Ay señores reyes de España y pueblo español que sucumbe al falso embrujo de la pompa y el lujo para luego ver sus cuentas mermar: a ustedes les escribo.

Lo hago porque siento vergüenza de ese engreimiento suyo, de esa soberbia que les provocó aquel revuelo de siquiera considerar el pedir perdón al pueblo de México por las atrocidades cometidas durante la conquista, derivando ésta en al menos tres siglos de exterminación y sometimiento de los pueblos originarios. Les informo que las culturas prehispánicas son la mayor riqueza cultural que poseemos, lo más hermoso de nuestro amado territorio.

“Uf Letizia”, le dirías tú quizá, Felipe, ¡cómo nos vamos a rebajar y acceder a lo que nos pide ese salvaje mesías tropical que desgraciadamente gobierna México! ¡No, de ninguna manera!

Acto seguido, armaron un escándalo quedando en ridículo ante el mundo, menos ante los súbditos que aún les rinden pleitesía. No sólo con su renuencia a pedir perdón públicamente con auténtica humildad a los pueblos conquistados y maltratados dañan la imagen de las demás monarquías existentes, sino que quedaron como fieles practicantes de varios pecados capitales (hablo en su idioma para que lo entiendan mejor) como si México les estuviera sugiriendo una barbaridad inconcebible, casi un pecado ¡madre mía!

Sin ningún recato intentaron denostar al presidente mexicano por este hecho, obvio sin éxito, quien dejó el cargo con 70% de aprobación nacional. Arrastrando así mismo a los ciudadanos españoles incautos a un debate sucio y vacío, a una marejada de insensatez innecesaria, sin ninguna transparencia para el pueblo español, maniobrando bajo el agua como suelen hacerlo, arrojando la piedra y escondiendo la mano, sacando a la luz pública una carta de carácter privado, donde nuestro anterior querido presidente AMLO solamente sugería, no pedía ni exigía, al rey de España, que en aras de los elegantes opíparos eventos que planeaban en Madrid para celebrar los quinientos años de la conquista, también se llevara a cabo una ceremonia para pedir perdón por los agravios cometidos desde la corona española, como ya lo habían hecho otras monarquías europeas, con la requerida humildad que otorga el pleno reconocimiento, poniendo el ejemplo los reyes de Holanda y Bélgica, los presidentes de Francia, Alemania, Japón e Italia, por los crímenes de lesa humanidad cometidos en cualquier época contra pueblos sometidos e indefensos, demostrando así su calidad humana y fraternidad a favor de la justicia.

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Si la monarquía es sólo un objeto de lucro turístico para un país como España que carece de potentes recursos naturales aportando ésta a la bonanza de la economía, se entiende: pero que la gente sepa quiénes son realmente, que la gente los observe, que la gente les exija decencia fraterna, que les cancele los hedonismos y posiciones elitistas, que escudriñe sus decisiones y sus actos públicos, que los obligue a actuar correctamente, o es que ¿se ha contaminado de lo mismo el pueblo español?

¿A quién le entregó la carta el rey para hacerla pública y armar su estrategia de ataque con el objeto preciso de no pedir perdón al pueblo de México durante las celebraciones del aniversario número 500 de la brutal conquista?

Esa información que la busquen los españoles, que ya se conoce bien: a qué popular periodista en específico utilizaron y a qué medio se filtró la carta con la malicia en la mente. Pues fue al pueblo bueno y trabajador de España a quien se defraudó con esta soberbia plena, con este altanero acto de falsa superioridad, con esta actitud de desprecio manifiesto, con esta falta a la ley de transparencia que se publicó en un boletín oficial del estado el 10 de septiembre del 2013.

México volvió a nacer en 2018, señores, y no nos afectó para nada su rotunda e inconcebible negativa para pedir perdón; sino que fueron ustedes mismos al actuar sin principios humanitarios quienes se plasmaron como son, quienes se pusieron la soga al cuello. Nosotros acá, les informo por si no lo saben, estamos viviendo un prolífico renacimiento pacífico y multitudinario donde finalmente podemos hablar con orgullo de transparencia, de democracia, de solidaridad, de encender la luz en casa, una luz que ha convertido la economía del hoy famoso “Humanismo Mexicano” en la admiración del resto de las naciones del orbe. A pesar de que en un solo sexenio es imposible abarcar la erradicación de tanta corrupción y vejación acumulada de siglos, mucho se logró y continuaremos regenerando el tejido social de nuestra nación porque el pueblo así lo manda. Sin embargo, ustedes por allá, crean cortinas de humo, tergiversan hechos, practican la ostentación, la hipocresía, la soberbia indigna y lo que causan es pura vergüenza. Si su gente se los permite, ni hablar, no hay más qué decir.