El fascista Jair Bolsonaro “salió por piernas” de Brasil, días antes de la toma de posesión de “Lula” da Silva como presidente del gigante sudamericano.
Se trata de un fin patético para un personaje fracasado y repugnante, cuyos “logros” durante la media década que tuvo a su cargo el mando del país carioca fueron la destrucción del Amazonas, los recortes a programas sociales y el genocidio de cerca de 700 mil personas resultado de su negacionismo ante el tema del Covid-19.
Cientos de miles de brasileños, la mayoría de clases desprotegidas, murieron producto del virus, mientras que “Bolsonazi”, quién nunca se distinguió por tener una gran salud, de alguna manera sobrevivió a constantes reinfecciones del patógeno, negándose a vacunarse o protegerse alguna manera.
Ya que, como dice el dicho, “no hay fecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla”. se acabó el fallido gobierno del facho y, por presunta recomendación de sus abogados, quien liderara dl destino de 214 millones de brasileños, ahora rumia sus penas en un insípido suburbio de Florida.
Las imágenes de Bolsonaro que circulan en redes sociales serían tristes si no se tratara de un criminal que eliminó todo registro de sus atrocidades en el gobierno a partir de 2020, de acuerdo al gobierno entrante: “Bolsonazi” en el súper, con una playera del pésimo equipo de fútbol “Team USA”, o comiendo Kentucky Fried Chicken.
Ese es, a fin de cuentas, el destino último de los fascistas: el ridículo, el descrédito y -si les va bien- el basurero de la historia.