El testimonio es una prueba. Se le llama, precisamente, prueba testimonial. Cito al Semanario judicial de la federación:

  • “La prueba testimonial consiste en la declaración que rinde una persona, que encontrándose presente al ocurrir un hecho lo oiga, lo vea o de cualquier modo directo tome conocimiento de su existencia por medio de los sentidos y que al deponer repita lo que pudo captar, proporcionando información en relación al hecho que presenció o escuchó”.
  • “Dicha persona debe tener, además del conocimiento de los hechos controvertidos, determinadas condiciones personales, lo cual hará, en su caso, que merezca fe respecto de lo que declara; por lo que es obvio que el testigo debe manifestar los motivos específicos por los cuales conoció los hechos, materia de su deposición, o sea, dar la razón de su dicho”.

El testimonio es importante en los litigios, pero también en muchas otros aspectos de la vida. David Hume, por ejemplo, analizó el problema del testimonio en el contexto de los relatos sobre los milagros. Esto lo sé por un artículo de Andrés Páez de la Universidad de los Andes. Páez citó a Hume:

  • “No hay un tipo de razonamiento más común, más útil e incluso más necesario para la vida humana que el derivado de los testimonios de los hombres y los reportes de los testigos presenciales y de los espectadores”.

Miles de millones de personas creyentes —Felipe Calderón incluido— están convencidos de que Jesús realizó numerosos milagros gracias a los testimonios de quienes aseguran haberlos visto. No hay más evidencia acerca de los mismos. La Biblia es una obra ciento por ciento testimonial.

Admiramos a Sócrates por los testimonios de quienes lo trataron y escribieron acerca de su sabiduría. Es el caso de Pitágoras.

Mienten quienes aseguran —Ciro Gómez Leyva, Carlos Marín, Jorge Fernández Menéndez— que a García Luna se le condenó sin pruebas. En realidad, hubo numerosos testimonios creíbles contra el superpolicía de Felipe Calderón. Abundaron, pues, las pruebas testimoniales.

Las columnas más leídas de hoy

En el sistema judicial estadounidense, quizá el más prestigiado del mundo, el testimonio tiene mucha importancia. Debe cumplir, entre otros requisitos, con una condición establecida en la regla 602 de las Federal Rules of Evidence:

  • “Un testigo puede testificar sobre un asunto sólo si se presenta suficiente evidencia para sustentar el dictamen de que el testigo tiene conocimiento personal del asunto”.

Quienes testificaron contra García Luna presentaron evidencia suficiente de que sabían de qué hablaban. Por lo demás, miente también Felipe Calderón al decir que nunca nadie le dijo nada sobre los ilícitos de su colaborador más destacado.

Una exembajadora de Estados Unidos en México, Roberta S. Jacobson, dijo en alguna entrevista que “Calderón conocía” los nexos de García Luna con el narco.

En Milenio, Alejandro Almazán ha publicado hoy domingo un artículo —”Las dos vidas de García Luna: superpolicía y narcofuncionario”— en el que demuestra que hubo gente que advirtió a Calderón sobre el comportamiento de su secretario de Seguridad:

  • “El 9 de mayo de 2007, el general Tomás Ángeles Dauahare le advirtió a Calderón sobre los delitos que estaba cometiendo García Luna, pero no tuvo buena recepción su mensaje”.
  • “Lo mismo le pasó a Javier Herrera Valles, coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal: en febrero y en mayo de 2008 envió dos cartas a Calderón, donde acusaba a García Luna de haber conformado otro cártel y tener pugnas con el secretario de la Defensa, Enrique Galván”.

Veremos mañana una encuesta especial acerca de si la presidenta Claudia Sheinbaum debe investigar o no a Felipe Calderón. En democracia el pueblo manda, entonces que el pueblo opine.