En cada circo, los actos y artistas deben renovarse temporada por temporada para seguir captando la atención y el interés del público que compra las entradas. En política ocurre algo similar, las nuevas formas de los partidos y sus liderazgos, toman sus decisiones y acciones con base a lo que genere mayores dividendos mediáticos y sobre todo electorales; pero en sí, en la mayoría de los casos, no hay una propuesta política seria y real, que solucione los problemas que aquejan a la sociedad.
La senadora panista Lilly Téllez es la nueva figura dentro de este decadente espectáculo circense en el que los políticos solo sirven para entretenernos. Una semana tras otra, Lilly Téllez se convierte en tendencia o da de que hablar por sus declaraciones, que principalmente son fuertes críticas a su otrora partido.
Como si durante su campaña al Senado, no hubiera estado consciente o no hubiera conocido las políticas, perfil y discurso de AMLO y su movimiento, después de llevar 20 años de repetirlo en cuanto espacio se le llegó a abrir y en cuanta contienda pudo participar. “Sorprendida” por las decisiones que estaban tomando desde el gobierno y presionada por una activa crítica social, la sonorense decidió abrirse y jugar un papel mucho más cómodo, el de opositor. El mismo que jugó en 2018 contra los gobiernos emanados de los partidos a los que ahora apoya.
Lilly Téllez, ahora mareada en el ladrillo al que subió por Morena, ha encontrado un enorme placer en criticar a diestra y siniestra a este gobierno; como si al hacerlo, olvidáramos que ella fue una participante activa en el movimiento que provocó la llegada de Morena al poder. Pero además, su crítica es tan burda, que en muchas de las ocasiones termina exhibiéndola o describiéndola, como realmente es.
El más reciente episodio se dio hace unos días, cuando criticó la invitación que le hizo AMLO al gobernador priista Quirino Ordaz para que se integrara a su equipo. Como aquella a la que le consta por vivencia propia lo que dice, la senadora afirmó que la invitación al priista era un asunto de negocios y dinero; quizá ella tenga más argumentos para decirlo, pues ella misma aceptó la invitación para ser senadora que en su momento le hizo AMLO y su partido.
Resulta curioso además, que la nueva luchadora social no haya hecho una crítica similar, al referirse a la invitación que AMLO también hizo al gobernador panista de Nayarit. Y es que para la amplía mayoría de la clase política, la crítica es primero y la congruencia entra después, si es que aún queda espacio.
La anfitriona de Carlos Abascal y su partido ultraderechista español en el senado, no es la única, pero sí el ejemplo más reciente de que a México le hace falta una sociedad más informada, más activa y con mayor cultura política, que no se deje influenciar por estos oportunistas trapecistas que lo mismo dicen algo hoy, y mañana lo rechazan o critican.
Al final, es un mal que aqueja a todos y cada uno de los partidos políticos de México; el problema real, es que estas plataformas de aparente participación ciudadana, están secuestradas por intereses de grupo que le abren los espacios a todo aquel personaje que esta dispuesto a arrastrar su dignidad para obtener algunos aplausos y privilegios a cambio.
Lo he dicho varias veces, el problema no es criticar al gobierno, señalarlo y exigirle, el problema es que las voces que lo están haciendo no cuentan ni con la credibilidad ni el respaldo social suficiente como para que sus dichos, se conviertan verdaderamente en un factor de cambio que termine cimbrando al nuevo régimen; así pues, se necesita un cambio urgente de voceros y nuevas figuras políticas en México.
Mientras esto no suceda, seguiremos viendo a diario un espectáculo circense con uno que otro número nuevo, pero que en la esencia, sigue siendo el mismo y deteriorado show que ya a nadie le hace gracia.