Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.
La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.
Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.
Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.
Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.
La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.
En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.
Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa.
Octavio Paz
López Obrador olvidó —o nadie le ha dicho— que la diplomacia es mandar a alguien a la chingada (no a su rancho, claro está) y que, además, esté deseoso de emprender el viaje. Por lo pronto, con Quirino Ordaz no lo ha logrado del todo.
Menester es —asunto aparte— que una persona de todas sus confianzas le diga que debe serenarse ante el peligro y frente al daño hecho a su hijo. Que podría dedicar su tiempo en planear la estrategia para demostrar lo involuntario del actuar de su vástago o, bien, contribuir a que los mexicanos no se sigan dividiendo. Aunque, supongo, eso es precisamente lo que el mandatario busca con sus dichos y con el constante traer a colación el tema Houston…
Y así tenemos que —entre otros muchos asuntos de interés nacional— el día que se enviarían las propuestas de nuevos embajadores al Senado, estos no se hicieron llegar para su votación en la cámara legislativa. Lo dicho horas antes sobre “hacer una pausa en las relaciones” con España para “respetarnos y que no nos vean como tierra de conquista”, se reforzó con la falta del envío de los nombramientos.
Extraño, atípico, máxime cuando aquel país ya había aceptado a Ordaz Coppel como el embajador de México en la península ibérica. ¿Qué pasó? ¿Lo espetado por López Obrador fue algo pensado o simplemente su enojo llegará hasta las últimas consecuencias en prácticamente cualquier ámbito de la política nacional… e internacional?
El hecho es que las reverberaciones se sintieron hasta aquella nación y el ministro de exteriores español, José Manuel Albores, pidió una explicación de lo que había querido decir nuestro presidente. A pregunta expresa, AMLO dijo que no se formalizaría la mencionada afrenta, pero el daño ya estaba hecho. Aquello de “vale más darnos un tiempo, una pausa, a lo mejor ya, cuando cambie el gobierno ya se restablecen las relaciones ya cuando no esté yo aquí” causó olas y sorpresa en ambos lados del océano.
Para ser AMLO una persona que siempre comenta que no se pelea con el exterior, esto sonó a todo menos un diálogo pacífico. Digamos que no tomó “una pausa” antes de hablar...
No es la primera vez que la emprende contra España. En marzo de 2019 exigió al gobierno español y a la Iglesia que pidieran disculpas por la conquista. Tema recurrente al cual ya se han dedicado demasiadas páginas. En alguna gira dijo que los molinos de viento afeaban el paisaje y que no le gustaban, sin vislumbrar siquiera el ingreso adicional que estos significan para los campesinos, dueños de las parcelas, donde los molinos se encuentran ubicados.
Total, llaman la atención sus expresiones, sobre todo cuando el gobierno español es socialista y se esperaría que, teniendo gobiernos en muchos sentidos coincidentes, sería más sencilla la relación. Hay pleito casado con Iberdrola y con otras compañías españolas que en México generan energía. Ya conocemos el enfurruñamiento de la CFE al respecto. Y en su diatriba acusó a las empresas españolas de ser corruptas y de robar a México; llegó al punto de decir que en su momento ya había presentado denuncias en contra de lo que él consideró “un saqueo orquestado por autoridades de México y directivos de empresas españolas”.
Aquí soy yo la que hace una pausa para decir lo siguiente: como mexicanos es fundamental darse cuenta de que hace poco más de diez días López Obrador ha tornado la defensa de cada tema de su gobierno, de cada interés de la 4T, de cada miembro de su equipo en algo personal. Sí, entiéndase: de hoy en adelante cualquier cuestionamiento, cualquier reto, cualquier afrenta, el presidente lo tomará a título personal.
Esto es algo de lo que ni los propios lopezobradoristas se han percatado. Así, “la pausa” sugerida no fue tomada por las huestes morenistas en redes sociales y se volvió una reyerta digital sin cuartel. Lo que es más, tanto quienes blandían orgullosos como aquellos que no uno de los TT de ayer/hoy en Twitter #Hijosdela4T, lo hacían sin darse cuenta que al usarlo convertían un tema meramente político-diplomático en un asunto personal y familiar del mandatario.
El volverse “hijo” (o renegado) de una ideología es volver al pasado bolchevique o a la época de las haciendas, donde las personas perdían su derecho de ciudadano y pasaban a ser los súbditos de alguien, de un bando —no importa cual— que podía decidir por ellos.
Al igual que López Obrador vuelve cada tema del gobierno en un asunto personal, los individuos al discutir en términos de “familia” pierden el enfoque de lo que se debe entender y/o analizar para el bien del país.
Es momento de hacer un alto y quitarnos como mexicanos las etiquetas de: fifís, chairos, hijos de la 4T, etcétera, y entender que no es dividiéndonos como saldremos adelante.
Hagamos una “pausa” a nuestro enojo. Intentemos separar lo que es personal de lo que es político; lo que es un prejuicio de un juicio fundado. López Obrador podrá crecer con la confrontación, vive para eso, nosotros no.
Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero