Fox y Calderón fueron presidentes. Los legisladores tuvieron que aprender a pactar y en vez de convertirse en partidos responsables respetando lo necesario para el país y lo importante para sus intereses, se dio el compadrazgo legislativo y sucedió lo que ahora padecemos: el debilitamiento del verdadero debate y proceso legislativo y una conducta contaminada por prácticas que obedecen a un pasado que se resiste a morir. Y sin embargo, los presidentes siguieron ejerciendo el enorme poder ejecutivo que su cargo les otorga. La ineficacia del congreso derivada en parálisis legislativa, han afectado al país no al poder presidencial.
3. A los gobernadores y presidentes municipales que en los últimos 30 años fueron ganando autonomía e independencia financiera, habría que reconocerles grandes daños para sus conciudadanos: más deudas, menos seguridad; más corrupción, menos infraestructura; más pobreza, menos oportunidades. Ni azules, ni rojos ni amarillos han dado buenos resultados. Tampoco creo que será el caso de los gobernantes de Morena. Algo está fundamentalmente mal cuando quien sea que llegue al poder, termina preso de los vicios arraigados en el cargo.
4. El sexenio anterior fue el colmo: pactos, sobornos, corrupción y gran ineficacia. Por eso ganó López Obrador, por el hartazgo de la gente ante los excesos y atropellos del priismo. Los excesos de la burguesía burocrática y los descuidos con las clases pobres, mayoritarias, ocasionaron el descarrilamiento del modelo neoliberal mexicano (que en teoría hacía sentido pero en la práctica resultó nefasto por costoso, injusto e ineficaz para las mayorías)
5. A pesar de todo, en los últimos 70 años, el país ha crecido, gracias al tratado de libre comercio de manera acelerada de 1994 a 2020; la clase media se ha ensanchado, la expectativa de vida ha aumentado, la infraestructura se ha desarrollado. Pero todo esto se ha logrado a pesar del gobierno como sistema de ejercicio del poder público. Se ha logrado por las iniciativas y compromiso de una minoría de funcionarios a un costo altísimo.
6. Así como el régimen presidencialista es el verdadero problema del lado del sector público, la corrupción e impunidad de las élites lo es del lado de la sociedad. La ineficacia del poder judicial para sancionar estas conductas han hecho cómplice al Estado de ellas.
7. El actual gobierno obtiene un triunfo indiscutible incluyendo cierto control del congreso para procesar iniciativas acordes con su proyecto. Comete dos errores notables: subestimar la pobre capacidad de ejecución del equipo de trabajo en sus acciones mostrando una gran ineficacia, acrecentada por los sabotajes y obstáculos de los adversarios y, segunda, la gran furia con que las élites han reaccionado al ver sus intereses particulares severamente afectados. Sobre todo aquellas élites que dependen del vínculo con el sector público y que controlan e inciden en bastantes medios de comunicación.
8. Se argumenta un desmantelamiento de ciertas instituciones que, según los adversarios, eran una conquista para garantizar la verdadera conducta ética, profesional y democrática. Lo cierto es que están más que documentados los enormes costos (muy superiores a sus contrapartes en el mundo), los pocos resultados en proteger al país de la impunidad de las élites y lo estéril que ha significado para el conjunto de los mexicanos el costo beneficio de esta especie de gobierno paralelo. Nadie discute su pertinencia pero nadie puede justificar su ineficacia. En el fondo subyace la necesidad de transitar hacia un régimen parlamentario con una reforma al poder judicial en vez de la creación de organismos que terminan dominados por intereses particulares y el corporativismo burocrático.
9. El gran reto del gobierno actual es fomentar y estimular la inversión privada nacional. Para ello hace falta no solo estímulos y respeto al manejo de la moneda y la macroeconomía; hace falta darle su lugar al sector privado y llegar a acuerdos que generen confianza y animen la inversión. No parecen estar dadas las condiciones para que esto suceda en el corto plazo. Este malestar, real y lamentable, es aprovechado por los adversarios del actual gobierno para generar desánimo y enfado entre las clases privilegiadas.
¿Qué hacer?
1. Lo que hicimos: votar sin escuchar los argumentos nacionales y poniendo la atención en las propuestas y candidaturas locales. Asegurarnos que se elige al mejor. La partidocracia es otro de los grandes males del presente siglo en el mundo. Y en México, con procesos electorales que privilegian a los partidos, es muy difícil acertar en la elección.
2. Asumir que en la mente de la mayoría de los gobernantes no es prioritario una conducta ética en el ejercicio del poder. Que los intereses de partido y privados estarán por encima del interés público.
3. El peso de la realidad y de los problemas importantes es apabullante y la solución no será inmediata ni fácil. Se requiere ir dando pasos cortos pero firmes: elegir mejor a cada gobernante; pagar impuestos y exigir cuentas; enterarnos y participar en el ejercicio de la crítica al poder público; comprender que los apoyos a los que menos tienen, la seguridad pública, la estabilidad económica, la salud, la educación, el medio ambiente son una prioridad y deberían ser soluciones institucionales del Estado Mexicano muy por encima de los gobiernos que entren y salgan; participar en política no sólo acudiendo a votar sino interesándonos de los asuntos públicos y dedicando parte de nuestro tiempo y esfuerzo a la construcción de una democracia verdadera desde nuestro barrio, pueblo o zona rural. Hasta entonces no veremos un cambio de fondo.
El problema
Pienso que el gran criminal del siglo XXI ha sido el gobierno: de todos colores y en todos los niveles. El problema más grave no son ellos, sino nosotros que no hemos sabido construir una ciudadanía cuyo peso político sea efectivo en el día a día. Tenemos en todos lados, mexicanos con enormes capacidades y un pueblo desigual pero noble, la articulación de la sociedad organizada para esos pequeños logros es capital para la toma de conciencia colectiva de lo posible. Se nos ha dicho que la corrupción se combate de arriba hacia abajo, puede ser, pero eso no elimina la posibilidad de hacerlo desde abajo, acompañando a las autoridades de una participación ciudadana que denuncie, supervise y exija las acciones y conductas que les son comunes en la vida diaria y que, además, se organice para ejercer aquellas acciones propias de una sana convivencia como el cuidado del espacio público, su seguridad e higiene, el consumo a micro y pequeños negocios que soportan el tejido social, el apoyo y reconocimiento a los médicos, enfermeras, maestros, policías y un enorme etcétera. Esa construcción será la que nos lleve a las grandes reformas y no la voluntad de grupos en el poder.
Ya hemos cumplido acudiendo a las urnas, ahora, como ha venido sucediendo en los últimos tiempos, nos sentaremos en nuestra butaca cada vez menos cómoda y más derruida, a observar la última versión de una película muchas veces vista: El patético circo nacional.