Asediado en varios frentes, con un conflicto militar perdido en Ucrania pese al despilfarro de decenas de miles de millones de dólares en lo que se considera una “guerra indirecta” contra Rusia, con una pandemia de Covid-19 en una sexta o séptima ola con más de un millón de muertos y cientos de miles, o millones de discapacitados por el “Covid largo” y una crisis económica e inflación fuera de control, como no se veía desde hace 4 décadas, así es como Joe Biden, junto con su Partido Demócrata, a las elecciones intermedias de noviembre de este año.
Biden, debilitado política y físicamente está ideológicamente atado de manos para lograr llevar a cabo cualquier cambio en la trayectoria en espiral descendente de los Estados Unidos de “América”, porque la crisis que atraviesa su país es sistémica, más que política. El “libre mercado”, que ni es libre, ni es mercado, ensalzado por los obsoletos economistas herederos de la letal “Escuela de Chicago” no resolverá sus problemas. El sistema es la enfermedad, en las palabras del Doctor en Economía Richard D. Wolff.
Biden pide pausar impuestos a la gasolina
Entre la espada y la pared, con un combustible que en algunas localidades del norte de California ronda los 10 dólares el galón, Biden le ruega a su congreso el “pausar” los impuestos a la gasolina por espacio de 3 meses, con lo cual se lograría bajar el precio del galón gasolina míseros 4 pesos (18 centavos de dólar) por galón.
Entre eso, el uso de la “Reserva Estratégica” de petróleo y una petición a las grandes empresas petroleras transnacionales de su país a que bajen los precios -ninguna hace, ni hará caso, por supuesto- Biden se muestra como lo que es: un mandatario débil, que no tardó ni dos años en convertirse en un “lame duck” presidencial, un gobernante sin poder.