Este domingo se ha vivido el cambio de gobierno en la entidad menos institucionalizada del país, la más peligrosa, Chiapas. Un estado fronterizo al sur de México que todo 2024 ha sido tomado en una guerra civil no declarada por grupos criminales y autodefensas, en donde se encuentra la ciudad de Tapachula, que según el 91,9% de su población, es la más insegura por sus muertes a plena luz del día, igual en el centro que en las colonias consideradas “calientes”.  Esta ciudad tiene el primer lugar nacional de inseguridad en la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que publicó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) durante octubre de este año.

Eduardo Ramírez Aguilar es el nuevo gobernador del monstruo en que se ha convertido esta entidad, quien este domingo ha tomado protesta para el cargo que durará de 2024 a 2030 con la seguridad en el centro del discurso. Su propuesta para devolver la paz a Chiapas incluye el programa Fuerza de Reacción Inmediata Pakal (FRIP), integrado por 500 policías especiales de fuerzas especiales, preparados mediante cursos en el extranjero y en México que advierten inteligencia y coordinación para lograr desactivar a células criminales que operan en todo el territorio fronterizo. La paradójica toma de protesta surgió mientras la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana federal intervenía desde un día previo en Patelhó, una comunidad ocupada por grupos de autodefensas que despojaron a la presidencia municipal de su sede y mando.

Los denominados autodefensas, hartos de la violencia y la falta de respuesta de las autoridades municipales, habían tomado ese espacio desde el 3 de diciembre, cuando según la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, otro grupo armado identificado como “el ejército civil de Los Herrera”, que tienen profunda influencia política y territorial desde por lo menos, dos décadas, saquearon a los habitantes de San José Tercero mediante bombas, incendio de vehículos, armas y quema de casas, una por una.

El hecho es que las autodefensas de “el Machete”, desde el 7 de julio de 2021 dieron a conocer su formación y surgimiento como respuesta al abandono gubernamental para garantizar sus derechos más básicos, como la seguridad, salud, propiedad y vida misma. Desde 2023, el “Ejército Civil del Pueblo Indígena” reunió a los habitantes de comunidades rurales que se armaron con la intención de contener los asaltos a sus comunidades.

En Chiapas, todos los caminos conducen a la violencia. Permanecer en las comunidades, principalmente rurales, implica resistir al tráfico de drogas, armas, migrantes y personas con el riesgo de perder lo poco que se tenga.  Cualquier día, a los oriundos chiapanecos les toca lidiar con dejar sus casas por presiones del crimen o de otros grupos. Sea que abandonen los hogares de manera voluntaria o bajo amenazas, el desplazamiento forzado les implica igualmente un riesgo al momento de traslado.  La selva está prácticamente coptada por los grupos del crimen también. Ni hablar del turismo, menos del zapatismo.

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A la rebeldía utópica, la logró doblegar el crimen organizado, que parece ser irónicamente el que logró lo que muchos gobiernos nunca pudieron. También durante el 2023, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional anunció que los municipios autónomos (MAREZ) y las Juntas de Buen Gobierno desaparecerían por consulta de los pueblos zapatistas por el asedio de sicarios que realizan asaltos, cobro de piso, saqueos, secuestros, reclutamiento forzado y ejecuciones. El caos que advertían era total y en vez de mejorar, ha empeorado: denuncian que cada cabecera municipal pertenece a cárteles, algunos disputándose entre sí aquellos territorios. No solo es el municipio de Patelhó, también San Cristóbal de las Casas, Palenque, Amatenango de la Frontera, Villa Corzo, Comitán, Siltepec, La Trinitaria y otras. Las elecciones y los cambios de gobernantes no han significado más que ausencias voluntarias. Pero el gobernador Eduardo Ramírez, durante su toma de protesta, recordó el Congreso Indígena de 1974 y su digna resistencia, mencionando la lucha por la justicia, democracia y patria de los más pobres, citando al mismísimo subcomandante Marcos en su discurso de aquella histórica ocasión, de la que poco queda.

Aún sin aceptarse oficialmente, para los gobiernos, algo del crimen ha resultado ser funcional: el control migratorio. Sobrevivir a Chiapas es un reto para los migrantes que, al cruzar la frontera sur, son reclutados como sicarios, secuestrados y marcados. Muchos de ellos, desaparecidos. Tan lleno de paradojas se encuentra ese Estado, que a pesar de que los tratos migratorios de las autoridades son constantemente denunciados por la brutalidad e inhumanidad con la que se detiene y encierra a viajeros en estaciones paupérrimas, sin permiso libre de tránsito, estos son mejores que caer en manos de la criminalidad.

La excepción de todo lo fallido. El verdadero filtro de filtros. El himno mexicano suena distinto en la frontera sur. No es que “un soldado en cada hijo te dio”, sino que un filtro antimigrante en cada criminal organizado, donde Dios no existe, te dio.