Desde las oficinas ubicadas en la calle Bucareli de la colonia Juárez en la Ciudad de México, despacha desde hace ya algún tiempo el número 2 del gobierno mexicano, el secretario de Gobernación; quien salvo algunas pocas excepciones, siempre ha sido considerado un serio aspirante a contender en algún momento por la Presidencia de la República.
Ante la llegada en días pasados del gobernador con licencia de Tabasco, y amigo cercano del Presidente López Obrador, Adán Augusto López al cargo de secretario de Gobernación, las oficinas de Bucareli han recobrado el ánimo e ímpetu que da el hecho de tener a un político que aspira y tiene posibilidades de convertirse en el próximo presidente de México.
En la dependencia se maneja finalmente la política interna de nuestro país, es un puesto de gran poder, control e influencia; pero por lo mismo, también es blanco de todos los señalamientos a la hora en que hay que sacar el pecho para defender algún error u omisión del gobierno, aún así, el secretario de Gobernación siempre es un político a considerar en toda sucesión presidencial.
Sin embargo y a pesar de que hay numerosos antecedentes de secretarios que han logrado saltar a la silla grande desde esa posición como: Emilio Portes Gil, Lázaro Cárdenas del Río, Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruíz Cortines o Gustavo Díaz Ordaz; hoy en día, pareciera que sobre esa silla, la ubicada en Bucareli, pesa una maldición que por una u otra razón, termina por dinamitarles el camino rumbo a Palacio Nacional a todos sus inquilinos.
El último secretario en lograr su objetivo fue Luis Echeverría en 1970, de ahí en adelante, han desfilado diversos políticos muy experimentados y que han aspirado a la presidencia, pero que en algún punto del trayecto, terminaron detenidos sin llegar a su destino.
Personajes como Manuel Bartlett a quien le puso freno el escándalo del asesinato del periodista Manuel Buendía, Fernando Gutiérrez Barrios o Emilio Chuayffet, no pudieron ser ni candidatos; otros como Francisco Labastida o Santiago Creel terminaron perdiendo o la elección, o en el caso del panista, la interna de su mismo partido.
De ahí en adelante quizá solo Juan Camilo Mouriño quien murió en un trágico accidente aéreo, o Miguel Ángel Osorio Chong en el sexenio de EPN; secretarios que en su momento fueron señalados como serios contendientes a ocupar la Presidencia de la República.
En el manual de política, tradiciones, usos y costumbres de López Obrador, seguramente el despacho de gobernación, es un lugar adecuado y viable para impulsar el proyecto político de su posible sucesor. Por eso hoy, se debe tomar en cuenta al nuevo secretario como uno de los favoritos dentro de su partido para obtener la candidatura.
Sin embargo, deben de tener presentes que desde hace ya medio siglo, pesa una maldición sobre Bucareli, una que nadie ha podido romper sin importar su habilidad o poder, y que ha descarrilado los proyectos de políticos experimentados, buenos o mañosos, que se han quedado vestidos y alborotados sin poder llegar a la fiesta.
Y es que Gobernación es una dependencia que promete y consolida, pero que también pesa y mucho; mas en estos tiempos en donde la polarización y las exigencias de la ciudadanía no permiten ni toleran (como debe ser) errores; y menos aún sabiendo que constantemente son los propios celos internos los que terminan poniendo los baches y las trampas en el sinuoso camino rumbo a Palacio Nacional que cada secretario se traza.
¿Podrá romper Adán Augusto con la maldición de Bucareli y terminar con la sequía de más de 50 años sin que un Secretario de Gobernación llegue a la Presidencia?
Debería ir preguntándole a los del Cruz Azul como le hicieron para romper la suya.