Advertencia: Esta columna no le gustará a tu tía la panista.
“Yo no soy homofóbico, pero…” es una frase con la que se suele iniciar cualquier comentario homofóbico. Esta frasecita suele ilustrar bastante bien la postura de varios mexicanos que todavía no entienden que no entienden, y vamos a escucharla los próximos días, ya que el matrimonio igualitario (o sea entre personas del mismo setso) ya es absolutamente legal en todo México.
Contexto: Tamaulipas acaba de aprobar el matrimonio igualitario; este era el único estado que faltaba por aprobar esta unión cívica entre personas del mismo sexo/género/orientación/identidad/sabor/color o cualquier otra palabra que confunda a tus tíos los boomers. Mira, para que entiendas fácil: Ahora todos los mexicanos se pueden casar con quien se le antoje, mientras sean mayores de edad, claro; hago esa aclaración porque ya me he topado con cadenitas de WhatsApp que aseguran que AMLO, el socialista liberprogre castrochavista mozimista, quiere obligarnos a casarnos con niños, animales y extraterrestres en rituales neopaganos ateos crudiveganos y todas esas teorías conspiranoicas de las que a tus tías conservadoras les encanta platicar en la cena navideña para crear tensiones.
Intentaré resumir la postura de uno de tus tíos en una frase: “Es que los millennials generación de cristal son incongruentes porque están en contra del matrimonio pero bien que quieren casarse”
Bueno, desmenucemos esa frase llena de sabiduría:
1.- Primero que nada, los millennials ya somos los treintones, mientras que los veinteañeros son los llamados centennials, y sí, ambas generaciones se caracterizan por apoyar el matrimonio igualitario.
2.- Los millennials y centennials queremos que TODOS tengan la libertad de DECIDIR si quieren casarse o no. No queremos que sea ni obligatorio ni prohibido, sólo que exista esa libertad. Nadie, aparte de algunos grupitos radicales, está en contra del matrimonio.
3.- Aunque la palabra matrimonio provenga de la palabra “madre”, la verdad es que como figura política esa unión civil deja bien clara cuál es la intención de decir “quiero unirme en matrimonio”: Quieres los derechos y obligaciones de estar casado, es todo. Lo demás son maromas de gente que no soporta llamarle matrimonio a dos personas del mismo sexo. Soporten.
Yo no sé por qué alguien querría casarse, pero no soy quién para juzgar el masoquismo del prójimo. No sé si nomás sea una expresión de amor ante la ley o si buscan tener los beneficios legales de esa unión, como: Seguridad social, bienes mancomunados, régimen mixto, servicios financieros o si nomás quieren subir su relación perfecta a Instagram.
No sé por qué alguien querría renunciar a su libertad de eructar en la sala, andar en canicas en la casa o mensajearse con el ganado, pero lo que sí sé es que voy a apoyar la libertad de quien decida hacerlo. Lo que la gente casada haga no debería molestarme, suficiente castigo eligieron como para que yo los castigue con mi juicio.
¿Te quieres casar con tu chavo/chava/chave? ¡Perfecto, hazlo! A todos debería darnos igual. Si el resto de ciudadanos “comunes” ya tiene esa libertad civil, me parecería cavernícola, o en el mejor de los casos medieval, que un grupo de ciudadanos no tengan esos mismos derechos.
Hay que ser un mexicano muy chafa como para exigir que alguien más no tenga los mismos derechos que tú. Si mi color favorito es el verde, pero no puedo decirle a mi vecino que también pinte su casa de verde porque su fachada morada me parece “que da mala imagen”; tengo que tragarme el comentario y soportar sus gustos, ya que nadie me está obligando a pintar mi fachada de morado. Cada quien sus gustos, cada quien elige dónde pasar la brocha y dónde salpicar su pintura.