Hola Claudia, mi nombre es Claudia Santillana, soy una ciudadana cualquiera. Mexicana orgullosamente, nacida en la hermosa Ciudad de México y actualmente radicada en Querétaro, un estado al que le debo mucho en mi vida. Sé que quizá pierdo el tiempo al escribirte esta carta pues tal vez no la leerás, quizá porque no viene de alguien importante. Pero no pierdo la esperanza.

Estoy por cumplir 50 años, soy sobreviviente de cáncer de mama dos veces y sobreviviente de otros horrores más. Me importa, y mucho, lo que vaya a pasar con mi país en fechas próximas. Amo con toda mi alma a México. Imagino que tú igual.

Tengo dos hijos adolescentes y quiero lo mejor para ellos. No quiero que piensen que en este país ya no tienen una sola oportunidad más para desarrollarse y progresar.

Quiero sentir a mi hija andando segura por la vida en su país sin que ningún hombre la agreda y estoy criando a otro varón para que justamente respete siempre a las mujeres. Pero no estoy segura si viviendo en este país estarán a salvo.

Hace unos meses, en un evento al que me invitaron, me encontré contigo. Me acerqué al grupo de personas con las que estabas: Algunas de ellas vitoreándote, aplaudiéndote, alabándote. Yo te miraba complacida y amable escuchándoles.

Las columnas más leídas de hoy

A lo mejor no me recuerdas, pero hubo un momento que estuve cerca de ti y me atreví a decirte: “Claudia, yo no voy a votar por ti, ¿aun así me querrías?, ¿te alegrarías como te alegras con los que te adulan ahora?... ¿Aun así gobernarías para mí? ¿Me mirarías?”

Y de pronto surgió un silencio. Me miraste. No fuiste grosera ni agresiva. Te solicité en ese momento que si podía hacerte una pregunta y aceptaste y te dije que si estabas dispuesta a repetir el mismo patrón de conducta de López Obrador: es decir, los mismos insultos, las mismas etiquetas, los mismos apodos que le pone a quienes no están de su lado, el mismo discurso de odio y confrontación, el mismo manoteo y por un momento, quizá bajaste la guardia conmigo y alzaste los hombros como diciéndome: “¿Y qué otra cosa puedo hacer?”. No me lo dijiste pero así lo entendí y así lo interpreté. Ese silencio tuyo en esa pregunta me dio tu respuesta.

Después siguió el barullo de la gente que estaba contigo y yo entré al tocador, al salir de él, nuevamente me topé de frente contigo y me extendiste los brazos, y me dijiste: “Aunque tú no votes por mí yo voy a gobernar para ti”, y me abrazaste. Yo también te abracé.

Entendí que la presión que traes sobre tus hombros debe de ser muchísima. Entendí que aunque te has esforzado por decirnos que López Obrador no te controla hay una parte de él que lo hace y percibí que en el fondo quisieras poder tener más libertad.

Me gustó el detalle que tuviste conmigo al querer abrazarme. Al final éramos dos mujeres que no estaban agrediéndose ni en confrontación sino buscando la paz y la conciliación.

Porque justamente eso es lo que me preocupa de ti. Te veo muy encerrada solamente con la gente que te aplaude y por supuesto con todos los morenistas; ahí te siento cómoda. Pero noto que te cuesta mucho trabajo abrirle los brazos, como me los abriste a mi, a todos los que no simpatizan contigo.

Te oí hace unos días dar el mismo discurso de odio del presidente, usando las mismas palabras que el usa: “Los opositores son nuestros enemigos, son los malos, son conservadores, son neoliberales” y pensé: “¡Dios mío!, no quiero esto para mi país”. No sé si lo notas Claudia pero en el ambiente hay tensión y enojo. Ves a la gente peleándose en las calles por cualquier conflicto vial, gente pegándose a golpes con otra. Sí, Claudia, estamos muy divididos y polarizados.

Pero Claudia, si quieres ser buena como presidenta, tendrías que abrazarnos a todos: A los que te cuestionamos, a los que les generas desconfianza, incertidumbre...

Sin querer Claudia, a lo mejor sin que ni siquiera te hayas dado cuenta, AMLO te ha llevado tan de su mano que te ha transferido o delegado un odio que no es el tuyo. Actuando así las heridas no sanan.

A ti no te hicieron fraude como el presidente cree. A ti ningún español te vino a atacar como el presidente cree. ¿Porqué tendrías que cargar con odios y resentimientos que no son tuyos y apropiarte de ellos?

Porque habré de decirte que desde que el presidente tomó posesión, me he sentido huérfana en muchos sentidos: Sé que al presidente no le importo, sé que tampoco le importan las cientos de personas que claman seguridad y justicia pero al saberlas de su llamado “bloque opositor” las ignora y las bloquea de su mente y de su radar. Me aterra pensar que lo mismo pueda pasarme a mi si tú ganas.

Quizá esta carta te parezca distinta a los halagos que a diario recibes. No es una carta en donde te demuestre mi apoyo abiertamente y políticamente hablando, pero sí es una carta buscando estas respuestas a todas mis dudas, saber si podrás algún día mirar a los ojos a quien no es del movimiento de la Cuarta Transformación.

Sin embargo, sí es una carta donde también me solidarizo contigo de mujer a mujer, porque leo en redes sociales la cantidad de insultos y burlas que recibes por tu físico. La brutalidad que se vive en las redes sociales es abrumadora. Seguramente por escribirte esta carta y publicarla, ya de entrada recibiré este mismo odio que tú recibes.

Yo, una ciudadana cualquiera, te invito a que no arrastres demonios que no son tuyos. Te pido que hagas un llamado a la unidad no solo de manera interna dentro de tu partido político, sino de manera general.

Las encuestas indican que vas adelante en la carrera presidencial por el 2024, pero, ¿a qué costó? Sé que debe de llenarte de ilusión ser presidenta, pero contando con el enojo de cientos de mexicanos no vamos a poder avanzar.

No te pido que me convenzas, te pido que me leas... que me demuestres. A veces los hechos dicen mucho más que las palabras. Quizá al leer mi carta te hayas acordado de aquel encuentro que tuve contigo, donde lo que vi fue a una mujer en medio de mucha gente rodeándote que lo que menos piensa es en si te encontrarás bien y qué estará pasando por tu cabeza.

Vi ahí a una mujer que de pronto le molestó encontrarse con otra diciéndote que no votaría por ti. Pero después vi una mujer que pudo ser empática y humana y que extendió sus brazos para decirme: “Aunque no votes por mi, yo sí gobernaré para ti”.

Quizá son los efectos de la pandemia, pero me siento sumergida en una especie de desesperación y tristeza por tanta confrontación. Estoy cansada de ello, Claudia. Necesito paz. México merece la paz. Los mexicanos merecemos sentirnos en paz.

De pronto me descubro viviendo tan enojada que no quiero eso para mí lo que me quede de vida.

De pronto, después del cáncer, me aterra pensar en la posibilidad de que no sea verdad que tengamos un sistema de salud de primera y no tenga posibilidades de atención médica. De pronto se me viene una oleada de sentimientos, porque al agredirte a ti, nos agreden a todas.

Las mujeres somos las mas tóxicas y violentas con otras. Quisiera saber que no soy tu enemiga, que no soy tu “opositora”. Necesito saber que no pensarás de mí que soy parte de la mafia del poder y que soy una fifí más.

Pero bueno. Quizá nunca te enteres de mi existencia. Quizá ni siquiera te acuerdas de ese evento en el que te vi. Quizá ni siquiera leas esta carta. Pero algo me queda claro, si no vamos en unidad todos este país se va a hundir más. Si puedo contribuir a que los discursos de odio paren, lo haré. Es que es la única manera que tengo de poder hacer algo porque todos estemos mejor, el odio lleva al odio. Quiero luchar contra eso.

En fin…

Te deseo todo el bien posible Claudia. Y deseo que puedas extenderle los brazos abiertos a todo aquel que no confía en ti. Ese será tu mayor reto. Y creo que lo podrás lograr.

Hasta aquí llega esta extensa carta imaginándome que quizá algún día la leerás.

Es cuanto.