Los impostores siempre han existido en la política mexicana. Al parecer es un oficio muy bien remunerado, que se ha relatado incluso en famosas novelas como las de Luis Spota. Específicamente, en su obra “Casi el Paraíso” habla sobre un hombre que llega a México y se hace pasar por un conde europeo de nombre Ugo Conti, quien con ese título ficticio, logra meterse en lo más profundo de la esfera política y social de nuestro país; timando a gobernantes, empresarios y prácticamente a todo aquel que se atraviesa en su andar.
Pero hoy lo de moda no es ponerte un título nobiliario inventado, porque fácilmente podrían descubrir la mentira con solo googlear tu nombre; lo de hoy, es agarrar un tema de interés público nacional, y cubrirte en la bandera de activista social.
No digo que no existan las personas que verdaderamente luchen por las causas sociales y dediquen su trabajo a mejorar las condiciones de la gente; sin embargo, hay muchos oportunistas o más bien impostores, que lucran con esos temas para su propio beneficio personal.
Wallace
Los casos más populares de estos nuevos impostores son quizá el de Isabel Miranda de Wallace, que se enfundó en la lucha contra el secuestro motivada por la presunta privación ilegal de su hijo. Caso del que han ido surgiendo nuevas pruebas que ponen en entredicho la versión oficial dada a principio de la pasada década por la ex candidata del PAN al gobierno de la Ciudad de México.
La lucha de Isabel Miranda de Wallace, la llevó a respaldar la guerra del expresidente de México Felipe Calderón, lo que le ganó no solo ser candidata, sino también convertirse en una vocera oficial para los fines que requiriera en ese entonces el gobierno.
Hoy, pesan sobre ella denuncias por tortura y falsificación de documentos, fabricación de pruebas, entre otras, y su voz más que desgastada ha quedado muy desacreditada.
Solalinde
Otro caso reciente es el del padre Alejandro Solalinde, quien durante años, se escudó en la religión y en los migrantes para presionar, criticar y hacer demandas al gobierno. La voz del sacerdote era recurrente en distintos espacios informativos cada que se acercaba a México alguna caravana migrante, o se daban a conocer malos tratos en contra de estas personas por parte de las autoridades mexicanas.
Hoy, simpatizando con el nuevo gobierno al que en realidad siempre se encargó de promover, no solo ha callado como momia por los atropellos y agresiones que han sufrido los migrantes en estos últimos días, sino que no conforme con eso, ahora hasta los desestima y desacredita, cuestionando sus orígenes y las razones por las cuales pretenden ingresar al país; el defensor se convirtió en acusador.
Yo no sé que es peor, quien usa a su hijo o quien usa la religión para defender una falsa postura y sacar provecho personal. En ambos casos, así como en muchos otros de personas que engañan y pretenden ser solidarios con ciertas causas sociales para sacar desde dinero, puestos y al día de hoy hasta likes; estamos hablando de meros impostores que de manera criminal, se alimentan de la necesidad humana para vivir con privilegios. Totalmente detestable.
A ellos quizá les serviría leer la novela de Luis Spota, para que se den cuenta que finalmente no hay mentira que dure 100 años, y que eventualmente la verdad los terminará desnudando por completo; perdiendo mucho más de lo que en su momento llegaron a ganar.
Así es como terminan en su debido tiempo todos los impostores, pero de mucho ayudaría si como sociedad los empezamos a señalar cada día más.