El caso de la nueva zarina del gobierno federal, Ana García Vilchis es quizá el más fiel retrato del fracaso del área de comunicación social del presidente López Obrador; y denota una profunda desesperación para tratar de revertir una tendencia que en los últimos años se ha cargado en su contra.
Es cierto que López Obrador sigue siendo un político que entre sus virtudes está la de saber como imponer la agenda nacional, llamando la atención de simpatizantes y opositores, y encausando el debate público nacional hacía los temas que son de su interés; y su mensaje para bien o para mal, siempre permea.
Sin embargo, el peso del mismo gobierno y la gran cantidad de temas y problemas que derivan del ejercicio del poder, hacen que sea imposible que López Obrador pueda controlar desde su púlpito mañanero todo lo que se diga o maneje en los medios de comunicación, más aún cuando no ha tenido el respaldo o respuesta adecuada por parte de su área de comunicación, que en vez de operar, ha preferido desde el primer día confrontar y denostar.
La infame sección llamada “Quien es quien en las mentiras de la semana” conducida por la joven Ana García Vilchis, es el más claro ejemplo de que la línea que se sigue en el tema de los medios de comunicación es la de minimizar, acallar y exhibir, para tratar de polarizar a la opinión pública invalidando las notas y voces que les resulten negativas.
Vilchis, no sabe exponer ni debatir
De más esta decir que Ana García Vilchis representa perfectamente el perfil de los serviles miembros de la corte de Jesús Ramírez, una persona improvisada, que no sabe leer, ni exponer y mucho menos argumentar o debatir ideas con un buen sustento. Es exactamente la línea de “comunicadores” que le gustan al coordinador, que no hayan sido nada antes y que no vayan a ser nada después. Personas que solo están ahí por la gracia de él, o por algún otro padrinazgo cercano a él.
Ahora, desde ese espacio no solo se nos quiere decir si una noticia es verdad o mentira con base a criterios y versiones sin validar, tomando en cuenta solo la palabra de funcionarios de su gobierno; sino que también ahora se quiere imponer la manera en que debemos de tomar la información que se genere y los resultados que este gobierno arroje, es decir, o coincidimos en su narrativa o nos convertimos automáticamente en opositores o conservadores.
Es así como Ana García Vilchis cumple su encargo cada miércoles, tergiversando la información como ella misma tanto critica. No desmiente que la violencia esta a la alza, dice que la percepción es la que esta a la baja; dice que si se compraron tales químicos, pero que no se usaron para ese fin; que la desaparición del FONDEN no ha dejado obras ni apoyos inconclusos porque en los dos años anteriores (antes de su desaparición) se dieron tantos recursos; que la luz si subió pero que es muy amarillista decirlo; en fin, solo exhibe que lo que se dice y que ella intenta desmentir, es finalmente cierto.
Puede que ella este aún muy joven para entender que este como todos los ciclos, tiene un inicio y un final, y que el costo por rentarse de esa manera en el presente, le será muy alto en un futuro. La confrontación y el desgaste que le provocará dicha posición, la llevará a ser rechazada incluso por quienes desde el mismo gobierno, encabecen el proyecto de sucesión.
Mientras tanto, esta estrategia fallida de comunicación del gobierno, comprueba que el debate en los medios lo tienen perdido, pero también lo han perdido en las antes benditas, y ahora irrelevantes redes sociales; cualquier otro análisis sería tratar de engañar al presidente.
Claro, para López Obrador no todo esta perdido, a pesar de su gran crisis en comunicación y la ineficacia de su equipo, puede estar tranquilo mientras sus programas sociales y la operación electoral le sigan funcionando; y también ayuda mucho que se haga poco o nada desde la oposición, para cambiar los argumentos, el debate, las propuestas y sobre todo la nula estrategia de estos para recuperar la cercanía con la gente.
El Show de Ana García Vilchis más allá de causar lástima, retrata perfectamente una estrategia de comunicación fallida, rebasada y desesperada; un intento inútil por distraer al presidente y justificar la incapacidad de operación y cabildeo que desde su coordinación de comunicación social se tiene. ¿Seguirá comprando López Obrador estos pleitos contra extraños y ya algunos propios, o eventualmente terminará por darse cuenta el daño que le hacen varios de sus colaboradores?