Por fin, después de varias maromas, machincuepas y vueltas de carro, la fabricante de aviones norteamericana Boeing ha admitido su culpabilidad. Esto tras llegar a un acuerdo con el Departamento de Justicia de los Estados Unidos de Norteamérica.

En territorios del Tío Sam, la justicia da “jugosos” beneficios para quienes se declaran culpables. Esto es porque gracias a “don dinero” se logran acuerdos sumamente favorecedores.

Por supuesto esta circunstancia hace mella entre los familiares de las víctimas de los accidentes de los aviones modelo B737MAX. Tras saberse de este “arreglo”, los deudos han declarado su postura ante diversos medios de comunicación, como lo dicho a través de Clifford Law, la firma de abogados que les representa:

“Los últimos cinco años se ha presentado mucha más evidencia que demuestra que la cultura de Boeing de poner el lucro por encima de la seguridad no ha cambiado. Este acuerdo de culpabilidad no hace sino fomentar ese objetivo corporativo. Las familias están muy decepcionadas”.

Clifford Law

Algo cierto, y ya inocultable, es que Boeing puso las ganancias por encima de la seguridad de sus aviones, y que tanta era su prisa por ganar una “estúpida” carrera contra Airbus, que los orilló a solo modificar o adaptar una aeronave, en lugar de diseñar un nuevo equipo desde cero; tanta fue su ambición por no perder el mercado que se entregaba con los brazos abiertos a los modelos NEO de la Airbus, que no le importó sacrificar lo más vital en una empresa de aviación: la seguridad aérea.

Todos los que amamos la aviación fuimos testigos de cómo se fueron desarrollando las situaciones que hoy tienen a Boeing en el banquillo de los acusados, y aceptando su culpa llanamente, no porque la consciencia así se lo dicte a sus directivos, sino por una mera estrategia legal, que dejando de lado todos los vericuetos y términos legales podríamos resumir coloquialmente en “pa’ salir del maíz podrido”.

Las columnas más leídas de hoy

Esa es la razón por la que los familiares no están de acuerdo con el arreglo que se llevó a cabo entre el Departamento de Justicia y Boeing, y por la que los familiares de las víctimas van a solicitarle al tribunal que rechace dicho acuerdo.

“La burra no era arisca, la hicieron los palos” reza el famoso dicho que se aplica en este caso de manera magistral, porque los familiares saben que Boeing no cumple con sus acuerdos; hubo uno desde enero del 2021 que la fabricante de aviones simplemente no cumplió, y es más, terminó viéndole la cara a la Agencia Federal de Aviación (FAA por sus siglas en inglés). Tan flagrante fue su incumplimiento que en enero de este año Boeing entró de nuevo en una severa crisis.

Todos recordamos el incidente del vuelo de la aerolínea Alaska Airlines a principios de este año, donde salió disparada la “puerta/tapón” de un avión B737MAX.

El incidente puso de nueva cuenta en el ojo del huracán a la fabricante, pues se supone que para el 2021 cuando se llegó al primer acuerdo, Boeing se había comprometido a mejorar sus estándares de control de calidad y de seguridad aeronáutica. El hecho destapó que Boeing siguió comportándose de manera irresponsable.

Hoy sabemos que Boeing ha aceptado declararse culpable del cargo de “conspiración para defraudar a Estados Unidos”, durante la certificación de los aviones de la familia MAX, esto según documentos presentados en el estado de Texas, que la obligan a invertir mínimo unos 445 millones de dólares, para llevar a cabo programas de seguridad aérea.

Según lo declarado por Boeing a la AFP: “Hemos alcanzado un acuerdo de principio sobre los términos de una resolución con el Departamento de Justicia” y como bien apunta dicha agencia noticiosa, Boeing remata la declaración: “El acuerdo se produce después de que los fiscales determinaran que el gigante estadounidense de la aviación incumplió un acuerdo previo sobre los accidentes ocurridos en Etiopía e Indonesia.”

Y si todo esto fuera poco, la FAA hizo saber a través de un comunicado que ordenó que se deben revisar poco más de 2,500 aeronaves de Boeing -dentro del territorio norteamericano- para verificar que las mascarillas de oxígeno de sus aviones modelos 737-8MAX, 737-9MAX, 737-8200, 737-800ER y 737-900ER, funcionen correctamente en caso de emergencia.

El plazo otorgado por la agencia de seguridad aérea de dicho país es de 120 a 150 días para corregir cualquier error que pueda existir, ya sea en la posición de los tanques de oxígeno, como en los mecanismos en caso de emergencia.

Este es un aviso que se dio a conocer pocas horas después de que Boeing hiciera público su acuerdo con el Departamento de Justicia norteamericano. Y mi lectura de estos hechos es raso y concreto, pero no indolente.

Por supuesto que le va a salir mucho más barato a los directivos de Boeing pactar este acuerdo en lugar de pagar lo que solicitan los familiares de las víctimas de los dos accidentes fatales; son matemáticas simples, hay una gran diferencia entre desembolsar una multa de 244 millones de dólares, y después invertir en un programa de seguridad aérea de 455 millones de dólares, en lugar de pagar los 24,800 millones de dólares que reclaman los familiares de las víctimas.

¿Ven que declararse culpable sí trae grandes beneficios económicos? La desventaja para los familiares es que ya en una ocasión Boeing se comprometió y no cumplió, siguió haciendo exactamente lo mismo, y si no es por el incidente del vuelo de Alaska, no nos hubiéramos enterado del desgarriate que se traen en la fabricación de equipos.

Todo sea por sacar más aviones en tiempos y costos menores de producción, o sea, poniendo las ganancias por encima de la seguridad aérea. No creo que Boeing haya aprendido su “lección”; más bien estamos presenciando cómo el gobierno norteamericano le salva la retaguardia a su armadora, recordemos que aunque solamente esté en el juicio la parte comercial de la fabricante, la parte militar es muy importante para nuestro vecino al otro lado del Río Bravo.

No resulta para nada extraño que las autoridades gringas hayan encaminado, recibido, abrazado y concretado un acuerdo para evitar la acción penal que pesaba sobre la fabricante de aviones de dicho país. Así las cosas en “the land of the free”.