“Demencia senil: Grupo de trastornos caracterizados por el deterioro de, al menos, dos funciones cerebrales, como la memoria y la razón.”
Dicen que el poder desgasta, y que desgasta más no tenerlo. Por eso Felipe Calderón, que ya lo tuvo y ahora no lo tiene, a sus solo 59 años, presenta ya síntomas graves de un padecimiento que ataca principalmente a la población mayor.
A través de sus redes sociales, el ex mandatario mexicano pone en evidencia su falta de memoria y razón, al tratar de asumirse como un beato, como una persona pura e intachable, como un hombre bueno y de honor.
Así textualmente lo escribió apenas antier en uno de sus tuits, donde se victimiza por las acusaciones (para él falsas) que le han hecho desde la Fiscalía General de la República y de Palacio Nacional, que dañan su honor y el buen nombre que él cree aún tener.
Se le olvida a nuestro enfermo que en sus tiempos como presidente tuvo como Procurador General de la República a un personaje impresentable, envuelto en polémicas y señalado por corrupción como Eduardo Medina Mora; quien de la mano del recluso Genaro García Luna utilizaban el poder que Calderón les obsequiaba para acusar falsamente y mantener en prisión a los personajes que les incomodaran, como fue el caso de Javier Herrera Valles, quien en su momento quiso advertir al mandatario de los tratos que su Secretario de Seguridad Pública tenía con el crimen organizado.
Más activo que de costumbre, en estos últimos días hemos visto al ex presidente compartir fotos de su visita a la Conferencia de la ONU sobre cambio climático en Escocia, donde como groupie en concierto, se retrató con cuanto mandatario o ministro pudo; queriendo demostrar cercanía y reconocimiento mundial, ante el tsunami que le sigue creciendo en Estados Unidos por el escandaloso caso de su Secretario consentido.
Y es que después de que Iván Reyes Arzate, ex policía ligado a García Luna, se declarara culpable, y con la posible extradición de Luis Cárdenas Palomino y Ramón Pequeño García, el fiscal norteamericano Beon Peace del distrito de Nueva York, consideró que “tenerlos a todos ellos servirá a Estados Unidos para reconstruir la corrupción interna generalizada que hubo durante el sexenio de Calderón en México”.
Con esto, no solo queda al descubierto la corrupción de su gobierno, sino también la simulación de lo que siempre presumió como su principal “logro”, su falsa y arreglada lucha contra el crimen organizado; que resultó igual de imaginaria que la refinería que jamás construyó, o de los miles de empleos que prometió y que nunca generó, o del crecimiento económico que en realidad, en promedio, fue el peor de las últimas 5 administraciones federales.
Felipe Calderón hoy causa vergüenza, pero está a nada de causar lástima. Aunque sus miles de bots y séquito de fieles seguidores se nieguen a ver la realidad. Las irrefutables evidencias de su negro pasado, lapidan sus argumentos y pretensiones presentes. Que no se quiera engañar, que atienda su demencia a tiempo, antes de que por tantas mentiras, se ahogue con su propia lengua.