Hay que decirlo como es: Carlota no tenía que disparar, pero México no tenía que obligarla a hacerlo. Porque esto no es una película de venganza. Es Chalco, Estado de México. Abril de 2025.Una abuela de 74 años. Una casa ocupada. Dos personas muertas. Un menor herido. Y un país que, otra vez, no sabe si escandalizarse o entenderla.

La escena es clara. El contexto, no tanto

Carlota llega con sus familiares a un departamento en la Unidad Habitacional en Chalco. El inmueble era suyo, o eso dice. Tenía papeles, tenía historia. Lo que encontró fue gente adentro. Despojo, le dicen. Robo disfrazado de vacío legal.

¿Fue al Ministerio Público? Quizá. ¿Intentó la vía legal? Tal vez. ¿Sirvió de algo? Todos sabemos la respuesta.

Ese día, Carlota eligió otra vía: la que nadie recomienda, pero muchos entienden. La de las balas.

¿Una anciana peligrosa? ¿O un país sin ley?

Lo que duele no son los disparos. Lo que duele es que ya ni sorprende.

Las columnas más leídas de hoy

Porque esta historia tiene más de México que de Carlota.

Y es que aquí, reclamar lo que es tuyo de forma legal y “pacifica” te toma años y mucho dinero. Defenderlo, segundos. Y esos segundos te pueden costar la vida… o la cárcel.

Así que el país se divide. Como siempre. Entre los que la llaman criminal. Y los que dicen: “yo habría hecho lo mismo” y que bueno que hay dos delincuentes menos.

Los papeles no son chaleco antibalas

¿Sabes cuánto tarda un juicio por despojo en este país?

Entre 3 y 5 años o más, dependiendo de las “chicanadas” de los abogados. Y eso si tienes suerte. Si no se pierde el expediente. Si el juez no cambia. Si el actuario aparece. Si el notario no se vende. Si, si, si...

Mientras tanto, tú vives con tus papeles en la mano… y tus recuerdos en la calle.

Carlota no es una excepción. Es la regla que nadie quiere aceptar.

El despojo de viviendas es un deporte nacional o epidemia silenciosa. Diariamente sabemos de casos de este tipo. Y los viejitos, las mujeres solas, los que no tienen influencias, son los blancos favoritos.

Carlota no es la primera en perder su casa. Pero sí fue la primera en disparar en defensa de algo que ya era suyo.

Y eso, por incómodo que suene, la convirtió en símbolo.

Lo que le falló fue el Estado, no el gatillo

El Código Penal dice que nadie puede tomarse la justicia por su cuenta. Perfecto.Pero ¿quién se toma en serio ese Código cuando el sistema tarda una eternidad en actuar?

En Chalco, las órdenes de desalojo son promesas en papel. Los ministerios públicos son salas de espera eternas. Y los policías, con suerte, llegan cuando todo ya pasó.

Así que Carlota no es la que falló.Es el resultado de todo lo que falló antes.

Ser mujer, vieja y pobre es triple sentencia

Carlota tiene 74 años. Y está en prisión.

Pero en este país, ser mujer y vieja ya es estar en riesgo constante.Sin abogados que te defiendan. Sin instituciones que te escuchen.

Carlota no debió empuñar un arma. Pero el Estado la dejó sola con el miedo, la rabia y la impotencia. Y su rabia la convirtió en pólvora.

No es la primera

En 2017, en San Juan Copala, Oaxaca, la gente también dijo “basta”. Los expulsaron. Los ignoraron. Nadie les hizo caso. Y tomaron las armas.

Porque la justicia en México no llega con ley, llega con hartazgo y desmanes.

¿Y ahora qué?

El país está dividido. X, antes “Twitter” arde. Unos quieren castigo. Otros, empatía con Doña Carlota. Y mientras tanto, nadie responde la única pregunta que importa:

¿Dónde estaba el Estado cuando Carlota más lo necesitaba?

La señora Carlota no disparó sola. Disparó con la carga de cada expediente perdido.Con cada policía que no fue. Con cada juez que no resolvió.

Disparó con años de abandono detrás. Con papeles que no sirvieron de escudo.Con un sistema que protege al invasor y castiga al dueño.

Final incómodo (como debe ser)

Carlota está en prisión. Dos hombres están muertos. Un menor está herido. Y todos nosotros seguimos sin respuesta.

Pero una cosa sí está clara: Carlota no debería haber tenido que disparar. Y México no debería obligar a nadie a hacerlo. ¿Y tú? ¿Esperarías diez años por justicia… o harías justicia tú mismo?