La capital de Siria, la ciudad que ha sido habitada continuamente por más tiempo en la historia del mundo: Damasco, ha caído frente a la ofensiva islamista encabezada por Mohammed Al Jawlani, líder del grupo radical Hayad Tahrir Al Shams (HTS). Dicha organización fue el brazo sirio de Al queda e impulsada por el “sultán” del Estado islámico con objeto de enfrentar a las fuerzas opuestas a la concepción radical sunita que estos grupos proclaman. Aunque Jawlani desde hace unos cuatro años indica que su organización no reivindica la Yihad mundial, los orígenes del grupo hacen que Estados Unidos ofrezca 10 millones de dólares por la captura del mencionado líder.

La nueva situación en Siria implica una catastrófica derrota para la Rusia de Vladimir Putin que mantenía en el poder a Al Assad, aliado preponderante del poderío chiita iraní y garante de una frágil estabilidad en una zona muy volátil que además tiene una historia compleja con su vecino Líbano (dominado parcialmente por la milicia pro iraní: Hezbolá). Hoy por hoy la situación se torna adversa para el líder del Kremlin pues, su principal aliado Irán, ha perdido prácticamente todas las fuerzas subversivas que lo apoyaban en la zona, en un frágil alto al fuego después de una larga y efectiva ofensiva de las fuerzas israelíes que amplían su rango de control tras la derrota de Hamás, otro de los miembros del llamado eje de la resistencia financiado con dinero iraní en Gaza.

Donald Trump ha sido muy claro en su política respecto al rol de los Estados Unidos en Ucrania donde, en el corto plazo Rusia podrá con relativa facilidad imponer condiciones a un país desangrado por tres años de conflicto con Rusia. La guerra de Ucrania es la clave para entender la reconfiguración de alianzas militares entre Rusia, Corea del Norte, Irán y, tangencialmente, China. Putin, al sentir en riesgo su frontera occidental, opta por la salida militar en un teatro de operaciones al que convoca la ayuda de sus aliados naturales como Irán y Bielorusia, y luego busca un alineamiento bastante atípico y poco esperado de Corea del norte y China. Esta alianza militar tiene también reflejo en lo económico a través de los denominados BRICS, que conjuntan a grandes Estados muy poblados y/o territorialmente gigantes, pero este gigante tiene los pies de barro y lo acontecido en Siria lo demuestra con facilidad pues, Irán y Rusia fueron incapaces de mantener al gobierno de Al Assad en el poder y Turquía y la alianza occidental pudieron, en menos de 15 días, derrotar la dictadura que estos aliados sostenían.

Lo que parece que hay que explicar es que la pérdida de control del Oriente Medio afecta en modo determinante la llamada “ruta de la seda” y hace de Rusia un aliado poco útil para China la que, desde luego, busca un nuevo acercamiento a la administración norteamericana, dejando por completo olvidado el plan por impulsar una moneda que compita con el dólar.

Así pues, devolviendo a Rusia su seguridad fronteriza y alejándola de China, el mundo parece volver a la primera administración Trump que señalaba la necesidad de reducir la presencia militar norteamericana en Europa, garantizar con sus aliados saudís una paz mejor fundada en oriente medio pasando por el mayor control israelí de la zona y, finalmente, la concentración militar y económica en el lejano oriente para mantener a China como una potencia relativamente aislada de fuerzas militares que pudieran eventualmente apoyarla en caso de una conflagración (hoy muy posible) en el estrecho de Taiwán. Los riesgos del modelo trumpista son, desde luego, que los yihadistas como siempre, se radicalicen y conviertan Irak, Siria y Líbano en una zona de combate permanente como sucedió con el Estado islámico. Estos aliados útiles contra los intereses rusos, como lo fue Bin Laden en Afganistán, son un elemento incontrolable por la motivación religiosa que suele convertirlos en impulsores de una guerra permanente no sólo contra iraníes y rusos, sino también contra israelíes y norteamericanos.

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El otro escenario del que tendremos noticias al poco tiempo de que asuma Trump el cargo, el del Mar de China Meridional, tiene actores mucho más poderosos como Corea del Sur y Japón; y motivaciones que preocupan y ocupan a los Estados Unidos como el control del paso petrolero a la India y China.

La situación general es, de momento, buena para Trump pero de pronóstico reservado.