Todavía no había sido suficientemente discutido entre la opinión pública el severo tropiezo que tuvo el presidente Joe Biden durante lo que fue su primer debate -de esta nueva era- con el expresidente y cada vez más próximo a repetir con la candidatura republicana a la presidencia de la república, Donald Trump, cuando se han registrado un par de episodios más que parecen hundir a Biden y catapultar a Trump. Uno de ellos lo ocurrido en la OTAN, donde el presidente estadounidense tuvo terribles lapsus que pusieron en serias dudas su salud mental, y lo que seguramente marcará un parteaguas en la vida política y social de los Estados Unidos., a la par el presunto atentado del pasado fin de semana parece poner un clavo más a la candidatura del actual inquilino de la Casa Blanca, y otorgar un poderoso impulso a las pretensiones del polémico magnate estadounidense, lo que prácticamente le ha garantizado su retorno a Washington.

Si alguna persona no quería aceptar lo evidente, que el presidente Joe Biden, no se encuentra ya en completo uso de sus facultades mentales, tras su participación en la cumbre de la OTAN debió haber entendido que no hay manera de seguir en negación ante lo que ya no se puede ocultar, y me refiero a los problemas que está enfrentando.

Todos los medios de comunicación del mundo dieron cuenta de las graves confusiones que padeció el presidente de Estados Unidos, al hacer uso del micrófono, cuando por error llamó ‘presidente Putin’ al mandatario de Ucrania, Volodímir Zelenski, al presentarlo durante el evento.

Damas y caballeros, el presidente Putin’, dijo Biden, aunque rápidamente corrigió y dijo que el error se debió a que estaba muy concentrado en ‘vencer a Putin’.

Al finalizar el acto, el presidente estadounidense concedió una rueda de prensa en la que, lejos de acallar las dudas y las críticas sobre la viabilidad de su candidatura a reelección en la presidencia de EEUU, ha sumado nuevas voces en su contra al volver a confundirse al hablar de su vicepresidenta Kamala Harris, a la que ha llamado “vicepresidente Trump”.

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A Biden se le están juntando las facturas y se va quedando cada vez más solo. No únicamente está sufriendo pérdida de memoria sino también está sufriendo pérdida de apoyos. El miércoles de la semana pasada, el tema tuvo como protagonista a George Clooney. El actor estadounidense, un demócrata confeso que le ha ayudado a recaudar con su presencia decenas de millones de dólares, le animó a pasar página.

“Lo considero un amigo y creo en él. Creo en su moral. En los últimos cuatro años, ha ganado muchas de las batallas que ha enfrentado. La única que no puede ganar es la lucha contra el tiempo”, escribió en el diario The New York Times.

“Es devastador decirlo, pero el Joe Biden con el que estuve hace tres semanas en la recaudación de fondos no era el de 2010, ni siquiera era el Joe Biden de 2020. Era el mismo hombre que todos presenciamos en el debate”, indicó en el artículo.

“¿Estaba cansado? Sí. ¿Un resfriado? Tal vez. Pero los líderes de nuestros partidos deben dejar de decirnos que 51 millones de personas no vieron lo que acabamos de ver. Estamos todos tan aterrorizados por la perspectiva de un segundo mandato de Trump que hemos optado por ignorar todas las señales de advertencia.

“No vamos a ganar en noviembre con este presidente”, sentenció, y aseguró que los demócratas perderán la oportunidad de controlar el Congreso si Biden continua como candidato.

Y no habían terminado de escucharse y comentarse los señalamientos de Clooney, cuando surgió el nuevo suceso que catapulta aún más a Trump para encabezar la carrera aún sin ser todavía formalmente el candidato del partido republicano ultraconservador. Pero, salvo que alguna cosa muy trascendente y de manera impactante surja, será candidato y seguramente vencedor en la contienda presidencial.

El pasado sábado, tras el presunto atentado que sufrió durante el mitin en Pensilvania, cuando estando en medio de su alocución a miles de simpatizantes, en lo que los estaba exhortando a pelear y a dar todo de sí para que el vecino país del norte saliera del marasmo en que se encuentra por el gobierno de Biden y llamando al fervor ultra nacionalista, como suele hacerlo, y con el tremendismo de su discurso, de repente surgió el caos producido por una serie de disparos dirigidos a su persona, aunque solo uno de ellos, de forma casi providencial, rozó su oreja derecha al coincidir con el momento en que el magnate volteó la cabeza, causándole una hemorragia, si bien muy vistosa, poco caudalosa.

Lo que no deja de llamar la atención es que tras su primera reacción de tirarse al suelo y ser protegido por elementos del servicio secreto, se levantó cual ave fénix para producir la poderosa imagen que fue viral, y que dio la vuelta al mundo, en la que se ve a un Trump victorioso, levantando el brazo con el puño en alto, gritando, ‘fight, fight, fight’ (peleen, peleen, peleen), mientras sus fanáticos responden la arenga coreando el nombre de su país. Una imagen realmente poderosa, que ha generado el efecto que proyectado o no, le está dando al expresidente ese cariz de víctima que no solo le garantiza ahora la candidatura republicana sino también su regreso a dirigir las riendas del otrora país más poderoso del mundo desde la Sala Oval.

El tema aquí es quizá el fondo. Hay que ver la reacción de inmediato del presidente Biden, criticando pero de forma tibia y que no tiene mayor repercusión sólida comparada con la que tuvo y sigue teniendo la reacción importante del expresidente Barack Obama, que lleva ya casi un centenar de millones de expresiones de ‘me gusta’ en un comentario a través de su cuenta de X, antes Twitter, criticando, condenando el hecho de la violencia y señalando con índice de fuego que el origen de la violencia es la propia forma de hacer campaña de los ultraconservadores encabezados por Trump.

Ojalá al seno del partido demócrata se entienda y se logre reencauzar antes de que sea demasiado tarde.

Ya son varias llamadas de atención y la clase política más influyente al interior de los demócratas debe actuar, quizá ya con el tiempo encima, pero sin dejar de intentar un viraje y buscar la forma en que una figura nueva, fuerte, más fresca, sin los señalamientos y etiquetas de senilidad y falta de posibilidad para actuar y pensar que tiene ya encima de sí el presidente Biden, y que le está llevando al precipicio electoral a él y a su partido y poniendo al gobierno en manos de un personaje peligrosísimo, haciendo correr el riesgo de que se conduzca a un oscuro camino no solamente al gobierno sino al estado norteamericano y al mundo entero. Figuras para ser candidatas las hay, dos de ellas con muy buenas posibilidades de triunfo según encuestas, y me refiero a Kamala Harris, la vicepresidenta; y la propia Michelle Obama, esposa de Barack Obama, que tiene una gran solvencia sociomoral en el país, no solamente en su partido. Solo es cuestión de tomar la decisión y actuar, antes de que sea demasiado tarde.

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