Antes de avanzar en el tema de este texto, dos aclaraciones pertinentes.

1. Sobre la prenda íntima

Comenté a una amiga feminista pero moderada y razonante el encabezado de este trabajo (no de las que van a destruir estatuas, pintar muros, destruir comercios y estaciones del Metrobús, quemar las puertas de Palacio Nacional y golpear policías con martillos, marros, hachas), de inmediato dijo “ay, pero qué fuerte título; ¿no es irrespetuoso de la señora?”.

En realidad, contesté, no es idea mía referirme a los calzones de Elena Poniatowska, fue ella misma quien mencionó sus prendas íntimas en una entrevista hecha pública: “‘Estaba todo tirado en el suelo, los calzones, los brasieres, los vestidos, todo’: Elena Poniatowska habla del robo” (El Universal; 15-11-21), en la que da cuenta del hurto perpetrado el pasado 14 de noviembre en su linda casa de Chimalistac, en la alcaldía Álvaro Obregón.

No deja de resultar perturbador para un hombre estar imaginando los colores y las formas de los calzones de una señora de casi 90 años; argumenté en mi defensa.

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2. Sobrenombre cariñoso

Naturalmente nadie llamaría Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska a la escritora de origen “noble”, por ello quedó en Elena Poniatowska como nombre formal, pero en algún momento se le conoció ya como “La Poni”, claro apocope del apellido y a la vez referencia cariñosa a su breve tamaño, semejante a esa raza de caballitos.

No conozco a Poniatowska personalmente, así que no tengo la confianza para decirle Poni, pero Carlos Fuentes, entre otros, lo autoriza en un texto público llamándola así, “Elena Poniatowska: ‘La Poni’”, para la presentación de un libro sobre esta en 2003; es cosa pública, pues.

Por cierto, el gran autor mexicano señala que la conoció disfrazada no de poni sino de gato, “La vi por primera vez disfrazada de gatito en un baile del jockey club de México. Toda de blanco, rubia como es, con antifaz y joyas claras, parecía un sueño bello y amable de Jean Cocteau. Como toda buena gatita, tenía un bigote que surgía de la máscara. Pero en ella el obligado flojel de los gatos no era, como el salvaje bigote de Frida Kahlo, una agresión sino una insinuación” (en lahaine.org; 01-03-17).

Y no obstante sus casi 90 años, conserva mucho del sentido del juego, de la inocencia teatral, cierta perversidad “inocente” e infantiloide, ¿o es acaso genuina ingenuidad, tal vez frivolidad? Por eso Fuentes, aunque afirma que la escritora “ha contribuido de manera poderosa a darle a las mujeres un sitio único”, relaciona su carácter con la obra de Balthus y El Mago de Oz: “La ironía, la perversidad… no fueron percibidas de inmediato. Como una de esas niñas de Balthus, como una Shirley Temple sin hoyuelos, Elena se reveló al cabo como una Alicia en el país de los testimonios. Sin abandonar nunca su juego de fingido asombro ante la excentricidad que se cree lógica, que se cree excéntrica, Elena fue ganando gravedad junto a la gracia”. Poniatowska se convirtió en México en una actriz o una personificación de su propia obra literaria. De un estilo ligero, teatral, frívolo…; a pesar de Tlatelolco y su noche.

Frivolidad como estilo

El estilo está vaciado sobre todo en sus entrevistas y artículos periodísticos, lo que mejor he leído de ella. Porque he batallado con dos de sus obras importantes, La noche de Tlatelolco y Hasta no verte Jesús mío, he preferido la parte ligera. Como ejemplo estilístico, cito una descripción que ella hiciera de Jaime Torres Bodet, personaje que he abordado con seriedad, y su esposa.

Josefina era una señora “gordita callada y buena gente que se iba de lado cada vez que se ponía de pie. Parecía querer borrarse”. Se lamenta que la entrevista que le hiciera al poeta mexicano fuera demasiado seria: “A casi treinta años de distancia encuentro la entrevista tiesa y pomposa, pero Torres Bodet era prosopopéyico; no echaba ni tantito relajo, no había en él la coquetería lúdica de don Alfonso Reyes o el sarcasmo de Salvador Novo ni los grandes ademanes histriónicos de Carlos Pellicer” (“Las enseñanzas de Torres Bodet /I”; La Jornada, 05-05-02).

Por otro lado, esa aparente frivolidad le ha valido la crítica del escritor cubano Félix Luis Viera, que la ha calificado como parte de la “ponzoña de la izquierda mexicana”, pues la ubica dentro de esa supuesta izquierda nacional que elogia la necesidad y la penuria de los cubanos –que han aprendido a “vivir con lo esencial”- en nombre de la revolución, pero que vive personalmente en el privilegio (“Elena Poniatowska o la ponzoña de la ‘izquierda’ mexicana”; Cubaencuentro, 21-10-10).

Y aun en el ámbito político, se ha caracterizado por contrastes y escándalos. De convivir y fotografiarse sonriente con Carlos Salinas (junto a Monsiváis, García Márquez, Aguilar Camín, Granados Chapa, Restrepo, Margo Su, etcétera), a hacer lo mismo con López Obrador. Y sin dejar de lanzar a este una que otra crítica amarga -como esa de exigirle “pararle” a las conferencias matutinas porque “hay hartazgo nacional”-, y practicar en entrevistas una militancia “conservadora” -diría su amigo el presidente-, al afirmar “Estoy plenamente convencida que es un exceso del presidente López Obrador con tantas mañaneras, es un abuso del poder presidencial obligar a los periodistas que vayan todas las madrugadas hacer preguntas a modo… Morena, tristemente se convirtió en refugio de caníbales políticos y más que refugio de caníbales, son puras hienas y chacales que se están matando unos a otros a dentelladas, está corriendo la sangre por todos lados”. (Entrevistada por Edmundo Cázarez, MxPolítico; 17-01-21). De todas maneras, su libro Paseo de la Reforma ha entrado en la estrecha lista de 21 títulos, elaborada por Paco Ignacio Taibo II y el presidente, para obsequiar por millones y celebrar así el importante año 2021; aparece también el de Monsi, Apocalipstick; aunque no le guste ni al director del Fondo de Cultura Económica, como abiertamente ha establecido.

No se quedan atrás las apariciones públicas con la polémica Jesusa Rodríguez o su calificación de “panzonas y mensas” a las mujeres oaxaqueñas; etcétera. Pero ese estilo frívolo ha tenido consecuencias tras ciertas “irregularidades” de la escritora.

Irregularidades; González, Borges, Kodama, Arreola

El escritor Luis González de Alba acusó de “alteración de contenido” a Poniatowska en relación a obras literarias respectivas, La noche de Tlatelolco y Los días y los años. La primera usaba de manera incorrecta el testimonio del escritor preso en Lecumberri. Editorial ERA tuvo que admitirlo y eliminar el material de González insertado en el libro de Poniatowska.

Después, el asunto con María Kodama; que tengo como el más vergonzoso, escandaloso. La esposa del escritor argentino no sólo exigió cancelar la presentación de libro Borges y México en Bellas Artes en 2012, obligó a Ramdom House Mondadori retirarlo del mercado por contener una entrevista que Poniatowska le hiciera en 1973, donde no bastó con atribuirle un horrendo poema a Borges, “Instantes” (asunto del cual ya he hablado), sino que aseguraba haberlo leído para el escritor, ya casi ciego. Por si fuera poco, incorporaba a su trabajo “El remordimiento”, ese sí poema de Borges pero dictado por este a Kodama ¡3 años después de la mencionada entrevista en México! Una delirante invención de Poniatowska en la versión 1990 de la entrevista para su libro Todo México, recogida posteriormente por Miguel Capistrán para el homenaje a Borges en México; que fue retirado del mercado.

Una barbaridad más fueron las acusaciones de maltrato y violación contra un hombre muerto, el escritor Juan José Arreola, con tal de promover el libro salido en 2019, El amante polaco. ¿Por qué esperar tantos y tantos años, lustros y decenios para denunciar al autor del extraordinario Bestiario?, ¿por qué no hacerlo cuando estuvo vivo? ¿Por qué tomarlo como recurso de propaganda para un libro? ¿Denunciar a alguien que no se puede defender ya? Los familiares de Arreola dieron la cara por él, mostrando evidencias de la manipulación de la escritora, mas no es lo mismo (y ya Orzo ha fallecido también).

Estilo y nuevo libro

La trayectoria de Elena Poniatowska ha estado cargada de ejemplos de frivolidad, de aparente ingenuidad, inocencia. Ello se convirtió en estilo tanto en la creación como para la promoción, para la vida misma; ella dice de sí que “es muy tonta, ingenua, que se cree todo”.

Y es lamentable que haya sido víctima del asalto a su bella casa de Chimalistac, pero no ha dejado de llamar la atención la feliz coincidencia del evento con el anuncio de un nuevo libro. De hecho, así termina la entrevista con El Universal. Pues a pesar de la mala noche y el susto (y la preocupación por la gata herencia de Monsivais –que es la mitad de él, dice la escritora-, que escapó o salió tras los cacos por varias horas), Poniatowska se sintió tranquila, “estoy bien, muy bien, sobre todo porque mi hija Paula vino al homenaje de su papá, de Guillermo Haro, y está aquí conmigo, y ella es muy fuerte y me da mucha fuerza”.

Finaliza la nota: “señala la narradora y periodista que está contenta porque hace unos días recibió de la editorial el primer ejemplar de su nuevo libro, la segunda parte de El amante polaco.”.

Y como en una película vieja de Hollywood, en que el autor teatral va a comprar el periódico a las cinco de la mañana para ver lo que la prensa y los críticos han dicho del estreno de su obra en Broadway, si ha triunfado o fracasado, sale en España nota el 26 y en México el 27 de noviembre de 2021: “Elena Poniatowska lanza la segunda parte de El amante polaco”.

Héctor Palacio en @NietzscheAristo