Campeche, como el ave fénix, va a resurgir sin el petróleo. El esfuerzo estratégico del gobierno de Layda Sansores va en ese sentido y, sin pecar de optimista, creo que, al asumir el camino de la transformación, en los próximos años se va a tener una economía pujante.
Es sabido lo que representó el petróleo extraído de Campeche para el país. Sobre la base de su explotación, la entidad contribuyó enormemente a la riqueza nacional. Sólo basta dar unos datos, al iniciar el milenio su Producto Interno Bruto (PIB) representaba el 8% del PIB nacional, ocupando el tercer lugar en la generación de riqueza del país; diez años más tarde la contribución se redujo a alrededor de 7% del PIB, lo que lo hizo descender al cuarto lugar. En 2015, la aportación decreció a 3.8%, bajando al séptimo lugar. Actualmente el PIB de Campeche, de aproximadamente 460 mil millones de pesos, contribuye con 2.1% del PIB nacional, ubicándose en el décimo octavo lugar.
La voracidad existente por obtener divisas en los gobiernos de Fox y Calderón, mediante la explotación petrolera extrema, agotaron los veneros de Campeche y más precisamente del complejo de Cantarell. No hubo correspondencia, sí, un enorme daño: los recursos obtenidos soportaron cuantiosamente las erogaciones del gobierno federal y una importante porción se trasminó a la corrupción; obteniendo Campeche pocos beneficios en relación con su contribución en el ingreso nacional. Una verdadera sangría.
La ingratitud siguió. Durante los años de la segunda mitad de la década anterior, es decir, en el periodo del presidente Peña Nieto, Campeche fue abandonado, prácticamente, a su suerte. Así, ante la extracción menguada de petróleo, sin apoyos y sin una estrategia alternativa, la entidad ha venido experimentado una de las más bajas tasas de crecimiento económico entre los estados del país, incluso registra tasas negativas.
En economía, como todo en la vida, no existe nada más importante que volver a levantarse. De hecho, la vida económica es cíclica, siendo lo más importante volver a crecer; pero ello no es posible si todo se deja a la deriva; es decir, si se carece de imaginación para instrumentar medidas de política económica y aprovechar las condiciones que se dan en el entorno económico global.
Para retomar el sendero del crecimiento hay que dar pasos trascendentes. Layda Sansores inició su gobierno con una economía precaria y a partir de esa condición, estableció como prioritario:
1.- Impulsar al campo campechano para convertirlo en el granero del Sur de México.
2.- Reactivar la actividad pesquera, para aprovechar mediante esquemas sustentable su extenso litoral. Debe decirse que la pesquería del camarón es una de las actividades más representativas en Campeche, ello no obstante el deterioro de las poblaciones de camarón; de ahí la importancia de impulsar la actividad sustentablemente.
3.- Aprovechar el enorme potencial turístico a partir de su gran riqueza arquitectónica y paisajística.
4.- Vincular correctamente a la economía del Estado con el gran proyecto del gobierno federal, el Tren Maya. Pese a las expectativas sombrías y sin sustento de unos cuantos, sin duda, esta articulación va a generar enormes beneficios.
Conforme a un estudio de ONU Hábitat, el Tren Maya traerá consigo los siguientes resultados para el Sureste del país: 1) se crearán hasta el 2030 alrededor de 750 mil empleos, de los cuales 150 mil se generarán en las economías rurales asociadas al tren; 2) de cada 100 empleos creados, 46 serán para los habitantes de los pueblos originarios; 3) saldrán de la pobreza 1.1 millones de personas; y 4) propiciará que los municipios y localidades por donde pase el tren crezcan al doble.
La estrategia actual del gobierno estado de Campeche, así, está asociada a la necesidad de transitar de una economía eminentemente petrolera hacia la diversificación de actividades que generen un mayor valor agregado; también está abierta a crear mecanismos que permitan su articulación y conectividad al comercio exterior y al ensamblaje con las industrias líderes del mercado.
El esfuerzo por desarrollar grandes proyectos estratégicos en Campeche ya ha fructificado. La firma del acuerdo de CFE con la empresa canadiense TC Energy para la construcción de un gasoducto por 5 mil millones de dólares, que suministrará gas natural al Sureste, convertirán al Estado, efectivamente, en una “puerta de progreso” de la región. Se dice poco, pero hay que recordar que el acceso a energías competitivas es una condición sine qua non para el establecimiento de industrias. Por otra parte, la conectividad crecerá con el Tren Maya, con el movimiento de carga, lo que posibilitará el transporte de mercancías hacia los otros estados y regiones del país.
Varios son los retos de Campeche. Su PIB per cápita es el más alto del país con alrededor de 560 mil pesos, ocupando la Ciudad de México el segundo con 413 mil pesos. Sin embargo, sus indicadores sociales y niveles de desigualdad son poco deseables. Las políticas públicas deben abatir estos rezagos y sólo es posible esperar mejores resultados si se cuenta con un gobierno sensible y cercano a la gente. El reto es mayúsculo y no deja de ser interesante que el gobierno del estado de Campeche lleve directamente servicios básicos a la gente, haciendo fehaciente el lema “más territorio y menos escritorio”. Aún así, falta mucho por hacer y ese es una consideración que comparte reiteradamente la gobernadora.
Es inobjetable que el gobierno de Layda Sansores es polémico; empero, esto no obedece a la falta de acción (queda claro que su objetivo es convertir a Campeche en un referente regional y nacional); más bien se debe a que es una mujer directa y franca, detesta la hipocresía.
Layda, incuestionablemente, es un zoon politikón y hasta ahora, así lo percibo, concibe a la política como el más noble de los oficios, es decir, como el oficio que permite servir a los demás.